Pregunta: ¿Qué significa que Jesús dijera: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" (Apocalipsis 21:5)?
Respuesta:
En el principio creó Dios los cielos y la tierra, y declaró que todo era muy bueno (Génesis 1:31). Sin embargo, la humanidad pecó, estropeando la creación de Dios. El mundo dejó de ser "bueno". Desde Génesis 3 hasta Apocalipsis 20, la tierra y todos los que la habitan experimentan el pecado y la muerte (Romanos 5:12). Sin embargo, algo cambiará después del juicio del gran trono blanco. Después de que el pecado sea juzgado eternamente, Dios promete un cielo nuevo y una tierra nueva donde cesarán el sufrimiento, el dolor, el pecado y la muerte por toda la eternidad. Esta creación futura da esperanza a los creyentes y afecta a nuestras vidas en la tierra mientras esperamos ansiosamente que se cumpla esta promesa: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" (Apocalipsis 21:5).
En Apocalipsis 21, Juan relata haber visto el cielo nuevo y la tierra nueva. Ve una magnífica Ciudad Santa, donde Dios habita en medio de Su pueblo. Es aquí donde Dios promete enjugar toda lágrima de los ojos de Su pueblo. Ya no habrá muerte, luto, llanto ni dolor. Por fin, toda la creación estará libre del reino y de los efectos del pecado. Después de observar todo esto, Juan ve a Jesús sentado en el trono, declarando: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas". Este cielo y tierra nuevos es lo que anhelan los creyentes, junto con toda la creación (ver Romanos 8:19).
Cuando alguien confía en Dios para su salvación, el Espíritu Santo mora en él y se convierte en una nueva creación. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas" (2 Corintios 5:17, NBLA). El creyente ya no está atado por el pecado; nos convertimos en nuevas creaciones, capaces de agradar a Dios y vivir a Su manera. Gálatas 2:20 resume bien nuestra nueva condición: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Ya no vivimos para nosotros mismos, sino que vivimos para Aquel que es la vida (Juan 1:3-4). Se produce una transformación en los que se rinden a Dios, y de ellos también se puede decir: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas".
Convertirse en una nueva creación afecta a nuestra forma de vivir. La Palabra de Dios nos recuerda que debemos despojarnos de nuestros antiguos modos de vida pecaminosos (Efesios 4:22-24, Colosenses 3:9). En lugar de vivir en el pecado y para nosotros mismos, estamos llamados a "[revestirnos] del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de Aquel que lo creó" (Colosenses 3:10, NBLA). La regeneración tiene lugar en el momento de la salvación, pero la santificación continúa a medida que crecemos en la fe y en Su semejanza (2 Corintios 3:18). Algunas formas de crecer son el estudio de la Palabra de Dios, la oración, la comunión con otros creyentes y el sufrimiento. "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" es una declaración que afecta la manera en que vivimos cuando confiamos en Cristo para la salvación.
"He aquí, yo hago nuevas todas las cosas" es una verdad anticipada desde el principio. Cuando Adán y Eva pecaron, Dios dejó entrever esta promesa al juzgar el pecado y prometer al Mesías (Génesis 3). El profeta Isaías declara que la salvación solo se encuentra en Dios y que ciertamente juzgará el pecado, y profetiza sobre el cielo nuevo y la tierra nueva: "Por tanto, Yo creo cielos nuevos y una tierra nueva, y no serán recordadas las cosas primeras ni vendrán a la memoria" (Isaías 65:17, NBLA). Este mundo pecaminoso y depravado no es el último destino de Dios para quienes confían en Él, y nosotros, como Pablo, anhelamos el momento en que Dios "[reunirá] todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra" (Efesios 1:10).
La decadencia, la destrucción, la muerte y el mal forman parte de nuestras vidas en esta tierra. Incluso la naturaleza gime para librarse de la maldición (Romanos 8:22). Sin embargo, la declaración de Jesús: "He aquí, yo hago nuevas todas las cosas", nos da la esperanza de que un día seremos libres de las consecuencias y los efectos del pecado y viviremos con Él en un cielo y una tierra nuevos. Esta verdad nos hace vivir con ansiosa expectación, buscando conocerlo más, parecernos más a Él y darlo a conocer. Nuestro futuro esperanzador es lo que cambia nuestra forma de vivir mientras esperamos que Jesús haga nuevas todas las cosas.