Respuesta:
"Si Dios nos ama y quiere que pasemos la eternidad con Él, ¿por qué no salva a todos ahora?" Esta pregunta y otras similares a menudo evitan que las personas busquen a Dios más allá, ya que asumen que esta pregunta es la montaña que no puede ser escalada. Pero la pregunta en sí se basa en algunas suposiciones erróneas. Cuando se corrigen esas suposiciones, la pregunta de por qué Dios no salva a todos ya no tiene el peso que tenía antes.
Cada vez que hacemos una pregunta sobre Dios desde nuestra limitada perspectiva terrenal, estamos trabajando con una desventaja. En esencia, somos pequeños puntos de polvo mirando al universo y exigiendo que tenga sentido para nuestras mentes finitas. A menudo, cuando preguntamos "¿Por qué Dios no salva simplemente a todos?" empezamos con la suposición de que somos más compasivos que Dios, y eso nos pone en el camino equivocado desde el principio. Dios es perfecto, y sus caminos están muy por encima de la comprensión humana (Isaías 55:8–9). Cuando aceptamos esa realidad y alineamos nuestro pensamiento con su perspectiva, nos posicionamos para una mayor comprensión.
El conocimiento comienza en el cielo con Dios (Proverbios 9:10). Él es infinitamente creativo, y en algún momento, creó nuestro universo (Génesis 1:1). Habló todo a la existencia (Génesis 1) excepto el hombre. Cuando creó a Adán, se agachó en el polvo y formó su cuerpo de arcilla. Luego soplo en las narices del hombre, "y fue el hombre un ser viviente" (Génesis 2:7). Fue la imagen de Dios lo que separó a la humanidad de todas las demás criaturas vivientes. Esa "alma viviente" era inmortal, destinada a durar para siempre. Dios había elegido crear un ser tan parecido a Él que el hombre podría razonar, reflexionar, intuir, y tener la capacidad de tomar decisiones. Sin esa capacidad de elección, los seres humanos no llevarían la imagen de Dios (ver Génesis 1:27). Dios respeta lo que ha creado a tal punto que no permitirá que incluso su abrumador amor viole nuestra voluntad. ¿Por qué Dios no salva simplemente a todos? Porque no violará la voluntad que nos ha dado.
Un aspecto asombroso de la creación humana de Dios es que Él se hizo emocionalmente vulnerable a nosotros. No tenía que hacer eso. El Dios triuno ha sido siempre la definición misma de alegría, amor, y paz; Él es completo en sí mismo sin necesidades o deseos insatisfechos. Innumerables millones de seres creados le adoran y le sirven día y noche (Daniel 7:10; Apocalipsis 5:11; 7:11; Isaías 6:1–3). Sin embargo, otorga a los seres humanos el alto privilegio de traerle placer o dolor. Podemos reflejar su gloria de formas únicas para nuestro diseño (Proverbios 16:7; Salmos 147:11; 149:4). O podemos rechazar su amor y sus mandamientos (Ezequiel 8:17; 33:11; 2 Reyes 22:17). El acto de Dios de crearnos puede compararse con un esposo y una esposa que están perfectamente felices y contentos en sí mismos, pero deciden tener un hijo. Esa decisión conlleva la posibilidad de una alegría y un dolor superiores. Han elegido alterar sus vidas creando una vulnerabilidad que no tenían que crear. Como aman y cuidan a ese niño, anhelan que el niño les ame de vuelta. Pero no forzarán el amor, porque el amor forzado no es amor en absoluto. ¿Por qué Dios no justamente salva a todos? Porque nuestro amor por Él debe ser voluntario.
Dios derrama su amor y provisión en esta tierra (Mateo 5:45), deseando que sus creaciones humanas reconozcan su verdad y lo amen de vuelta. Se da a conocer de miles de maneras (Salmos 19:1; 97:6; Romanos 1:19–20), trabajando detrás de escena para ponernos en una posición para acercarnos a Él (Isaías 46:10–11; Proverbios 16:33). Proporciona, protege y bendice, dando a la humanidad numerosas oportunidades de mirar hacia arriba y encontrarlo (Mateo 5:44; Jeremías 29:13; Romanos 2:4). Pero no obligará a la salvación a los no dispuestos. ¿Por qué Dios no salva simplemente a todos? Porque los regalos deben ser recibidos voluntariamente.
Dios ha dado lo mejor de sí mismo, su Hijo unigénito, para saldar nuestra deuda de pecado (Juan 3:16–18; 2 Corintios 5:21). No toma a la ligera el rechazo de esa oferta. El Padre que vio a su propio hijo amado ser torturado hasta la muerte en beneficio de una turba desagradecida se niega a degradar ese sacrificio decidiendo más tarde que no era realmente necesario (ver Hechos 4:12; Isaías 42:8). ¿Por qué Dios no salva simplemente a todos? Porque la salvación sólo puede venir a través de la fe en Cristo. "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (1 Juan 5:12).
Yerramos cuando, desde nuestra perspectiva terrena, magnificamos el amor de Dios fuera de proporción a su justicia, rectitud, e ira hacia el pecado (Romanos 1:18; Isaías 61:8). El pecado es serio, y la deuda contra nuestro Creador debe ser pagada (Colosenses 2:14). Podemos aceptar a Jesús como nuestro sustituto (2 Corintios 5:21), o podemos pagar nosotros mismos por el pecado en la eternidad (Mateo 25:46; Judas 1:7). C. S. Lewis ha declarado famosamente, "Sólo hay dos tipos de personas al final: aquellos que dicen a Dios, 'Hágase tu voluntad', y aquellos a quienes Dios dice, al final, 'Hágase tu voluntad'. Todos los que están en el infierno, lo eligen. Sin esa elección propia no podría haber infierno. Ninguna alma que seriamente y constantemente desea alegría la perderá jamás. Los que buscan, encuentran. A los que llaman, se les abre" (de El gran divorcio).