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Pregunta: ¿Cuál es la importancia de que Dios conozca los pensamientos que nos inquietan (Salmo 139:23)?

Respuesta:
La omnisciencia de Dios significa que Él nos conoce mejor que nosotros mismos. En el Salmo 139:23-24, David rogó a Dios que examinara su corazón y su mente para despojarse de cualquier autoengaño. Sólo así reconocería plenamente las ofensas que debía confesar y las cargas que debía entregar a Dios: "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna." (Salmo 139:23-24, NTV).

Es posible que David tuviera en mente estas palabras de Jeremías 17:9-10 mientras oraba: "El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es? Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones" (NTV). Frecuentemente, David le pedía a Dios que conociera los pensamientos que lo inquietaban para que Él se los diera a conocer (ver Salmo 26:2; 7:9; 17:3).

"Pruébame", pedía David. Detrás de la palabra probar en el Salmo 139:23 hay un verbo hebreo que significa "poner a prueba para averiguar la naturaleza de algo, incluyendo imperfecciones, defectos u otras cualidades". Así como un refinador experto podría probar la calidad del metal para descubrir sus impurezas y deficiencias, Dios podría probar a David. David quería que sus pensamientos y caminos ofensivos salieran a la superficie para enfrentarlos, arrepentirse de ellos y purificarlos.

Nuestros pensamientos inquietantes ofenden a Dios porque están arraigados en una falta de confianza en Él y en Sus propósitos. Pensamientos inquietantes son cualquier pensamiento que causa que una persona se preocupe, se perturbe o se angustie. Los pensamientos inquietantes muestran que estamos demasiado centrados en nosotros mismos y en las preocupaciones de este mundo. Jesús dijo a Sus discípulos: "No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?" (Mateo 6:25; ver también Mateo 6:34). Por el contrario, Cristo les aconsejó que se centraran en Dios, diciendo: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33).

Jesús invitó a los creyentes a confiarle sus problemas y preocupaciones: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). El discípulo Pedro afirmó: "echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7). "El Señor está cerca", animaba el apóstol Pablo. "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:5-7). Este sentimiento se remonta a David en el Salmo 55:22 (NBLA): "Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido".

Dios sabe que nuestros pensamientos inquietantes nos agobian y nos alejan de Él (Salmo 37:8; Proverbios 12:25; Mateo 13:22; Lucas 10:40-42). Sin embargo, los que confían en Él y fijan sus pensamientos en Él son guardados en Su perfecta paz (Isaías 26:3). El profeta afirma: "Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto" (Jeremías 17:7-8, NBLA).

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