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Pregunta: ¿Qué es el Valle de la Matanza en Jeremías 7:32?

Respuesta:
En Jeremías 7, Dios llama a Judá a enderezar su camino. Si lo hacen, Él les permitirá habitar en la tierra (Jeremías 7:3). También les advierte sobre "el Valle de la Matanza" (Jeremías 7:32), donde moriría un gran número de judíos rebeldes.

Dios había hecho promesas incondicionales a Abraham de que sus descendientes poseerían la tierra (por ejemplo, Génesis 15:18–21). Dios había permitido que los descendientes de Abraham vivieran en parte de esa tierra durante unos ochocientos años. Pero habían sido infieles a otro pacto que Dios había hecho con Israel a través de Moisés. El Pacto Mosaico, como a menudo se le llama, era condicional. En él, Dios declaró que, si Israel era fiel en obedecer el pacto, entonces Él permitiría que esa generación viviera en la tierra. Si desobedecían lo que Dios había ordenado en ese pacto, entonces Él los removería de la tierra (Deuteronomio 28–29). A medida que la historia del Antiguo Testamento se desarrollaba, era evidente que la nación había roto el pacto y estaba viviendo en desobediencia a Dios. Es por esto que Dios llama al pueblo a enmendar sus caminos (Jeremías 7:3). Él les advierte que no confíen en el hecho de que el templo de Dios estaba en Jerusalén (Jeremías 7:4). No tendrían nada que temer si simplemente corregían sus caminos y obedecían lo que Dios les había dicho (Jeremías 7:5–7).

La gente de la época de Jeremías se engañaba a sí misma, pensando que podían cometer todo tipo de maldades y luego simplemente entrar en el templo y ser perdonados (Jeremías 7:8–10). Dios les advierte que Él destruiría Su templo y expulsaría al pueblo (Jeremías 7:12–15). Dios derramaría Su ira sobre todo ese lugar (Jeremías 7:20) y los introduciría en el Valle de la Matanza (Jeremías 7:32).

En la terquedad de sus corazones, la gente confiaba en holocaustos y sacrificios y se alejaba de la voz de Dios (Jeremías 7:21–24). Durante muchos años, Dios había hablado al pueblo a través de los profetas, pero el pueblo se empeñó aún más en hacer el mal (Jeremías 7:25–26). El pueblo incluso puso instrumentos de idolatría en el templo de Dios (Jeremías 7:30). Construyeron lugares altos (altares para adorar a dioses falsos) en Tofet, en el Valle de Hinom, con el propósito de ofrecer sacrificios humanos (Jeremías 7:31). Ese lugar sería un epicentro de la ira de Dios. El lugar ya no se llamaría Tofet, ni el valle del hijo de Hinom. En su lugar, sería llamado el Valle de la Matanza porque habría mucha gente para enterrar allí (Jeremías 7:32). Había ironía en este escalofriante juicio, ya que la gente usaba esa ubicación para homicidios idólatras y rituales, y pagarían, en ese mismo lugar, con sus propias vidas. Dios convertiría toda la tierra en una completa ruina (Jeremías 7:34).

El Valle de la Matanza nos recuerda tanto la santidad como la gracia de Dios. Dios había advertido al pueblo durante siglos, una y otra vez. Les había proporcionado profetas y les había instado a cumplir Su palabra y ser fieles al pacto que habían hecho. Sin embargo, en lugar de enmendar sus caminos, la gente continuó en su pecado e incluso lo empeoró hasta el punto de que estaban cometiendo homicidio en nombre de la adoración a sus diversos dioses. A pesar de su pecado y del juicio venidero, Dios permitiría que un remanente sobreviviera, y un día restauraría la nación, haciendo un nuevo pacto con ellos que sería sin condiciones. Él mismo lo cumpliría, y el Valle de la Matanza sería algún día un lejano recordatorio del precio de su maldad.

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