Pregunta: "¿Qué dice la Biblia sobre la desesperación?"
Respuesta:
La desesperación es la pérdida total de la esperanza. Las situaciones pueden llegar a presionarnos hasta el punto de que no encontremos una salida. Cuando nos invade el miedo, enseguida viene la desesperación. El apóstol Pablo conocía perfectamente esa situación. No obstante, en 2 Corintios 4:8 escribió: "que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados". Pablo era capaz de pasar por muchas dificultades y no desesperarse, porque su esperanza no estaba basada en las cosas terrenales. Se aferraba al conocimiento de que, al final, Dios tiene el control de todo (cf. Isaías 55:8-9). Él sabía que, independientemente de que viva o muera (Filipenses 1:23-24), que tenga mucho o que no tenga nada (Filipenses 4:12-13), Dios tenía el control y sus sufrimientos tendrían un significado para toda la eternidad (2 Corintios 4:17).
Desesperarse significa que le hemos dado la espalda a la esperanza. Elegimos no creer en Dios y en las muchas promesas de entrega y provisión (Salmo 46:1; 50:15; 144:2; Proverbios 18:10; Filipenses 4:19). La desesperación significa que hemos puesto nuestra mirada en este mundo y que buscamos la felicidad en él. Jesús nos advirtió: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Temed más bien al que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). Podemos estar muy tristes, como Jesús estaba la noche antes de Su crucifixión (Mateo 26:38-39; Lucas 22:42-43). Pero, como hijos de Dios, no nos podemos desesperar porque tenemos esperanza en Dios. Nuestra esperanza está en la eternidad y no en los pocos días que vivimos en esta tierra (Santiago 4:14). Así como Abraham, también nosotros podemos esperar "la ciudad con fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (Hebreos 11:10).
El Salmo 43:5 nos da un ejemplo de cómo hablarnos a nosotros mismos cuando nos sentimos desanimados: "¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío". Este salmo nos enseña que, por muy desesperados o asustados que estemos en cualquier momento, tenemos esperanza de que volveremos a alabar a Dios y a alegrarnos de Su bondad. La esperanza es un don de Dios y una de las "tres cosas que son permanentes" (1 Corintios 13:13 - TLA).