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Pregunta: ¿Qué significa que "Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican" (Salmo 127:1, NBLA)?

Respuesta:
El Salmo 127:1 (NBLA) dice: "Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia".

Este versículo revela la clave del éxito en cualquier actividad y también la soberanía absoluta de Dios sobre toda persona y acontecimiento. En cualquier actividad, necesitamos la bendición de Dios. Todo lo que logremos en la vida será en vano si el Señor no está en ello. Podemos "edificar" y podemos "vigilar", pero es el Señor quien garantiza que todo salga bien.

La cláusula "Si el Señor no edifica la casa", no implica que el Señor tenga un martillo y clavos y realmente realice el trabajo de construcción. Más bien habla metafóricamente de la intervención directa del Señor en nuestras vidas. La palabra hebrea para "casa" en el Salmo 127:1 aparece casi mil veces en la Biblia. Se usa literalmente para referirse a templos, palacios y casas, y en sentido figurado para referirse a hogares y familias, todas ellas estructuras importantes en la vida de una persona. La palabra representa no solo la vivienda principal, sino también el sentido de identidad, seguridad y lugar en este mundo. No podemos esperar razonablemente tener una vida plena y de verdadero éxito sin la ayuda, la guía y la protección de nuestro Padre celestial sobre nuestra "casa".

No importa cuán hábiles o diligentes sean los trabajadores, "el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo" (NTV) a menos que el Señor construya la casa. Él es el maestro carpintero de nuestras vidas. Él es la fuente de la sabiduría, que es el material de construcción más valioso: "Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará; y con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable" (Proverbios 24:3-4).

He aquí otras cosas que dice la Biblia sobre la soberanía de Dios en la construcción de la "casa" de nuestras vidas: "Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas" (Proverbios 3:5-6, NBLA). "Muchos son los planes en el corazón del hombre, mas el consejo del Señor permanecerá" (Proverbios 19:21, NBLA).

David reveló que "Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas" (Salmo 139:16). El Señor le dijo a Jeremías: "Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jeremías 1:5). Su plan para nosotros es igual de cierto, escrito desde la eternidad: "según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad" (Efesios 1:4-5).

Entonces, el Señor tiene un plan para nosotros y tenemos la responsabilidad de cooperar en ese plan. Los que edifican la "casa" en el Salmo 127:1 no dejan de trabajar, pero ellos reconocen que necesitan la dirección y la bendición de Dios en su trabajo. Es decir, trabajamos, pero recordamos que, a menos que el Señor construya la casa, nuestro trabajo es en vano.

Jesús usó una metáfora similar en Su Sermón del Monte, donde advirtió que "cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina" (Mateo 7:26-27). El hombre insensato trabajó en su casa, pero tontamente dejó al Señor fuera del proceso.

El rico necio en la parábola de Jesús había alcanzado todo tipo de logros mundanos, pero en la cúspide de su éxito, Dios le pidió su vida. "Y lo que has provisto, ¿de quién será?" Le pregunta Dios (Lucas 12:20). El hombre rico en Lucas 16 también tuvo mucho éxito, pero muere en el versículo 22; en el siguiente versículo, él está en el Hades en tormento. "Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican".

Tratar de lograr algo sin la bendición de Dios, aparte de Su sabiduría, es tonto. Conduce a la futilidad al final y al lamento de Eclesiastés 1:2: "Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad".

El Salmo 127:1, con su condición de que el Señor construya la casa, contiene tanto una advertencia como una promesa. Si quieres éxito, alinea tus planes personales con el plan de Dios para tu vida; cuando eso sucede, el fracaso definitivo se vuelve imposible y se garantiza el éxito definitivo.

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