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Pregunta: ¿Quién fue Simeón en la Biblia?

Respuesta:
El nombre Simeón aparece para cuatro hombres en la Biblia: Simeón, hijo de Jacob (Génesis 29:33); Simeón, un hombre en Jerusalén que conoció al niño Jesús (Lucas 2:25); Simeón, nombrado en el linaje de Jesús (Lucas 3:30); y Simeón/Simón de la iglesia en Antioquía (Hechos 13:1). Este artículo se centrará en dos Simeones: el hijo de Jacob y el hombre mencionado en Lucas 2.

En el Antiguo Testamento, Simeón es el segundo hijo de Jacob, nacido de Lea, la mujer de Jacob. Jacob era el patriarca, o padre, de las doce tribus de Israel y había recibido el Pacto Abrahámico (Génesis 28:14-15).

Simeón era un hombre colérico y violento. Su hermana Dina fue raptada y mancillada por un heveo llamado Siquem, hijo del gobernante de aquella zona (Génesis 34:2). Cuando Jacob y sus hijos se enteraron de esto, "se entristecieron los varones, y se enojaron mucho, porque hizo vileza en Israel acostándose con la hija de Jacob, lo que no se debía haber hecho" (Génesis 34:7). Todos los hermanos conspiraron para iniciar un plan para establecer un falso acuerdo con la familia de Hamor (Génesis 34:13). El acuerdo consistía en circuncidar a todos los hombres de la ciudad (versículo 15). Pero, en lugar de que la familia de Jacob y la familia de Hamor vivieran juntas pacíficamente, como se le hizo creer a Hamor (Génesis 34:21), los hijos de Jacob, incluido Simeón, trataron de vengar a su hermana. Después de que los hombres de la ciudad habían sido circuncidados, mientras todavía les dolía, Simeón y Leví "tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. Y a Hamor y a Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem, y se fueron" (Génesis 34:25-26). Jacob reprendió a Simeón y Leví por su acto sangriento: "Me habéis turbado con hacerme abominable a los moradores de esta tierra, el cananeo y el ferezeo" (Génesis 34:30).

Posteriormente, cuando Jacob se acercaba a la muerte, dio a sus hijos la bendición patriarcal. En ese momento, recordó los pecados de Simeón y Leví, diciendo: "Simeón y Leví son hermanos; armas de iniquidad sus armas. En su consejo no entre mi alma, ni mi espíritu se junte en su compañía. Porque en su furor mataron hombres, y en su temeridad desjarretaron toros. Maldito su furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura. Yo los apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel" (Génesis 49:5-7). Las palabras de Jacob se cumplieron, ya que siglos después, tras la conquista de la Tierra Prometida, la tribu de Simeón era pequeña y se vio obligada a compartir territorio con Judá, una tribu más grande y poderosa (Josué 19:1-9). La maldición sobre Simeón nos recuerda que la venganza sólo le pertenece a Dios (Génesis 4:15; Salmo 38:20; 1 Pedro 3:9).

La Biblia también muestra que Simeón era un hombre de envidia y odio. Él y sus hermanos estaban celosos del amor de su padre por José y enfurecidos por los sueños de José que los hermanos interpretaron como arrogancia, por lo que vendieron a José como esclavo (Génesis 37). Simeón fue entonces cómplice de hacer creer a su padre que José había sido asesinado por un feroz animal. Después, José, en su cargo de gobernador de Egipto, puso a prueba a sus hermanos y encarceló a Simeón hasta que sus hermanos regresaron de Canaán (Génesis 42:18-19, 24).

A pesar de la maldad de Simeón, vemos el amor y la gracia de Dios. Simeón fue justamente reprendido y maldecido por su padre, pero también fue honrado por Jacob, como queda registrado en dos momentos especiales. El primero ocurre cuando a Jacob, todavía afligido por la supuesta muerte de José, se le presenta la posibilidad de perder también a Simeón y lo compara con sus dos hijos predilectos, José y Benjamín: "Me habéis privado de mis hijos; José no parece, ni Simeón tampoco, y a Benjamín le llevaréis; contra mí son todas estas cosas" (Génesis 42:36). También vemos la gracia de Jacob cuando reconoce a los hijos de José como iguales a Rubén y Simeón, su primogénito y su segundo. En esta bendición de sus nietos, Jacob, a pesar de la violencia, el asesinato y las mentiras anteriores de Simeón, reconoce el lugar que le corresponde a Simeón en la familia.

En Apocalipsis 7:7 la tribu de Simeón aparece en un lugar de honor, entre las doce tribus de Israel que son selladas por la protección de Dios en la tribulación. Simeón, hijo de Jacob, es mencionado en todo el Pentateuco y siete veces en el libro de Josué. Simeón y/o la tribu que lleva su nombre también se menciona en los registros históricos de 1 y 2 Crónicas y en el libro de Ezequiel.

El otro Simeón sobresaliente en la Biblia era un hombre de Jerusalén (Lucas 2:25) que vivía en la época en que nació Jesús. La reputación de Simeón era la de ser "justo y piadoso" (Lucas 2:25). Durante generaciones, el pueblo de Dios esperó un Mesías, un Salvador. Simeón era como sus compatriotas israelitas, pues esperaba "la consolación de Israel" (versículo 25). El concepto de consolación implica consuelo. La nación de Israel esperaba el consuelo de Dios, esperando que Él viniera a rescatarlos (Lucas 23:50-51; Marcos 15:43; Hechos 10:22), tal como lo había hecho al liberarlos de la esclavitud y sacarlos de Egipto (Éxodo 14). Simeón era único en lo que sabía, a saber, que vería al Mesías con sus propios ojos, pues "le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor" (Lucas 2:26).

José y María, fieles a la Ley, viajaron a Jerusalén cuando Jesús era todavía un niño para presentarlo a Dios en el templo (Lucas 2,22; cf. Éxodo 13,1-2). Fue durante su visita al templo cuando Simeón vio a Jesús, la tan esperada "consolación de Israel". No sabemos cuánto tiempo había esperado Simeón, pero sí sabemos que fue guiado por el Espíritu para ir al templo aquel día, y reconoció a Jesús en cuanto lo vio.

Cuando Simeón vio al niño Jesús, lo tomó en sus brazos y dijo,

"Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,

Conforme a tu palabra;

Porque han visto mis ojos tu salvación,

La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;

Luz para revelación a los gentiles,

Y gloria de tu pueblo Israel" (Lucas 2:29-32).

Las palabras de Simeón afirman que 1) Jesús sería la salvación del mundo, 2) entregaría la verdad no sólo a los de Israel, sino también a los gentiles, y 3) Jesús traería la gloria al pueblo de Israel. Lucas relata que los padres de Jesús "estaban maravillados de todo lo que se decía de él" (Lucas 2:33).

Simeón habló con María, la madre de Jesús. Simeón dijo: "He aquí, este está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones" (Lucas 2:34). En esta profecía, Simeón dijo que 1) parte del pueblo judío creería que Jesús es la "consolación de Israel", y parte no, 2) habría mucha oposición a Jesús en el futuro, 3) Jesús revelaría la verdad, y 4) el sufrimiento de Jesús causaría mucho dolor a María, personalmente.

Simeón es un testimonio de cómo nosotros también debemos anticipar la llegada del Mesías. Simeón esperaba la primera venida de Cristo, y nosotros anticipamos su segunda venida (ver Hechos 1:11 y Tito 2:13).

Jesús, la "consolación de Israel", es el consuelo de todos los que creen en Él, y Simeón es un faro de fe en un mundo incrédulo y una garantía positiva de que "la esperanza no avergüenza" (Romanos 5:5).

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