Pregunta: ¿Qué significa que Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes (Santiago 4:6)?
Respuesta:
En nuestro mundo se celebra el orgullo. La gente alardea con orgullo de sus logros, posesiones o cualidades que considera admirables, esperando recibir elogios. Sin embargo, el orgullo egoísta es un obstáculo para la salvación y para una relación fructífera con Dios y con los demás. Santiago nos advierte sobre este orgullo egoísta cuando escribe: "Dios se opone a los orgullosos pero da gracia a los humildes" (Santiago 4:6, NTV).
Al advertir contra el orgullo y promover la humildad, Santiago cita la traducción de la Septuaginta de Proverbios 3:34. Por supuesto, Santiago no se refiere al "orgullo" como la satisfacción por un trabajo bien hecho (Gálatas 6:4) o al tipo de orgullo que uno expresa por los logros de sus seres queridos (2 Corintios 7:4). Se refiere al tipo de orgullo que surge de la arrogancia o la presunción.
Dios se opone a los orgullosos porque el orgullo es pecaminoso y un obstáculo para buscarle. Aquellos que insisten en elevarse a sí mismos y se niegan a confiar en Dios como soberano, bueno y digno de confianza, encontrarán la oposición de Dios. El Salmo 10:4 explica que los orgullosos están tan consumidos por sí mismos que no dejan espacio para Dios. La NBLA lo expresa así: "El impío, en la arrogancia de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: "No hay Dios"". La supremacía de Dios y el hecho de que no podemos hacer nada para heredar la vida eterna aparte de Cristo es una piedra de tropiezo para la gente orgullosa. Dios se opondrá a aquellos que intenten ser el dios de sus propias vidas. El orgullo se niega a doblar la rodilla ante Dios o a arrepentirse del pecado, y eso aleja a muchas personas de la salvación.
En contraste con la oposición de Dios a los orgullosos, está la gracia de Dios a los humildes. Los que se humillan encuentran el favor de Dios: "Aunque el Señor es grande, se ocupa de los humildes" (Salmo 138:6, NTV). Dios muestra Su favor a quienes tienen una visión correcta -una visión humilde- de sí mismos, y les promete restauración: "Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Isaías 57:15; cf. Santiago 4:10). Fijémonos que la humildad en este pasaje está relacionada con la contrición, o arrepentimiento.
El orgullo también puede obstaculizar nuestra relación con Dios y con los demás, incluso después de habernos salvado. En su carta, Santiago aborda un problema entre los creyentes, a saber, sus disputas y pleitos entre sí. El origen del problema era el orgullo egoísta. El orgullo afecta negativamente a nuestras relaciones porque infla nuestra visión de nosotros mismos y desinfla nuestra visión de Dios y de los demás. Al abordar este tema, Santiago cita Proverbios 3:34: "Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, y a los humildes dará gracia".
Exaltarnos a nosotros mismos, empuja a Dios fuera del lugar que le corresponde en nuestras vidas, y Él nos humillará porque "el Señor al que ama, disciplina" (Hebreos 12:6). Cuando nos humillamos, Él "da gracia con generosidad" (Santiago 4:6, NTV). Dios nos da gracia suficiente para satisfacer cada necesidad que tengamos y cada pecado que enfrentemos, si somos lo suficientemente humildes para recibirla. Mientras decidimos si vamos a elevarnos o a acudir a Dios, debemos recordar que Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes. Dios nos llama a arrepentirnos de la justicia propia, de las exigencias egoístas y de la exaltación orgullosa, y a "someternos, pues, a Dios" (Santiago 4:7).
En un mundo que defiende el orgullo, Jesús ordena a los creyentes que sean diferentes. Cada creyente está llamado a no mirar "cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Filipenses 2:4). Al humillarnos, experimentaremos la gracia de Dios y las recompensas que promete: "Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido" (Lucas 14:11). Puesto que Dios se opone a los soberbios, pero da gracia a los humildes, vivamos humildes en el temor del Señor (Miqueas 6:8).