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Pregunta: ¿Qué podemos aprender de la historia del Levita y su concubina?

Respuesta:
Los capítulos finales de Jueces resaltan el hecho de que cada uno hacía lo que le parecía correcto (Jueces 17:6; 21:25). Una de las historias que demuestran el caos y la anarquía de la época es el relato del levita y su concubina, que comienza en Jueces 19. El levita tenía una concubina que había huido y le había sido infiel. Ya de entrada, hay un problema de que un levita (de la tribu sacerdotal) tenga una concubina, y luego el problema de que la mujer mantenga una relación sexual con alguien que no es su marido.

El levita encontró a su concubina en casa de los padres de ella. Cuando el levita llevaba a la concubina a su propia casa, se detuvo a pasar la noche en Gabaa, una ciudad de los benjamitas. Un hombre viejo insistió, por razones de seguridad, en que el levita y su concubina se quedaran en su casa y no en la plaza del pueblo. Esa noche, "los hombres de aquella ciudad, hombres perversos, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron al anciano, dueño de la casa, diciendo: Saca al hombre que ha entrado en tu casa, para que lo conozcamos" (Jueces 19:22). El anfitrión intentó razonar con ellos, pero no quisieron escucharle. Para salvarse, el levita envio fuera a su concubina. La turba degenerada abusó de ella toda aquella noche (versículo 25). Cuando el hombre abrió la puerta por la mañana, la turba se había marchado, y el cadáver de la concubina "estaba tendido delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral" (versículo 27).

El levita recogió el cuerpo de la concubina, lo puso sobre su asno y regresó a casa. Luego cortó el cuerpo en doce pedazos -uno por cada tribu de Israel- y los envió por todo el país. Los macabros paquetes provocaron la respuesta esperada; todos los que se enteraron del crimen empezaron a hablar: "Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el tiempo en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, tomad consejo, y hablad" (Jueces 19:30).

Las tribus de Israel (menos Benjamín) se reunieron y decidieron ejecutar a los hombres que violaron y asesinaron a la concubina del levita. Pero cuando se enfrentaron al pueblo de Benjamín, los benjamitas optaron por proteger a los culpables y se negaron a entregarlos a la justicia (Jueces 20:12-14). Estalló una guerra civil, y la tribu de Benjamín fue finalmente derrotada. Todos menos 600 hombres de Benjamín murieron (Jueces 20:47-48).

Jueces 21 registra las secuelas de la guerra por culpa del levita y su concubina. Después de un período de duelo, los líderes de las otras once tribus buscaron la manera de mantener viva a la tribu de Benjamín. Su solución fue castigar a la ciudad de Jabes de Galaad, que no respondió al llamado a reunirse contra los benjamitas. El castigo consistía en que a los 600 hombres benjamitas se les permitiera robar mujeres jóvenes de Jabes de Galaad para tomarlas como esposas. Pudieron encontrar 400 mujeres jóvenes allí, y el resto de las esposas las robaron de Silo.

Esta grotesca y alarmante serie de acontecimientos concluye con las apropiadas palabras de Jueces 21:25: "En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía". Los lectores que se tambaleen por las actividades inmorales de estos últimos capítulos de Jueces pueden consolarse con el hecho de que las Escrituras condenan claramente estas actividades. Crímenes como el de la concubina del levita son lo que sucede cuando se desprecia la ley y cada uno hace lo que le parece.

Este oscuro período de la historia de Israel pronto conduciría a la petición de un rey israelita, un acto que ayudaría hasta cierto punto, pero que también revelaría la necesidad de un Rey y Mesías perfecto: Jesucristo.

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