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Pregunta: ¿Es compatible el marxismo con la fe cristiana?

Respuesta:
El marxismo es una filosofía política desarrollada por el filósofo prusiano (alemán) Karl Marx que se centra en la lucha de clases y en diversas formas de garantizar la igualdad de resultados para todas las personas. El marxismo y el análisis marxiano tienen varias escuelas de pensamiento, pero la idea básica es que la clase dominante de cualquier nación ha oprimido históricamente a las clases inferiores, por lo que es necesaria una revolución social para crear una sociedad homogénea y sin clases. El marxismo enseña que el mejor sistema de gobierno es aquel en el que la riqueza se distribuye equitativamente, no existe la propiedad privada (la propiedad de las entidades productivas es compartida por todos), y cada ciudadano da desinteresadamente a la comunidad. El supuesto objetivo del marxismo es una utopía dirigida por el gobierno en la que las necesidades de cada individuo siempre estén cubiertas. Idealmente, los fuertes trabajan duro, los ingeniosos crean maravillas tecnológicas, los médicos sanan, los artistas deleitan a la comunidad con la belleza, y cualquiera que sea débil o pobre o esté necesitado puede recurrir a los recursos combinados de la sociedad según lo exijan sus necesidades. Cuando se intenta aplicar este modelo idealista en el mundo real, se le llama "socialismo", "comunismo", "estatismo", "liberalismo" o "progresismo", dependiendo del grado en que se explore y aplique el modelo.

Hasta ahora, el marxismo nunca ha funcionado en la vida real y, sin excepción, en los lugares donde el marxismo ha sido el modelo gubernamental, los cristianos han sido perseguidos. Eso se debe a que hay una diferencia fundamental entre el marxismo y el cristianismo, una profunda brecha que no se puede salvar. Hay varios aspectos del marxismo, como filosofía, que lo ponen en desacuerdo con la fe cristiana. He aquí algunos:

El marxismo es, en el fondo, una filosofía atea, sin lugar para la creencia en Dios. El propio Karl Marx fue claro al respecto: "El primer requisito para la felicidad del pueblo es la abolición de la religión" ("A Criticism of the Hegelian Philosophy of Right", 1844 - Traducción propia). El cristianismo, por supuesto, tiene sus raíces en el teísmo y gira en torno a Dios. En el modelo marxista, el Estado se convierte en el proveedor, sustentador, protector y legislador de todos los ciudadanos; en resumen, el Estado es visto como Dios. Los cristianos siempre apelan a una autoridad superior—el Dios del universo—y a los gobiernos marxistas no les gusta la idea de que haya una autoridad superior a ellos mismos.

Uno de los principios básicos del marxismo es que la idea de la propiedad privada debe ser abolida. Allí donde el marxismo se ha implantado, el Estado confisca las propiedades de los dueños de la tierra y prohíbe la propiedad privada de prácticamente cualquier cosa. Al abolir la propiedad privada, el marxismo contradice directamente varios principios bíblicos. La Biblia asume la existencia de la propiedad privada y emite mandamientos para respetarla: mandamientos como "No robarás" (Deuteronomio 5:19) carecen de sentido sin la propiedad privada. La Biblia honra el trabajo y enseña que los individuos son responsables de mantenerse a sí mismos: "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Tesalonicenses 3:10). La redistribución de la riqueza ordenada por el marxismo destruye la responsabilidad y la ética bíblica del trabajo. La parábola de Jesús en Mateo 25:14-30 enseña claramente nuestra responsabilidad de servir a Dios con nuestros recursos (privados). No hay manera de compaginar el marxismo con la parábola de los talentos.

