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Pregunta: ¿Cómo deben responder los cristianos al conflicto árabe-israelí?

Respuesta:
El 7 de octubre de 2023 se desató en Israel y en la Franja de Gaza una de las peores violencias de las últimas décadas. Sin embargo, el conflicto por la región conocida como Palestina ha evolucionado constantemente desde el final de la Primera Guerra Mundial. La trágica discordia entre los pueblos judío y árabe incluye facetas de religión, territorio, etnia, economía y política. Nuestra era de comunicación rápida no ha reducido los prejuicios y rumores relacionados con la situación. Por el contrario, la cultura moderna ha permitido el juicio precipitado y el antagonismo político y racial.

Es crucial que los creyentes demuestren sensatez (Filipenses 4:5), amor como el de Cristo (1 Corintios 16:14) y humildad (Efesios 4:1-3). Dar "apoyo" bíblico a Israel (Génesis 12:1-3; Salmo 122:6) no requiere una aprobación irreflexiva. Los cristianos podemos condenar con justicia las peticiones de aniquilación de Israel y denunciar los actos de terrorismo. También podemos reprender a Israel cuando sus acciones sean dignas de crítica. Podemos buscar la paz mediante la oración (Hebreos 12:14; Santiago 5:16) y cualquier otro medio disponible (1 Timoteo 2:1-4; 1 Juan 3:17-18). Lamentablemente, para la mayoría de los cristianos del mundo, no hay mucho más que podamos hacer que orar.

Una parte desproporcionada del sufrimiento en el conflicto árabe-israelí recae sobre personas inocentes. La mayoría de los afligidos, desplazados, asesinados o heridos -de ambos bandos- no tienen ninguna influencia en estos actos de violencia. Los árabes que viven en Gaza o Líbano no son idénticos a Hamás o Hezbolá. Tampoco el pueblo israelí está alineado con el gobierno de su nación. Todos los hombres han sido creados a imagen de Dios (Génesis 1:27; Gálatas 3:28), por lo que no podemos despreciar la angustia humana, sufra quien sufra:

"Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran. Tengan el mismo sentir unos con otros. No sean altivos en su pensar, sino condescendiendo con los humildes. No sean sabios en su propia opinión" (Romanos 12:15-16, NBLA)

Eso no significa que todos los actos sean moralmente idénticos. El mundo en general ha acusado a Israel de dar respuestas desproporcionadas a los ataques, de tratar con dureza a Gaza y Cisjordania, y de otras contribuciones al ciclo de violencia. Algunas de esas críticas pueden tener fundamento. Sin embargo, no representan un contrapeso perfecto a los actos de extremismo. Grupos terroristas como Hamás atacan deliberadamente a civiles y utilizan ataques indiscriminados. Lo hacen a sabiendas -incluso con la intención- de que las represalias matarán a palestinos y avivarán la ira. Muchos grupos antiisraelíes buscan la aniquilación completa del pueblo judío. Responsabilizar moralmente a ambas partes no significa ignorar la diferencia entre sus tácticas y motivos. No hay equivalencia moral entre matar niños y acabar con los terroristas.

Los creyentes deben esforzarse por vivir el modelo bíblico de sentido común y escepticismo prudente. Esto se aplica a cualquier asunto; es especialmente necesario con respecto al conflicto árabe-israelí (Proverbios 18:13, 17; Juan 17:11; 1 Juan 4:1). Ayuda a reconocer lo compleja que es la situación, tanto espiritual como políticamente. La hostilidad entre el pueblo árabe y el judío está predicha por las Escrituras (Génesis 16:12). Los antiguos patriarcas de las dos culturas experimentaron rencores y divisiones que perduran incluso hoy. La influencia del Islam también ha aumentado la intensidad de la hostilidad árabe hacia Israel.

Los factores políticos de este conflicto son igualmente antiguos. La región situada entre el río Jordán y el mar Mediterráneo -a veces denominada "Palestina"- ha sido una tierra disputada durante milenios. Fue la patria de los antiguos cananeos e israelitas antes de una serie de invasiones por parte de potencias mundiales. Asiria, Babilonia, Persia y Grecia controlaron la región. Más tarde, el Imperio Romano dispersó al pueblo judío por todo el mundo. La región de Palestina experimentó nuevas conquistas a través del Imperio Bizantino, el Islam, las Cruzadas y el Imperio Otomano.

En 1922, poco después de la Primera Guerra Mundial, la zona quedó bajo el control de Gran Bretaña. Se intentó crear estados independientes para judíos y árabes. Las luchas internas y el estallido de la Segunda Guerra Mundial detuvieron esos esfuerzos. Tras el Holocausto se renovó la determinación de dividir el territorio palestino entre los mismos dos grupos. Esto volvió a fracasar.

Cuando terminó el control británico de Palestina en 1948, los judíos que vivían en el territorio se declararon una nación soberana independiente: el moderno Israel. Esto fue respondido con ataques de los países árabes vecinos. Muchos árabes palestinos evacuaron durante los combates. Cuando cesó la guerra abierta, Israel prohibió a estos refugiados regresar a su tierra, y las naciones árabes a las que habían huido les prohibieron integrarse. En 1967, la "Guerra de los Seis Días" amplió las zonas en disputa. Los descendientes de aquellos desplazados y las zonas de tierra en cuestión son la base de las disputas actuales.

El actual conflicto árabe-israelí ha evolucionado a lo largo de milenios, desde la conquista imperial a una batalla de culturas y a un ciclo de terrorismo y represalias. Lo que ha permanecido constante es la devastación y la miseria infligidas a los seres humanos. La Biblia no prescribe ninguna solución específica a este dilema. Tampoco ofrece respuestas simplistas a cuestiones complejas. Lo mejor que podemos hacer los cristianos, tras la oración, es denunciar el mal en todas sus formas y buscar la restauración y la paz. A través de todo ello, esperamos ansiosamente que Cristo regrese y arregle todas las cosas (Apocalipsis 21:1-4).

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