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Pregunta: ¿Qué significa que Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos (Apocalipsis 7:17)?

Respuesta:
El libro del Apocalipsis ofrece algunas de las imágenes del cielo más detalladas de la Biblia. Apocalipsis 7:15-17 describe varias de las bendiciones y alegrías eternas que disfrutarán allí los redimidos del Señor, concluyendo con la promesa de que "Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos" (Apocalipsis 7:17).

Esta extraordinaria promesa se repite en Apocalipsis 21:3-4 cuando se desvelan el cielo y la tierra nuevos: "He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron".

¡Qué sorprendente y humilde es esta conmovedora imagen de Dios mismo, inclinándose con el gesto más íntimo y tierno para enjugar las lágrimas de nuestros rostros! La imagen representa la victoria final del Señor sobre nuestros mayores enemigos en la culminación de la historia. El enemigo final—la muerte misma—es destruido y arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:14; 1 Corintios 15:26). Miles de años de luto, llanto y dolor humanos son borrados para siempre (Apocalipsis 18:8; Génesis 3:16) cuando "las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4).

Las "primeras cosas" se refieren al estado previamente caído de la creación, en el que estaban presentes el pecado y la muerte. El Cordero de Dios, nuestro Salvador Jesucristo, revirtió la maldición de la caída de Adán al colgar en la cruz y tomar sobre Sí el castigo por nuestras malas acciones (Gálatas 3:13; Hebreos 9:23-10:18). En el nuevo orden de la eternidad, el pueblo del Señor morará en la presencia de Dios ante Su trono y le servirá "día y noche en su templo" (Apocalipsis 7:15) porque el pecado y la muerte han sido eliminados por el sacrificio de Cristo.

El profeta Isaías miró a través de la historia hacia la Nueva Jerusalén y fue testigo de la misma escena que Juan vio en el Apocalipsis: "El Señor de los ejércitos preparará en este monte para todos los pueblos un banquete... destruirá en este monte la cobertura que cubre todos los pueblos... destruirá la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de Su pueblo de sobre toda la tierra... Y en aquel día se dirá: "Este es nuestro Dios a quien hemos esperado para que nos salvara. Este es el Señor... Regocijémonos y alegrémonos en su salvación"" (Isaías 25:6-9, NBLA).

En cada una de estas vislumbres del cielo, vemos a Dios enjugando las lágrimas de nuestros ojos. Esta expresión es una imagen simbólica que representa una realidad futura: ya no habrá motivo de dolor, luto o llanto en la eternidad. Estaremos libres de toda enfermedad, sufrimiento y lucha mientras disfrutamos de una comunión ininterrumpida con Dios nuestro Padre.

Sin embargo, no hay razón para creer que Dios no enjugará algún día las lágrimas reales de nuestros ojos en el cielo. ¿Acaso no nos invadirá la emoción cuando "veremos todo con perfecta claridad" (1 Corintios 13:12, NTV)? Cuando estemos ante Aquel que dio Su vida por nosotros, cuando lo veamos gobernar y reinar desde el corazón del universo, no sabemos lo que haremos. Quizá nos postraremos en adoración, llorando al escucharle decir: "Bien, buen siervo y fiel... Entra en el gozo de tu señor" (Mateo 25:21).

Jesús dijo: "Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis" (Lucas 6:21). Hoy podemos vivir con esperanza sabiendo que todas nuestras penas y tristezas se convertirán un día en risas. Y si hay lágrimas en el cielo, podemos estar seguros de que serán lágrimas de alegría.

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