Pregunta: ¿Qué significa que Dios predestinó a los que antes conoció (Romanos 8:29)?
Respuesta:
En varios contextos, Pablo describe como Dios es soberano y está implicado en el proceso por el que las personas son justificadas (declaradas justas). En Romanos 8:29, Pablo explica que podemos aprender algunas cosas importantes sobre Dios gracias a Su elección: "Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos".
Justo antes de mencionar el hecho de que Dios predestinó a los que antes conoció, Pablo hace la sorprendente afirmación de que Dios hace que todas las cosas obren para bien de los que aman a Dios y son llamados según Sus propósitos (Romanos 8:28). Esa afirmación da a los creyentes en Cristo la confianza de que, incluso cuando las circunstancias son desalentadoras, pueden saber que Dios tiene el control y un plan.
Después, Pablo ofrece detalles que demuestran que Dios es digno de confianza al hacer que todas las cosas obren para el bien. A los que Dios antes conoció, los predestinó a ser conformes a la imagen de Jesús (Romanos 8:29a). Aquí aprendemos un par de puntos clave sobre Dios. En primer lugar, vemos que Dios conoce de antemano a las personas, incluso antes de que existan. Jeremías cuenta que Dios le conocía y le consagró antes de que naciera (Jeremías 1:5). David escribió que Dios había escrito todos los días de David en un libro, ordenándolos antes de que comenzaran (Salmo 139:16).
En segundo lugar, sabemos que Dios predestina a ciertas personas (es decir, "determina de antemano", "ordena", "decide de antemano" quién se salvará). En Efesios 1, Pablo explica que Dios Padre eligió a los creyentes para que estuvieran en Cristo antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4) y predestinó a los creyentes a la adopción como hijos de Dios (Efesios 1:5).
La Biblia enseña que Dios conoce de antemano y predestina a Sus hijos, y esto plantea algunas preguntas difíciles sobre si las personas pueden elegir, o si la soberanía de Dios excluye la capacidad humana de elegir. Históricamente, la postura calvinista ha hecho hincapié en la soberanía de Dios por encima de la elección humana, mientras que la postura arminiana antepone la elección humana a la soberanía de Dios. Estas dos tradiciones teológicas intentan resolver la tensión aparente entre la elección humana y la elección de Dios. La Biblia simplifica un poco más las cosas que las dos tradiciones.
Los pasajes de la Biblia que abordan la relación entre la soberanía de Dios y la elección humana no nos remiten a la puerta número 1 o a la puerta número 2, sino a una tercera puerta. Una cosa que aprendemos de Dios, si predestinó a los que antes conoció, es que Dios es soberano; la predestinación es un hecho teológico. Sin embargo, también aprendemos en las Escrituras que las personas son responsables de lo que eligen. Se alaba a María por su elección (Lucas 10:42), y a Moisés por la suya (Hebreos 11:24-25). Pablo eligió con quién iba a servir (Hechos 15:40). Las Escrituras están llenas de personas que toman decisiones; al mismo tiempo, también están llenas de declaraciones que afirman que la voluntad de Dios prevalece sobre la voluntad humana (por ejemplo, Romanos 9:16).
Una opción teológica es que Dios es soberano, y las personas realmente no tienen elección. Otra sugiere que las personas eligen; por tanto, Dios no puede ejercer Su soberanía sobre la elección humana. La tercera opción es simplemente que ambas son verdaderas: Dios tiene el control absoluto, y la humanidad elige y es totalmente responsable de sus elecciones. La Biblia no las presenta como verdades irreconciliables (como hacen a veces las tradiciones teológicas). Sabemos que, si Dios predestinó a los que conoció de antemano, conoce Su creación antes de que exista y determina cosas importantes sobre Su creación. Si Dios es lo suficientemente poderoso como para ser el Creador de todo, entonces no le sorprende la existencia mutua de Su soberanía y la voluntad, elección y responsabilidad humanas.
Quizá deberíamos dejar que las Escrituras dicten cómo vemos y entendemos a Dios, en lugar de las tradiciones teológicas que a veces extraen sus conclusiones de ideas extrabíblicas. Solo podemos estar seguros de las descripciones del carácter de Dios si Él las revela en Su Palabra.