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El absurdismo se refiere a una filosofía derivada del existencialismo pero llevada al extremo. El absurdismo se expresa a menudo en la literatura atea, aunque sea accidentalmente. En resumen, el absurdismo afirma que el universo no es intrínsecamente racional, ni tiene ningún propósito concreto. Como resultado, cuando el hombre intenta dar sentido a la realidad, solo encuentra confusión y conflicto.
El absurdismo sugiere que la existencia no se puede entender de ninguna forma objetiva o significativa. Lo único que podemos hacer es aplicar una experiencia subjetiva, que tal vez compartan otros. Pero no podemos, según el absurdista, dar verdadero sentido a un universo que es de por sí insensato y aleatorio.
El absurdismo ha inspirado todo un género de literatura teatral llamado apropiadamente teatro del absurdo. Dramaturgos como Samuel Beckett y Eugène Ionesco crearon obras en las que no hay argumento, ni acción que avance, y en las que abundan los non sequiturs y los diálogos circulares y repetitivos. En Esperando a Godot, de Beckett, por ejemplo, dos vagabundos se pasan toda la obra esperando a alguien (o algo) sin saber por qué están esperando o si él (o ello) llegará algún día. El tema absurdista comunica el hecho de que no existe un propósito real para la existencia de los vagabundos.
El absurdismo es un subconjunto de la filosofía del existencialismo. El existencialismo sugiere que la experiencia humana no se puede comprender totalmente mediante la razón pura, sino que requiere ciertos "saltos" de fe. Esto no es exactamente lo mismo que el absurdismo; no todos los existencialistas niegan el orden o el sentido del universo. El propio existencialismo solo sugiere que los detalles más sutiles de tales cosas están más allá de la comprensión humana. El absurdista lleva esto más lejos al sugerir que luchamos por discernir el orden y el sentido porque el universo no está ordenado ni tiene sentido.
Obviamente, el absurdismo está estrechamente relacionado con una visión atea del mundo. El concepto de una realidad totalmente carente de propósito es incompatible con cualquier noción de Dios o dioses. Curiosamente, aunque no todos los ateos son absurdistas declarados, el verdadero ateísmo implica absurdismo. En otras palabras, se puede creer en la razón o en el ateísmo, pero no en ambos. Los filósofos han señalado que, si no hay diseño ni finalidad en el universo, entonces los pensamientos humanos no son más que interacciones de partículas impulsadas por el azar. Por definición, eso significaría que incluso nuestros propios pensamientos y mentes no son fiables y carecen de significado. La "moralidad" no sería más que otro efecto secundario subjetivo, sin sentido y sin propósito de la física ciega. En otras palabras, si el ateísmo es cierto, la "razón" no existe, y la negación de la razón es una explicación simplificada del absurdismo.
Un componente importante del absurdismo filosófico es la idea de angustia y conflicto. Escritores como Sartre y Camus exploraron en muchas ocasiones sentimientos de desesperanza, frustración y desesperación al enfrentarse al concepto de una existencia sin propósito, sin corazón y sin sentido. Los existencialistas no absurdistas, como Kierkegaard, pudieron moderar sus frustraciones e incertidumbres aceptando la idea de que el propósito y el significado estaban simplemente más allá de la comprensión humana, en lugar de ser ficticios.