Pregunta: ¿Qué era el templo de Zorobabel o el segundo templo?
Respuesta:
En el 538 a.C., Zorobabel, líder de la tribu de Judá, formó parte de la primera oleada de cautivos judíos que regresaron a Jerusalén (Esdras 1:1-2). El rey persa nombró a Zorobabel gobernador de Judá (Hageo 1:1), y de inmediato Zorobabel comenzó a reconstruir el templo con la ayuda de Josué, el sumo sacerdote (Esdras 3:2-3, 8). El primer templo, construido por el rey Salomón, había sido destruido por los babilonios en el 586 a.C. (2 Reyes 25: 8-10).
A Zorobabel le llevó dos años reconstruir los cimientos del templo. Posteriormente, la construcción se retrasó por los colonos samaritanos cuyas muestras amistosas enmascaraban una hostilidad oculta (Esdras 4:1-5). Como resultado de esta oposición a la construcción del templo, Persia retiró su apoyo al proyecto, y durante diecisiete años el templo quedó sin terminar (Esdras 4:21).
Finalmente, Dios envió a los profetas Hageo y Zacarías para alentar y apoyar a Zorobabel (Esdras 5:1-2), y los trabajos en el segundo templo se reanudaron. Cuatro años después, en el 516 a.C., el templo se terminó y se dedicó con gran alborozo (Esdras 6:16). Los judíos también celebraron la Pascua (Esdras 6:19). Es interesante que Zorobabel nunca sea mencionado en relación con las ceremonias de dedicación, ni su nombre vuelva a ser mencionado después de Esdras 5:1. Por esta razón, el templo de Zorobabel a menudo se refiere simplemente como el "segundo templo".
Es evidente que el Señor Dios estaba complacido con los esfuerzos de Zorobabel en llevar a los cautivos de regreso a Jerusalén, en la construcción del segundo templo, y en restablecer el culto en el templo (Esdras 3:10). Con el estímulo de Dios, Hageo dio a Zorobabel una bendición especial: “‘En aquel día’—declara el Señor Todopoderoso—‘te haré, Zorobabel hijo de Salatiel, mi sello de autoridad, porque yo te he escogido’—afirma el Señor Todopoderoso” (Hageo 2:23).
Al ser construido el segundo templo, había un grupo de judíos en Jerusalén bastante desilusionados. Los judíos mayores que recordaban el tamaño y la grandeza del primer templo consideraban el templo de Zorobabel como un pobre sustituto del original. Según ellos, no se podía comparar con el esplendor del templo de Salomón. Era cierto que el templo de Zorobabel fue construido a una escala más pequeña y con muchos menos recursos. Además, el templo de Salomón había albergado el Arca de la Alianza, que ya no estaba en posesión de Israel. Y en la dedicación del primer templo, el altar había sido encendido por fuego del cielo, y el templo había sido llenado con la Shekiná; quienes asistieron a la dedicación del segundo templo no fueron testigos de tales milagros. Aun así, Hageo profetizó que un día el segundo templo tendría una magnificencia que eclipsaría la gloria del primero (Hageo 2:3–9). Las palabras de Hageo se cumplieron 500 años después con la llegada de Jesucristo (Lucas 2:22, 46; 19:45). El templo de Zorobabel no fue exteriormente tan impresionante como el de Salomón, pero tuvo una gloria mayor: el Mesías mismo caminó por los patios del templo que Zorobabel construyó.