Pregunta: ¿Qué significa que Jesús vino en semejanza de carne de pecado?
Respuesta:
Romanos 8:3-4 dice, "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Para entender lo que significaba para Jesús venir "en semejanza de carne de pecado", necesitamos definir un par de términos.
Cuando la Biblia se refiere a "la carne" (Juan 6:63; Romanos 8:8), normalmente significa la tendencia humana al pecado que todos heredamos de Adán (Romanos 5:12). Cuando Adán y Eva optaron por rebelarse contra el mandamiento de Dios, se convirtieron en "carne de pecado". En ese momento, el pecado entró en el perfecto mundo de Dios y comenzó a corromperlo todo (Génesis 3). Ya que todos los seres humanos procedemos de Adán, todos hemos heredado su naturaleza caída. Por lo tanto, toda persona nace pecadora (Romanos 3:10, 23).
La palabra semejanza significa "parecido" o "estado de ser similar a algo más". Una semejanza no es idéntica en sustancia o naturaleza, pero es similar en apariencia. Una semejanza es una representación del original. Por ejemplo, los ídolos son hechos a semejanza de pájaros y bestias y cosas creadas (Romanos 1:22-23; Éxodo 20:4-5). Una fotografía es una semejanza. Filipenses 2:6-8 describe a Jesús renunciando a Sus privilegios divinos como Dios para tomar la semejanza de los humanos que Él ha creado (ver también Juan 1:3). Sin embargo, Jesús no tuvo un padre terrenal, por lo que no heredó una naturaleza pecaminosa como todos los demás seres humanos (Lucas 1:35). Él asumió la carne humana, pero mantuvo Su plena divinidad. Vivió la vida que vivimos, sufrió como sufrimos, y aprendió y creció como aprendemos y crecemos, pero lo hizo todo sin pecado (Hebreos 4:15; 5:7-8). Como Dios era Su Padre, vivió solo en semejanza de carne de pecado. Jesús heredó la carne de Su madre, María, pero no el pecado de José.
Jesús se hizo hombre para ser nuestro sustituto. En su carne, tuvo que sufrir el dolor físico, el rechazo emocional y la separación espiritual de Dios (Mateo 27:46; Marcos 15:34). Vivió la vida que los seres humanos viven, pero lo hizo como debíamos vivir, en perfecta comunión con un Dios santo (Juan 8:29). Ya que Él vino en semejanza de carne de pecado, pudo entonces presentarse como el máximo sacrificio suficiente para pagar por los pecados de toda la humanidad (Juan 10:18; Hebreos 9:11-15).
Para recibir el regalo del perdón total de Dios, cada persona debe permitir que Jesús sea su sustituto personal. Esto implica acudir a Él con fe, reconociendo que, al venir en forma humana, ser crucificado y cargar con los pecados del mundo, nuestro pecado puede ser completamente redimido (2 Corintios 5:21). Nuestra propia naturaleza pecaminosa es crucificada con Él, lo que nos libera para seguir al Espíritu en total obediencia a Dios (Romanos 6:6-11; Gálatas 2:20). Los cristianos son aquellos cuya cuenta ha sido acreditada con la muerte y resurrección de Cristo, anulando así la deuda que tenemos con Dios (Colosenses 2:14). Gracias a este perdón total, los cristianos consideran cada día como muerta su propia naturaleza pecaminosa. Dado que Cristo venció al pecado y a la muerte en Su propia carne, podemos vivir por el poder de Su Espíritu, quien también vencerá el pecado y la muerte en todos los que confíen en Cristo (Gálatas 5:16, 25; Romanos 8:37).