El marxismo trata en última instancia de cosas materiales; el cristianismo trata en última instancia de cosas espirituales. Federico Engels, un estrecho colaborador de Karl Marx, dijo que la mayor intuición de Marx era que "los hombres deben ante todo comer, beber, tener cobijo y vestido antes de poder dedicarse a la política, la ciencia, el arte, la religión y cosas similares" ("Speech at the Grave of Karl Marx", Highgate Cemetery, London. March 17, 1883, transcribed by Mike Lepore - Traducción propia). En otras palabras, el marxismo busca satisfacer las necesidades físicas del hombre y plantea que, hasta que no se satisfagan esas necesidades, el hombre es incapaz de cualquier aspiración superior a una existencia animal. Jesús enseñó: "Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?... Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mateo 6:26, 33). Marx enseñó: "Buscad primero el reino de los hombres y las cosas de este mundo". Las palabras de Jesús son la antítesis del comunismo y el marxismo, y es una de las razones por las que Karl Marx denigró el cristianismo.

La utopía que el marxismo pretende desarrollar es terrenal y hecha por el hombre; los cristianos esperan que el Señor Jesús establezca algún día un reino celestial y perfecto. Los creyentes entienden que, dada la naturaleza pecaminosa del hombre, no existe un sistema perfecto en este mundo. La codicia y el abuso de poder, el egoísmo y la pereza empañarán incluso los motivos más puros.

Algunas personas intentan combinar el cristianismo con la filosofía marxista. Sus intentos pueden ser bienintencionados, pero poco prácticos. Los puritanos del Nuevo Mundo intentaron durante un tiempo la vida comunal. Cuando se fundó la colonia de Plymouth, no existía la propiedad privada y todos los alimentos se distribuían por igual entre todos, independientemente del trabajo (o la ética laboral) de cada uno. Pero ese sistema, carente de incentivos para el trabajo duro, pronto fue abandonado por ser un completo fracaso. Ver "Of Plymouth Plantation", del gobernador de la colonia de Plymouth, William Bradford, para conocer la historia completa.

Intentar combinar el cristianismo con el marxismo, también ignora sus puntos de vista ampliamente divergentes sobre el pecado, Dios, la igualdad, la responsabilidad y el valor de la vida humana. Por supuesto, algunas personas señalan Hechos 2:44-45 como prueba de que el cristianismo es compatible con el comunismo: "Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno". Aquí hay que decir dos cosas: primero, este pasaje, como gran parte de los Hechos, es descriptivo, no prescriptivo; es decir, este pasaje no contiene ninguna orden para que la iglesia funcione de esta manera; es simplemente una descripción de lo que la iglesia primitiva de Jerusalén hizo para satisfacer algunas necesidades únicas y urgentes. No hay ningún indicio de que otras iglesias neotestamentarias imitaran esta forma de compartir. En segundo lugar, los acuerdos comunitarios de los Hechos eran completamente voluntarios y estaban motivados por el amor a Cristo. Cualquier intento de aplicar esto al comunismo involuntario, secular (sin Dios) realmente no tiene sentido.

Cuando Federico Engels se enteró de que algunos cristianos estaban utilizando Hechos 2 para promover el socialismo, escribió en contra de la fusión de su filosofía con el cristianismo: "Estas buenas personas no son los mejores cristianos, aunque se autoproclamen como tales; porque si lo fueran, conocerían mejor la Biblia, y descubrirían que, si bien algunos pasajes de la Biblia pueden ser favorables al comunismo, el espíritu general de sus doctrinas es, sin embargo, totalmente opuesto a él" ("Progress of Social Reform on the Continent", in The New Moral World, 3rd Series, Nos. 19, Nov. 4, 1843, transcribed by Andy Blunden - Traducción propia). Según Engles, la Biblia y el marxismo son "totalmente opuestos".

En pocas palabras, la Biblia promueve la libertad y la responsabilidad personal, y ninguno de esos conceptos dura mucho bajo el marxismo. Por algo, en Estados marxistas como China y Vietnam comunistas y la antigua Unión Soviética, los cristianos siempre sufren persecución: las ideas que defiende el marxismo son antitéticas a las enseñanzas de Jesucristo. Las diferencias son incompatibles.

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