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Pregunta: Si Dios detesta el aborto, ¿por qué permite los abortos espontáneos?

Respuesta:
Dios a veces permite los abortos espontáneos por sus propios propósitos. Hay que hacer una distinción importante entre un aborto espontáneo que ocurre naturalmente y el final deliberado de una vida humana en un aborto. Aunque en el mundo médico la pérdida del embarazo se conoce como un "aborto espontáneo", no tiene nada que ver con el aborto inducido o el aborto a pedido. Uno es no planeado (desde la perspectiva humana); el otro es intencional. Uno se basa en la autoridad de Dios sobre la vida y la muerte; el otro es una usurpación humana de la autoridad divina.

Una forma común de aborto espontáneo es el embarazo ectópico. Un embarazo ectópico ocurre cuando un óvulo fertilizado se implanta en cualquier lugar distinto al útero. Estos embarazos no pueden proceder normalmente. Aunque el óvulo está fertilizado y el embrión ha crecido hasta cierto grado, nunca puede desarrollarse completamente, excepto en circunstancias raras. El huevo fertilizado a menudo se implanta en una trompa de Falopio, en un ovario, o en el cuello del útero. Ninguno de esos lugares está diseñado para soportar una vida en crecimiento, y el embarazo terminará en un aborto espontáneo o en algunos casos, a través de una intervención quirúrgica para proteger la salud de la madre.

La eliminación de un embarazo ectópico, incluso a través de una intervención médica, no es lo mismo que un aborto. Un aborto inducido termina la vida de un bebé en crecimiento que de otra manera se desarrollaría hasta una etapa en la que podría sobrevivir fuera del útero. Si se deja solo, un niño por nacer en el útero continúa creciendo y desarrollándose. El aborto pone fin a esa vida de forma prematura. En un embarazo ectópico, en cambio, es probable que el óvulo fertilizado nunca alcance una etapa en la que el bebé pueda sobrevivir fuera de la madre. El embrión generalmente muere por sí solo. Los restos son expulsados naturalmente o removidos por un médico. En algunos casos, el crecimiento de un embarazo ectópico provoca sangrado severo, dolor, o condiciones que ponen en riesgo la vida y requieren la eliminación quirúrgica del embrión.

En este mundo roto, dominado por el pecado, Dios ha permitido muchas cosas que no le gustan. Los abortos espontáneos, embarazos ectópicos y defectos de nacimiento están entre ellos. Guerras, desastres naturales, enfermedades, muerte, crimen, y todas las demás manifestaciones del pecado están permitidas permanecer por un tiempo. Todos son parte de la maldición del pecado en este mundo caído. Mientras Dios controla todo, aún permite lo que odia para lograr lo que desea (ver Isaías 46:9-11).

Jesús nos dio una visión de la mente de Dios cuando respondió a una pregunta sobre un hombre que nació ciego. Preguntado acerca de cuál pecado causó que el hombre naciera sin la capacidad de ver, Jesús respondió: "No es que pecó este, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:3). En ese caso, las "obras de Dios" resultaron en una curación milagrosa por lo cual muchos creyeron en Cristo. Dios permite otras situaciones difíciles también para dar lugar a un bien mayor (Proverbios 19:21).

Como Dios es el creador de toda vida, él solo puede tomar esa vida en desarrollo sin ser un asesino. Cuando los seres humanos interrumpen la obra creadora de Dios a través del aborto, usurpamos un poder que solo le pertenece a Creador (Salmos 139:13-16).

Solo Dios puede traer un bien eterno de situaciones que no son buenas (Romanos 8:28). No tenemos el poder de hacer eso. No iniciamos ese pequeño corazón latiendo, creamos la sangre que fluye por las venas del feto, ni preordenamos los días de la vida de un niño como lo ha hecho Dios. Por lo tanto, cuando los seres humanos inducen un aborto, estamos destruyendo la obra creadora de Dios sin su permiso. Sin embargo, cuando Dios elige, a través del aborto espontáneo, tomar temprano una vida infantil, tiene el derecho de hacerlo. Es su hijo, su obra, su obra maestra (Efesios 2:10; Marcos 10:14).

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