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Pregunta: ¿Quién fue el rey Jehú en la Biblia?

Respuesta:
Antes de su reinado como rey, Jehú fue comandante del ejército de Acab (2 Reyes 9:5, 25) en el reino del norte de Israel. Jehú era hijo de Josafat, aunque se le menciona más comúnmente como hijo de Nimsi, su abuelo, tal vez porque Nimsi era más conocido. El nombre de Jehú, que significa "Yavé es él", describe bien la tarea que Dios le encomendó en el futuro: destruir la casa de Acab y el culto a Baal que prevalecía en Israel en ese tiempo.

Jehú fue una especie de reformador que Dios utilizó para limpiar el desorden que Acab había hecho. Del rey Acab se registra que "hizo lo malo a los ojos del Señor más que todos los que fueron antes que él" (1 Reyes 16:30 − NBLA). Al casarse con Jezabel, hija del rey de los sidonios, Acab fue seducido su culto idólatra a Baal y Astoret. Aunque Dios fue paciente por un tiempo con Acab, sus numerosos pecados eventualmente trajeron el juicio de Dios sobre su linaje (1 Reyes 21:20–22). Este juicio primero cae sobre la propia cabeza de Acab, ya que muere en una batalla contra los arameos (1 Reyes 22:34–38).

Dios escogió a Jehú como uno de los tres hombres que ejecutarían Su juicio sobre la familia de Acab. Dios le dijo al profeta Elías: "ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará" (1 Reyes 19:15–17). De una manera u otra, la dinastía de Acab sería destruida.

Dios también eligió a Jehú para ser el rey de Israel. Después de ser ungido rey, Jehú inmediatamente tomó medidas para asegurar el trono. Sabiendo que Joram, hijo de Acab, había ido recientemente a Jezreel para recuperarse de las heridas recibidas en una batalla contra los arameos, Jehú ordenó a sus hombres sellar la ciudad para que nadie pudiera alertar a Joram de la unción de Jehú (2 Reyes 9:1–16). Jehú se apresuró a ir a Jezreel y mató a dos de la descendencia de Acab: Joram, rey del norte de Israel; y Ocozías, rey de Judá (2 Reyes 9:14–29). Jehú luego se dirigió al palacio de Jezabel en Jezreel, donde la reina lo estaba esperando en su ventana. Por orden de Jehú, los eunucos que rodeaban a Jezabel la arrojaron por la ventana. La sangre de Jezabel salpicó el pavimento y su cuerpo fue devorado por los perros (2 Reyes 9:30–37).

Jehú no dejó a ningún hombre en pie que estuviera aliado con el rey Acab, tal como Dios había ordenado hace tiempo a través de Elías. Al entrar en el templo de Baal, Jehú mató a todos los sacerdotes de Baal y destruyó el templo y su piedra sagrada, erradicando así la adoración a Baal en Israel (2 Reyes 10:23–28).

El Señor bendijo a Jehú por su obediencia, otorgándole una dinastía que duraría hasta la cuarta generación (2 Reyes 10:30). Sin embargo, debido a que Jehú continuó aferrándose a la adoración idólatra del rey Jeroboam (2 Reyes 10:29, 31; 12:26–30), Dios comenzó a reducir el tamaño de Israel, entregándolos gradualmente al poder de Hazael de Siria (2 Reyes 10:32–33). Jehú reinó sobre Israel un total de veintiocho años y fue sucedido por su hijo Joacaz (2 Reyes 10:35–36).

A través de Jehú podemos aprender que, aunque es cierto que Dios bendice y concede éxito a aquellos que buscan obedecerle, Dios también puede y retirará Su bendición de quien elige vivir deliberadamente en pecado. Como dice Jesús en Mateo 6:24, "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro". No podemos servir a Dios mientras seguimos aferrados a dioses falsos. Como dijo Josué, debemos escoger hoy a quién queremos servir (Josué 24:15). ¿Dónde reside tu lealtad?

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