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Pregunta: ¿Quién fue Caifás en la Biblia?

Respuesta:
José Caifás fue el sumo sacerdote judío durante el tiempo del ministerio de Jesús y algunos años después. Fue un fuerte opositor de Jesús y Su mensaje.

Caifás era yerno de Anás, el ex sumo sacerdote, lo cual pudo haber contribuido a su ascenso al poder. Caifás también era miembro de una de las sectas judías gobernantes, los saduceos. Los saduceos a menudo eran hombres ricos de alta posición y, ya que buscaban apaciguar a sus gobernantes romanos, estaban muy involucrados en la política. Ocupaban la mayoría de los asientos en el Sanedrín, el alto tribunal judío, sobre el cual Caifás gobernó durante los 18 años que sirvió como sumo sacerdote. En términos teológicos, los saduceos negaban la vida después de la muerte y cualquier existencia del mundo espiritual (ángeles, demonios, etc.). Debido a estas cosas, muchas veces estaban en desacuerdo con Jesús debido a Sus enseñanzas sobre la humildad, el cielo y Su propia deidad.

Después que Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos, tanto los fariseos como los saduceos se reunieron en el palacio de Caifás para expresar su preocupación de que el creciente número de seguidores de Jesús provocaría la ira del Imperio Romano (Mateo 26:2; Juan 11:47). No sabían cómo proceder hasta que Caifás habló: "ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Juan 11:50). Esta declaración pidiendo la muerte de Jesús fue un movimiento frío y calculador de conveniencia política; al mismo tiempo, Caifás estaba profetizando sin saberlo sobre el plan de Dios para la muerte de Jesús. A través de las malvadas acciones del Sanedrín, Dios salvaría tanto a la nación judía como a cualquier otra persona que creyera en Cristo (versículos 51-52).

Cuando los líderes judíos arrestaron a Jesús en la Pascua, primero lo llevaron frente a Anás (Juan 18:13). Después de que Anás interrogó a Jesús, lo enviaron a su yerno Caifás, quien como sumo sacerdote sería quien dictara el destino de Jesús. Cuando Jesús compareció ante Caifás y todo el Sanedrín, se presentaron muchos testigos falsos, pero no se encontró nada que justificara una sentencia de muerte (Mateo 26:59-60). Finalmente, Caifás se levantó y se dirigió directamente a Jesús, "Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios" (versículo 63). Jesús respondió igual de directo, "Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo" (versículo 64). Caifás tenía lo que estaba buscando; rasgó su ropa y gritó, "¡Ha blasfemado!" (versículo 65). El resultado del juicio simulado fue que Jesús fue declarado "reo de muerte" y fue golpeado y burlado (versículos 66-67). Sin embargo, ya que los judíos no podían legalmente ejecutar a los prisioneros, Caifás envió a Jesús al gobernador romano Poncio Pilato.

Jesús soportó otra serie de juicios esa noche bajo jurisdicción romana. Caifás y los otros líderes religiosos alborotaron a la multitud contra Jesús. Cuando Pilato intentó liberar a Jesús, dándoles a elegir entre él y el delincuente convicto Barrabás, "los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto" (Mateo 27:20). Pilato accedió, y Jesús fue condenado a morir, golpeado, llevado fuera de la ciudad y crucificado (versículos 26-35). Es lo que Caifás quería desde el principio. Es importante señalar que estas cosas no sucedieron por capricho de Caifás, los sacerdotes o Pilato, porque todo era parte del plan de Dios para salvar al mundo a través de la muerte de su hijo. Como Jesús había dicho, "Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo" (Juan 10:18).

Tres días después, Jesús resucitó de la tumba, cumpliendo la profecía, venciendo a la muerte y animando a Sus seguidores a compartir las buenas nuevas de salvación con miles de personas en todo el mundo por entonces conocido. Caifás continuó persiguiendo a los seguidores de Cristo, estando presente en el juicio de Pedro y Juan (Hechos 4:1-22), pero su oposición no hizo nada para detener la difusión del Evangelio.

La historia de Caifás es trágica. Caifás se enfrentó a la realidad de quién es Jesús y, sin embargo, negó la Verdad que estaba literalmente ante él. Como sumo sacerdote, Caifás tenía riquezas, una posición honorable y el respeto de la gente, pero era pobre en el área que realmente importa: la fe salvífica en Jesucristo.

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