Respuesta:
Naamán en la Biblia fue el comandante del ejército sirio que fue sanado de su lepra por parte del profeta Eliseo. Naamán era altamente estimado por el rey de Siria (o Aram) debido a las muchas victorias obtenidas por el ejército sirio. La Biblia llama a Naamán un "hombre valeroso". Su historia está registrada en 2 Reyes 5:1-19.
Sucedió que la mujer de Naamán tenía una sirvienta, una niña israelita que había sido capturada durante una incursión siria. Un día la niña le dijo a su ama: "Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra" (2 Reyes 5:3). Naamán transmitió esta información al rey de Siria, quien envió a Naamán a Samaria con una carta al rey de Israel sobre el asunto y un regalo de plata, oro y vestiduras. En la carta, el rey sirio pedía al rey de Israel que sanara la lepra de Naamán.
Al leer la carta, el rey de Israel se asustó, creyendo que el rey de Siria estaba tratando de buscar pelea con él. Se rasgó las vestiduras (señal de aflicción) y dijo: "¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?" (2 Reyes 5:7). El rey de Israel obviamente olvidó que había un profeta que hacía milagros en su reino; los sirios sabían más acerca de la obra de Dios en Israel que el propio rey de Israel.
Eliseo se enteró de la carta y calmó el temor del rey, diciéndole que le enviara a Naamán (2 Reyes 5:8). Cuando Naamán llegó a casa de Eliseo, éste envió un mensajero para decirle que se lavara en el río Jordán siete veces, y que su carne se le restaurará, y sería limpio (versículo 10). La respuesta de Naamán a la palabra de Eliseo no fue buena. El comandante sirio estaba furioso: Eliseo no había salido a recibirle personalmente; no había pronunciado conjuros, ni había realizado ninguna ceremonia, ni había dado espectáculo alguno (versículo 11). Además, a Naamán no le gustaba la idea de bañarse en el Jordán, ya que lo consideraba peor que las aguas de su tierra natal (versículo 12). Podía haberse quedado en casa y bañarse en cualquiera de los ríos cercanos, y le habría hecho más bien que el Jordán.
Mientras el orgulloso Naamán se alejaba furioso, sus siervos le hablaron: "Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio?". (2 Reyes 5:13). El razonamiento de ellos era válido: Naamán estaba dispuesto a hacer algo monumental, incluso algo difícil, costoso o peligroso. Pero el profeta le había pedido algo sencillo. ¿No debía Naamán al menos intentarlo? Bañarse en el Jordán era fácil. Convencieron a su amo de que debía probar la cura prescrita. Así que Naamán cedió y se lavó siete veces. Para su asombro, la solución de Eliseo funcionó: "su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio" (versículo 14). Naamán estaba sano de su lepra.
Después de esto, Naamán y su séquito volvieron a Eliseo y le ofrecieron un regalo-diez talentos de plata, y seis mil piezas de oro, y diez mudas de vestidos-Eliseo podía tomar lo que quisiera. Pero el profeta de Dios no aceptó nada, a pesar de la insistencia de Naamán (2 Reyes 5:16). Eliseo dejó claro que la sanidad de Dios era gratuita y que los milagros no se vendían (ver Hechos 8:20).
Antes de volver a casa, Naamán dio pruebas de que su corazón había cambiado, al igual que su cuerpo. Le dijo a Eliseo: "He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel" (2 Reyes 5:15). En ese momento, Naamán renunció a sus ídolos paganos. Pidió que se le permitiera llevarse de Israel dos mulas cargadas de tierra en las que podría ofrecer sacrificios al Dios de Israel, prometiendo: "porque su siervo ya no ofrecerá holocausto ni sacrificará a otros dioses, sino al Señor" (versículo 17, NBLA).
Una cosa seguía remordiendo la conciencia de Naamán. Parte de su responsabilidad como comandante del ejército sirio era acompañar al rey al templo de Rimón, un dios pagano de Siria. Mientras el rey adoraba, Naamán debía estar a su lado (2 Reyes 5:18). Naamán pidió perdón al Señor por adelantado, ya que ahora sabía que Rimón era un dios falso (que no podía sanar la lepra). Eliseo le aseguró a Naamán que todo saldría bien y que Dios veía su corazón (versículo 19). Naamán regresó a Siria, regocijándose en su nueva fe y en su salud física restaurada.