Pregunta: "¿Qué dice la Biblia acerca de prestar dinero?"
Respuesta:
La Palabra de Dios dice que muchísima gente se aleja de la fe y queda marcada por muchas aflicciones cuando permite que el dinero se apodere de su corazón. Por eso, la Biblia contiene cientos de versículos sobre cómo Dios quiere que manejemos el dinero, y esto incluye el prestarlo.
Moisés trató este tema en el Antiguo Testamento. Esencialmente, a los israelitas no se les permitía cobrar intereses cuando prestaban dinero a un hermano pobre. Sin embargo, podían cobrar intereses por los préstamos que hacían a los extranjeros. Esta regla formaba parte de la ley mosaica: "Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura" (Éxodo 22:25; ver también el Salmo 15:5). Esta prohibición de cobrar intereses incluía en realidad "ni interés de comestibles, ni de cosa alguna de que se suele exigir interés" (Deuteronomio 23:19). El propósito de la ley era doble: un préstamo con intereses sólo agravaría la situación de los pobres, y Dios prometía una bendición para quienes tuvieran la bondad de prestar, y que superaría con creces cualquier interés que ganaran. Además, al final de cada siete años, los acreedores debían cancelar todas las deudas que tuvieran con sus hermanos israelitas (Deuteronomio 15:1).
En el Nuevo Testamento, Jesús nos dice que no debemos "rechazar al que quiera pedirte prestado" (Mateo 5:42). Aplicó este principio incluso a nuestros enemigos en sus momentos de necesidad: "Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande" (Lucas 6:35, énfasis añadido). De hecho, hay muchos pasajes en la Biblia que nos exhortan a tener un corazón generoso y dadivoso, especialmente con los menos afortunados. Moisés enseñó a su pueblo: "Cuando haya en medio de ti menesteroso de alguno de tus hermanos en alguna de tus ciudades, en la tierra que el Señor tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite" (Deuteronomio 15:7-8).
La clara enseñanza de la Biblia es que Dios espera que Sus hijos actúen con rectitud al prestar dinero. Y nos ayuda a recordar que nuestra capacidad de producir riqueza viene de Dios (Deuteronomio 8:18) y que es Dios quien "envía [tanto] la pobreza como la riqueza; Él abate y enaltece" (1 Samuel 2:7). Ahora bien, no hay nada malo en prestar dinero legítimamente y esperar que se lo devuelvan con un interés justo (Salmo 37:21; Proverbios 28:8). Sin embargo, debemos recordar que la enseñanza bíblica sobre asuntos monetarios también incluye el préstamo de dinero y el endeudamiento. Aunque la Biblia no prohíbe expresamente pedir dinero prestado, tampoco lo fomenta. Esto no es lo mejor para el pueblo de Dios, ya que la deuda nos convierte en esclavos del prestamista (Proverbios 22:7). Dios prefiere que acudamos a Él para cubrir nuestras necesidades en lugar de depender de los prestamistas. Asimismo, como aclara el salmista, debemos pagar nuestras deudas (Salmo 37:21). Cuando prestamos dinero a alguien, aumentamos la carga de deudas de esa persona y ponemos obstáculos para que tropiece.
Alguien dijo en una ocasión: "Antes de pedir dinero prestado a un amigo, decide qué es lo que más necesitas". No hay duda de que las amistades se han estropeado o incluso se han perdido por el hecho de prestar dinero. Sin embargo, si ambas partes se mantienen dentro de los parámetros bíblicos, no debería haber ningún problema. Sin embargo, para no poner en peligro una relación que valoras, en algunas situaciones un regalo puede ser mejor que un préstamo. Dios espera que Sus hijos den a los necesitados, así que damos de nuestro tiempo, talentos y dinero. Como nos enseñó Jesús: "Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir" (Lucas 6:38).