Pregunta: ¿Cómo puede la Palabra de Dios dividir el alma y el espíritu (Hebreos 4:12)?
Respuesta:
Quizá una de las afirmaciones más conocidas del escritor de Hebreos es que "la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos", y que la Palabra de Dios divide incluso el alma y el espíritu (Hebreos 4:12, NBLA). La "Palabra" aquí es la Palabra escrita de Dios: la Biblia.
Es el filo, la agudeza, de la Biblia, lo que destaca el escritor de Hebreos: "más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12, NBLA). El otro pasaje en el que se compara la Palabra con una espada es Efesios 6:17, que exhorta a los cristianos a tomar "la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios". Del mismo modo que una espada física puede atravesar el cuerpo de una persona, la espada espiritual (la Palabra) puede penetrar hasta lo más profundo del corazón humano. De hecho, la Palabra de Dios es incluso más eficaz en su poder cortante que la hoja de doble filo más afilada por un experto.
Lo que Dios ha revelado es tan preciso y exacto como para emitir el más minucioso de los juicios y poder discernir dónde empiezan y acaban el alma y el espíritu. Incluso puede poner al descubierto "nuestros pensamientos y deseos más íntimos" (Hebreos 4:12, NTV).
Muchos pasajes de las Escrituras mencionan tanto el "alma" como el "espíritu". Cuando esto ocurre en la poesía hebrea (por ejemplo, 1 Samuel 1:15; Job 7:11; Isaías 26:9), el paralelismo parecería equiparar ambos términos. Otros pasajes, como 1 Tesalonicenses 5:23, sin embargo, parecen tratar el alma y el espíritu como si fueran distintos el uno del otro. Pero la división nunca se define ni se explica. Tampoco lo expone el escritor de Hebreos; solo afirma que la Palabra de Dios "Penetra hasta la división del alma y del espíritu" (Hebreos 4:12, NBLA). Nosotros no podemos discernir esa división, pero Dios sí.
Entonces, si la Palabra de Dios puede dividir el alma y el espíritu, ¿cuál es la diferencia entre el alma y el espíritu? Una forma de verlo es que el alma es la "fuerza vital" de una persona; es la esencia del ser humano. El espíritu está relacionado con el alma, pero es más concretamente la parte inmaterial de la humanidad que conecta con Dios. Como dicen los comentarios, la Palabra de Dios llega "incluso a la separación del alma animal, la parte inferior de la naturaleza incorpórea del hombre, sede de los deseos animales, que tiene en común con los brutos; compárese el mismo griego, 1 Corintios 2:14, "el hombre natural [de alma animal]” (Judas 19), del espíritu (la parte superior del hombre, receptiva del Espíritu de Dios, y que lo une a los seres celestiales)" (Jamieson, R. ; Fausset, A.; y Brown, D.; A Commentary, Critical, Practical, and Explanatory on the Old and New Testaments, 1882, anotación de Hebreos 4:12).
Sin embargo, hay otra forma de ver este pasaje. Algunos eruditos bíblicos consideran que el alma y el espíritu son la misma cosa. Los ejemplos de la frase alma y espíritu son simplemente la forma que tiene el escritor de destacar la totalidad de la persona interior. Como dice Heinrich Meyer, la referencia a "alma y espíritu" (y "coyunturas y tuétanos") es "una expresión figurada para denotar la profundidad más íntima y oculta de la vida racional del hombre" (Comentario del Nuevo Testamento, 1880, entrada para Hebreos 4:12). Y John MacArthur dice: "Estos términos [alma y espíritu] no describen dos entidades separadas (y más que “pensamientos e intenciones”), sino que se utilizan como se podría decir “corazón y alma” para expresar plenitud. . . . En otros lugares, estos dos términos se utilizan indistintamente para describir el yo inmaterial del hombre, su persona interior eterna (La Biblia de Estudio MacArthur, Versión RVR1960).
Independientemente de que el alma y el espíritu tengan realmente una línea divisoria, la Palabra escrita de Dios es viva, aguda y poderosa, y tiene la capacidad de juzgar nuestros pensamientos. La Escritura tiene un modo de poner al descubierto nuestros sentimientos y deseos más íntimos, sacar a la luz nuestros secretos y obligarnos a ser honestos ante el Dios que nos creó.
