Respuesta:
Los 400 años de silencio se refieren al tiempo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, durante el cual, por lo que sabemos, Dios no dijo nada, no hubo ninguna escritura. El periodo de los 400 años de silencio empezó con la advertencia al final del Antiguo Testamento: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Señor, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición" (Malaquías 4:5-6) y terminó con la llegada de Juan el Bautista, el antecesor del Mesías.
En el momento que Malaquías hizo la advertencia, cerca del 430 a.C., los judíos habían regresado a Israel del cautiverio en Babilonia (como comerciantes, no como pastores). El Imperio Medo-Persa todavía gobernaba Israel, y el templo fue reconstruido. Se había restaurado tanto la Ley como el sacerdocio de la línea de Aarón, y los judíos dejaron de adorar a los ídolos. Sin embargo, la advertencia de Malaquías no fue sin causa. Los judíos maltrataban a sus esposas, se casaban con paganos y no diezmaban, los sacerdotes descuidaban el templo y tampoco enseñaban al pueblo los caminos de Dios. En definitiva, los judíos no honraban a Dios.
En el 333 a.C. Israel cayó ante los griegos, y en el 323 a.C. cayó ante los egipcios. En general, los judíos tuvieron un buen trato durante esos reinados, adoptaron la lengua griega y gran parte de las costumbres y modales griegos, llegando a traducir el Antiguo Testamento al griego durante su estadía en Egipto. Dicha traducción, la Septuaginta, se extendió (y aparece con frecuencia en el Nuevo Testamento).
La ley judía y el sacerdocio permanecieron casi intactos hasta que Antíoco el Grande de Siria conquistó Israel en el 204 a.C. Él y su sucesor, Antíoco Epífanes, persiguieron a los judíos y comercializaron el sacerdocio, y en el 171 a.C. Epífanes profanó el Lugar Santísimo. Esta profanación provocó un levantamiento de Judas Macabeo, de la línea sacerdotal de Aarón, y en el 165 a.C. los judíos recuperaron Jerusalén y purificaron el templo. Sin embargo, la lucha entre los judíos y los sirios siguió hasta que los romanos tomaron el control de Israel en el 63 a.C., cuando Pompeyo entró en el Lugar Santísimo, escandalizando y enfadando de nuevo a los judíos. En el año 47 a.C., César nombró a Antípatro, un descendiente de Esaú, procurador de Judea, y Antípatro después nombró a sus dos hijos como reyes de Galilea y Judea.
Al inicio del Nuevo Testamento, el hijo de Antípatro, Herodes el Grande, descendiente de Esaú, era rey, y el sacerdocio tenía motivos políticos y no era de la línea de Aarón. La política también tuvo como resultado el desarrollo de dos grandes grupos, los saduceos y los fariseos. Los saduceos estaban a favor de las actitudes y prácticas liberales de los griegos. Sólo respetaban la Torah en cuanto a la religión, pero, como la mayoría de los nobles, no creían que Dios debía participar en el gobierno de la nación. Los fariseos eran fanáticos conservadores que, con la ayuda de los escribas, desarrollaron la ley religiosa a tal punto que las preocupaciones y el bienestar de la gente no tenían sentido. Además, las sinagogas, los nuevos lugares de culto y actividad social, aparecieron por todo el país, y los asuntos religiosos y civiles fueron gobernados por los Sanedrines menores y mayores, el Sanedrín mayor estaba compuesto por un sacerdote principal y otros setenta miembros que impartían justicia, a veces con treinta y nueve latigazos impartidos con toda la fuerza.
Varias profecías se cumplieron entre la época de Malaquías y la venida del Mesías, incluyendo los 2.300 días de profanación entre el 171 y el 165 a.C. (Daniel 8:14). Sin embargo, el pueblo no aprovechó ni las profecías cumplidas ni los 400 años que se le dieron al pueblo para estudiar las Escrituras, buscar a Dios (Salmos 43-44) y prepararse para la llegada del Mesías. De hecho, esos años dejaron ciega y sorda a la nación hasta el punto de que la mayoría de los judíos no podían ni siquiera pensar en el concepto de un Mesías humilde (Zacarías 9:9; Isaías 6:10; Juan 12:40).
Han pasado casi dos milenios desde que se completó el canon del Nuevo Testamento, y aunque la Palabra está llena de gracia y verdad, y aunque el nacimiento, la vida y la muerte de Jesús cumplieron una increíble cantidad de profecías, los judíos como pueblo todavía tienen que abrir los ojos y los oídos. Pero Jesús viene otra vez, y un día un remanente verá y escuchará.