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Pregunta: ¿Qué clase de condolencias debería dar un cristiano a alguien que está sufriendo después de la muerte de un ser querido?

Respuesta:
La pérdida de alguien que amamos es una de las experiencias más dolorosas de la vida. Cuando alguien a quien apreciamos sufre una pérdida así, puede ser frustrante saber cómo ayudar. Muchas veces no hacemos nada por miedo a decir algo incorrecto. Sin embargo, la mayoría de las personas que han experimentado la muerte de un ser querido aprecian las expresiones compasivas de los demás. A menudo, el mejor pésame es simplemente estar allí.

Muchas veces sentimos la necesidad de eliminar el sufrimiento de los afligidos, pero ésta es una expectativa equivocada y puede conducir a más daño que bien. Las frases trilladas, los clichés cursis o las afirmaciones no bíblicas como "Dios necesitaba otro ángel" no ayudan en nada y obligan al doliente a fingir que se siente mejor por haberlas escuchado. Si sentimos que debemos dar el pésame, basta con decir que sentimos su pérdida o que estamos orando por ellos.

El aspecto más importante a recordar es que el duelo es natural y saludable. No podemos recuperarnos adecuadamente de una pérdida traumática sin permitirnos pasar por el proceso de duelo. Dios ha equipado el corazón humano con mecanismos para ayudarnos a lidiar con pérdidas que cambian la vida poco a poco. Los amigos de una persona en duelo necesitan recordar que no es nuestro trabajo acortar ese proceso. La mejor ayuda permite que la persona en duelo exprese su dolor como necesite hacerlo, ya sea a través de palabras, lágrimas, silencio o enojo. Saber que hay un amigo seguro allí y que puede manejar lo que necesita decir le brinda consuelo. Ser un buen oyente a menudo es el mejor regalo que podemos dar a aquellos que necesitan hablar.

Hay dos enfoques que un cristiano puede tomar para consolar a aquellos que han perdido a un ser querido. Si sabemos que el fallecido era seguidor de Cristo, entonces hay muchos pasajes de las Escrituras que pueden ayudar. Elegir momentos oportunos para compartir escrituras como el Salmo 34: 16–19; Salmo 147:3; 1 Tesalonicenses 4: 13–18; y 2 Corintios 5:8 pueden recordar a la persona en duelo que la muerte es simplemente un cambio de domicilio.

Para aquellos que no tienen tal esperanza en la vida eterna, un cristiano todavía puede seguir siendo un amigo y oyente de confianza. Puede ser útil compartir con las personas en duelo acerca de las diversas etapas por las que pueden pasar en el proceso de duelo. Aunque cada uno vive el duelo de manera diferente, las siguientes son algunas etapas comunes por las que pasamos al aceptar la muerte de una persona importante en nuestras vidas:

1. Conmoción inicial - Puede incluir expresiones de negación y rabia, ya que la mente no puede aceptar de golpe lo que ha sucedido.

2. Embotamiento - Este es el regalo de Dios para nosotros mientras aprendemos a lidiar con la pérdida una pieza a la vez.

3. Lucha entre la fantasía y la realidad - Esta etapa implica pensar que oímos la voz del ser que se fue, ver un reflejo de él en un auto que pasa, o tomar el teléfono para llamarlo.

4. Inundación de dolor - A menudo desencadenada por algo trivial, meses o años después de la muerte, el dolor puede inundarnos de nuevo, devolviéndonos la pérdida con toda su fuerza. Nos derrumbamos entre lágrimas y lamentos abundantes justo cuando creíamos haber superado el dolor inicial.

5. Recuerdos dolorosos: Justo cuando pensamos que lo estamos superando, alguien que no conoce la situación preguntará cómo está la persona fallecida. Un aniversario u otro acontecimiento pasa sin el ser querido. Los recuerdos son dolorosos pero necesarios. Hablar de los recuerdos con lágrimas es saludable y forma parte de seguir adelante.

6. Recuperación: emerge una "nueva normalidad", cuando comenzamos a creer que la vida continuará y llegará un día en el que no nos dolerá como ahora.

Estas etapas se repiten en un ciclo hasta que el corazón ha sanado y sigue adelante con la vida. La profundidad de la emoción puede perturbar a una persona que nunca antes ha experimentado el duelo, por lo que puede ayudarle a saber que los sentimientos son normales y no durarán para siempre. El primer año después de una pérdida está lleno de estas etapas, y no hay un límite de tiempo establecido para el duelo. El objetivo es hacer el duelo adecuadamente y luego superarlo. El duelo solo es destructivo cuando nos quedamos atascados en él y nos negamos a dejar que Dios sane nuestros corazones.

Muchas veces la muerte plantea preguntas sobre la eternidad. Si la persona en duelo inicia tal conversación, un cristiano debe aprovechar la oportunidad para compartir el evangelio. Sin embargo, debemos evitar especular sobre el destino del fallecido, ya que solo Dios conoce el estado del alma de cualquier persona y dónde está pasando la eternidad. Centrémonos, en cambio, en las buenas noticias que Jesús tiene para el superviviente. Hay muchos testimonios de personas que entregan sus vidas a Cristo después de la muerte de un ser querido, ya que se enfrentan a su propia mortalidad. Un cristiano debe permanecer sensible a la situación y a la guía del Espíritu Santo para brindar esperanza y consuelo a aquellos que están de luto.

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