Pregunta: ¿Qué significa que Jesús sea profeta, sacerdote y rey?
Respuesta:
Hay tres "oficios" principales que se mencionan en el Antiguo Testamento - profeta, sacerdote y rey. Jesús cumple estos tres roles.
Jesús como Profeta
Los profetas tenían la tarea de comunicar la Palabra de Dios a las personas. En el Antiguo Testamento, esto incluía proclamar la verdad de Dios a otros y revelar los planes de Dios para el futuro. Algunos de los profetas también realizaban milagros y sanidades.
Muchas veces, la gente de la época de Jesús se refería a Él como un profeta, y Él mismo también asumió este título (Mateo 21:11; Lucas 7:16; Juan 4:19; Marcos 6:4). Tanto Pedro como Esteban hablaron de Jesús como el cumplimiento definitivo de la profecía de Moisés en Deuteronomio 18:15 - Jesús es el profeta como Moisés a quien se debe escuchar (Hechos 3:17-23; 7:37-38, 51-53).
Jesús enseñó la Palabra de Dios, normalmente hablando en parábolas. "Y se admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas" (Marcos 1:22).
Al igual que los profetas del Antiguo Testamento, Jesús también predijo el futuro. Por ejemplo, Él le dijo a Sus discípulos de Su muerte y resurrección (Mateo 17:22-23; 20:17-19), la traición de Judas (Mateo 26:20-25; Juan 13:18-30), y la negación de Pedro (Mateo 26:31-35; Marcos 14:27-30; Lucas 22:61; Juan 13:31-38). Él predijo la venida del Espíritu Santo (Juan 16:7-15; Lucas 24:49; Hechos 1:4-5), la persecución de Sus seguidores (Juan 16:1-4, 33), y la destrucción del templo (Mateo 24:1-2). Quizás lo más alentador para los creyentes de hoy, Jesús profetizó de Su venida (Mateo 24:30-31; Juan 14:3).
Al igual que muchos de los profetas del Antiguo Testamento, Jesús realizó múltiples sanidades y milagros (Mateo 8:1-17; 9:18-33; Marcos 1:32-34; 2:1-12; Lucas 17:11-19; 18:35-43; Juan 2:1-11; 6:1-24). Él incluso se comparó con Elías y Eliseo (Lucas 4:24-27). La gente de Nazaret rechazó a Jesús, al igual que el pueblo de Israel no creyó en Elías y Eliseo.
Jesús es la Palabra de Dios (Juan 1:1). Él no simplemente habla la Palabra de Dios como un simple profeta humano, sino que Él mismo es la Palabra hecha carne (Juan 1:14). Él es la última palabra, la máxima revelación de Dios: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo" (Hebreos 1:1-2).
Jesús como Sacerdote
Los sacerdotes del Antiguo Testamento servían como mediadores entre los hombres y Dios. Eran los sacerdotes quienes ofrecían sacrificios en nombre del pueblo. Jesús es nuestro mediador y nuestro sumo sacerdote: "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5).
Hebreos 4-10 detalla cómo Jesús es nuestro supremo Sumo Sacerdote y cómo Su sacerdocio es muy superior al sacerdocio levítico del Antiguo Testamento. El autor de Hebreos también explica cómo el sistema de sacerdotes del Antiguo Testamento servía para prefigurar el ministerio de Jesús. El sacerdocio levítico de la línea de Aarón no estaba destinado a continuar para siempre. El sacerdocio de Jesús es eterno.
Hebreos 4:14-16 dice: "Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". Con Jesús como nuestro Sumo Sacerdote, podemos presentarnos confiadamente ante Dios, sabiendo que Jesús nos comprende verdaderamente y que, a través de Él, experimentaremos la gracia y la misericordia de Dios (ver también Hebreos 10:19-23).
Hebreos 7 muestra cómo Jesús es un sacerdote según el orden de Melquisedec. Melquisedec era tanto sacerdote como "rey de Salem" que bendijo a Abraham (Hebreos 7:2; Génesis 14:18). Del mismo modo, Jesús no es solo "sacerdote para siempre", sino también rey.
Jesús como Rey
El oficio del rey en el Antiguo Testamento está bien representado por David. Dios llamó a David un hombre conforme a Su corazón (1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). Él prometió a David, "Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente" (2 Samuel 7:16). Esta promesa se cumplió en el Mesías, a quien también se le dio el título de "Hijo de David". Jesús es este Hijo de David y el rey legítimo (Mateo 1:1; Apocalipsis 22:16).
El ángel Gabriel le dijo a María que Jesús "será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lucas 1:32-33).
El Hijo de David sería un gobernante del pueblo de Dios, y también su libertador. Los judíos del tiempo de Jesús esperaban un rey político (Mateo 21:1-11). En cambio, Jesús conquistó el pecado y la muerte (1 Corintios 15:54-57). Él prometió que también regresaría a la tierra a reinar como rey, primero en el Reino del Milenio y luego para siempre (1 Corintios 15:24-28).
Jesús tiene "toda autoridad en el cielo y en la tierra" (Mateo 28:18). Él tiene "el nombre que es sobre todo nombre" (Filipenses 2:9-11). Jesús es el Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16), y un día será rey en el sentido terrenal y político de la palabra, puesto que el peso del gobierno recaerá sobre Sus hombros, él reinará en el monte Sion, y las naciones le traerán homenaje (Salmo 2:6; 48:1-2; Isaías 9:6; 11:10). Incluso antes de eso, Él verdaderamente es la máxima autoridad. Aunque Sus enemigos todavía no han sido puestos por estrado de Sus pies (Salmo 110:1), Jesús debería estar reinando plenamente en nuestros corazones.
Normalmente, los tres oficios de profeta, sacerdote y rey eran distintos entre sí, sin superposición. Es decir, un rey no era un sacerdote o un profeta. Un sacerdote no funcionaba como un profeta o un rey. Y un profeta simplemente hacía el trabajo de un profeta sin tratar de ser ni un rey ni un sacerdote. Sin embargo, Jesucristo cumple perfectamente los tres roles simultáneamente: Él es el Profeta, el Sacerdote y el Rey, para gran bendición del mundo.