Respuesta:
Uno de los argumentos más extendidos contra los cristianos es que son "criticones" o que "siempre imponen sus puntos de vista a los demás". A menudo, esta crítica surge como respuesta a los cristianos que se manifiestan en contra de comportamientos y estilos de vida que Dios juzga como "pecado" y ha declarado que son indignantes para Él (ver Proverbios 16:1). Vivimos en una sociedad en la que "cada uno [hace] lo que bien le [parece]" (Jueces 21:25), donde la gente insiste en que no hay absolutos morales, que cada uno debe decidir por sí mismo lo que está bien o mal, y que debemos "tolerar" (lo que en su mente significa básicamente "celebrar") las actividades pecaminosas. Los que se toman en serio las advertencias bíblicas contra el pecado y se atreven a hablar contra el mal son tachados de fanáticos religiosos, y todos los cristianos son, irónicamente, juzgados de "criticones".
La Escritura que más se utiliza para apoyar la idea de que los cristianos no deben juzgar es Mateo 7:1, donde Jesús les dice a Sus discípulos: "No juzguen para que no sean juzgados" (NBLA). Es un versículo que muchos incrédulos pueden citar. Otro dicho popular, tomado de Juan 8:7, es "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Pero cuando leemos estos versículos en sus contextos inmediatos, resulta obvio que Jesús no está advirtiendo contra todo tipo de juicio, sino contra el juicio hipócrita y farisaico (ver Mateo 7:1-5; Juan 8:1-11). En otras palabras, las personas que juzgan deben recordar que serán juzgadas por el mismo criterio que aplican a los demás: "Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados" (Mateo 7:2). No hay lugar para la hipocresía ni el orgullo espirituales. Los cristianos podemos y debemos adoptar una postura contra el pecado, pero, aun así, nuestro trato con los demás debe estar caracterizado por la gracia, la misericordia y la humildad.
Sin embargo, juzgar hipócritamente es el único tipo de juicio que la Biblia dice que los cristianos deben evitar. El cristiano debe "juzgar" o discernir entre el bien y el mal (Hebreos 5:14). Debemos hacer evaluaciones espirituales de las palabras y el comportamiento de los demás, no para encontrar faltas, sino para proteger eficazmente nuestros corazones contra el error y el pecado (1 Corintios 2:14-15; Proverbios 4:23). De hecho, inmediatamente después de que Jesús advirtiera a Sus discípulos contra el juicio hipócrita, dice: "No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos" (Mateo 7:6, NBLA). ¿Cómo va a saber el cristiano quiénes son los "perros" y quiénes los "cerdos", a menos que ejerza el discernimiento? Además, Jesús advierte a Sus discípulos unos versículos más adelante: "Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán" (Mateo 7:15-16, NBLA). Esta advertencia se da no solo con respecto a los "falsos profetas", sino también en relación con cualquiera que venga en nombre de Cristo pero que, con sus actos, niegue a Cristo (Tito 1,16; cf. Mateo 3,8).
Según Jesús, este tipo de juicio se considera "justo juicio" (Juan 7:24) y se fomenta encarecidamente. Debemos ser "prudentes como serpientes, y sencillos como palomas" (Mateo 10:16), y la sabiduría exige que discernamos (Proverbios 10:13). Y cuando hayamos discernido correctamente, debemos decir la verdad, siendo el amor el factor motivador (Efesios 4:15). El amor nos exige confrontar suavemente a los que están en el error con la verdad sobre su pecado, con la esperanza de llevarlos al arrepentimiento y a la fe (Gálatas 6:1). "El que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte" (Santiago 5:20, NBLA). El verdadero cristiano dice la verdad, no solo lo que cree que es la verdad, sino la verdad revelada claramente en la Palabra de Dios. La verdad, especialmente la verdad sobre el bien y el mal, existe independientemente de lo que sintamos o pensemos (Isaías 5:20-21).
Los que rechazan la verdad o se sienten ofendidos por ella no hacen sino demostrar el poder de la Palabra de Dios para convencer el corazón del hombre, pues "la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12).