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Pregunta: ¿Qué es el antiintelectualismo? ¿Es el cristianismo antiintelectual?

Respuesta:
El término antiintelectual fue popularizado por el historiador Richard Hofstadter en la década de 1960. Desde entonces, el concepto se ha aplicado ampliamente, muchas veces más allá de su significado inicial. Describir algo como "antiintelectual" siempre es negativo. Esto hace que el mal uso del término sea aún más confuso. Todas las personas, de todas las tendencias espirituales y políticas, pueden incurrir en el antiintelectualismo. Sin embargo, ni la Biblia ni el cristianismo fomentan una visión antiintelectual.

El sentido original de antiintelectualismo de Hofstadter no tenía nada que ver con suponer que una persona fuera estúpida o, en general, inculta. Más bien, el antiintelectualismo denotaba la creencia de que el sentido común y la experiencia personal eran más fiables que la teoría académica o la pericia. En su libro de 1963 Anti-Intellectualism in American Life, lo asoció con

resentimiento y sospecha de la vida de la mente y de quienes se considera que la representan; y una disposición constante a minimizar el valor de esa vida (Vintage Books, p. 7).

La política personal de Hofstadter era obvia en sus ejemplos, pero la teoría sigue siendo útil. Para que una actitud sea verdaderamente antiintelectual, debe descartar de plano la educación o la experiencia. O una persona debe rechazarlas como irrelevantes frente a su propia vivencia. Cuestionar las conclusiones o las aplicaciones no es antiintelectual. Tampoco lo es el escepticismo cauto ante las ideas y la información. En el fondo, el antiintelectualismo implica que el mundo académico es, en el mejor de los casos, inútil y, en el peor, un peligroso asalto al poder. A veces, se convierte en una desconfianza hacia la educación porque ese conocimiento se opone a una idea predilecta.

La Escritura aplaude la educación y el conocimiento (Proverbios 18:15) y elogia a los que buscan la sabiduría (2 Crónicas 1:10-12). Fomenta el escepticismo prudente (1 Juan 4:1), la reflexión cuidadosa (Juan 7:24) y la comprobación de los hechos (Hechos 17:11). Se desestimó el evangelismo de Pablo llamándole demasiado culto para su propio bien (Hechos 26:24). Las primeras líneas del libro de los Proverbios refutan directamente el antiintelectualismo:

"Para aprender sabiduría e instrucción, para discernir dichos profundos, para recibir instrucción en sabia conducta, justicia, juicio y equidad; para dar a los simples prudencia, y a los jóvenes conocimiento y discreción. El sabio oirá y crecerá en conocimiento, y el inteligente adquirirá habilidad, para entender proverbio y metáfora, las palabras de los sabios y sus enigmas. El temor del Señor es el principio de la sabiduría; los necios desprecian la sabiduría y la instrucción (Proverbios 1:2-7, NBLA).

Al mismo tiempo, las Escrituras advierten contra el enfoque "pseudointelectual". Esta mentalidad se basa en el pensamiento engañoso (Colosenses 2:8) o en la obstinación (Juan 5:39-40). Las Escrituras tampoco avalan la confianza en expertos y académicos por el mero hecho de que estén bien formados. Es posible depositar una confianza indebida en quienes nos dicen lo que queremos oír (2 Timoteo 4:3; Proverbios 18:17). Es especialmente peligroso aceptar consejos espirituales de quienes no tienen relación con Cristo (1 Corintios 2:14).

El antiintelectualismo puede aplicarse para defender cualquier punto de vista. Simplemente, requiere insistir en que la perspectiva personal es "obviamente" más correcta que la académica o teórica. Por ejemplo, una persona puede creer que el sol orbita alrededor de la tierra: no siente que la tierra gire y ve que el sol "sale" y "se pone". Cuando se ignoran los datos empíricos que demuestran que la tierra orbita alrededor del sol porque "cualquiera puede decir que eso no es cierto", entonces se ha cruzado una línea que conduce al antiintelectualismo.

Por supuesto, la acusación de "antiintelectual" suele esgrimirse contra cualquiera que no acepte inmediatamente una conclusión. Este tipo de insultos es injusto, ya que incluso los expertos necesitan utilizar un buen razonamiento y pruebas sólidas. De hecho, el mundo académico puede hacer que una persona se desvincule de las aplicaciones prácticas. Un experto en el tema A no es automáticamente una autoridad en los campos B, C, D, etc. "Porque lo digo yo" no es una justificación válida para aceptar la idea de un académico. Es posible que un "experto" esté equivocado o promueva una aplicación poco razonable de sus hechos. También es posible que la gente defienda una idea preferida que ellos mismos no comprenden del todo; estas personas pueden simplemente tachar de incultos a quienes no están de acuerdo con ellos.

A su manera, el antiintelectualismo sigue una forma de lógica. Cuando algo parece obvio -debido a la perspectiva personal, la cultura o la tradición-, las razones para cambiar ese punto de vista pueden ser poco claras. Puede que se necesiten conocimientos especializados para comprender exactamente por qué la idea original es falsa. Pero si algo parece obvio y la contraexplicación no tiene sentido, el argumento no será convincente. Lo que se requiere, entonces, es confianza en el "experto", y aquí es donde se produce el fallo con más frecuencia. Que la confianza o la desconfianza estén justificadas es, en sí mismo, lo que separa el antiintelectualismo, el escepticismo razonable y la fe ciega en el mundo académico.

La política es una rica fuente de ejemplos de antiintelectualismo. La política, por naturaleza, busca la aprobación del mayor número posible de personas, en su mayoría no académicas y no expertas. Un político cínico encuentra este terreno fértil para las tácticas antiintelectuales. Se presiona a las personas de cualquier tendencia política para que dejen de lado la razón, las pruebas o la experiencia cualificada en favor de los sentimientos, las preferencias, la tradición, el tribalismo u otras preocupaciones.

Como nota final, a veces se ridiculiza la actitud antiintelectual refiriéndose a la gente como "filisteos". Esto solo tiene una oscura conexión con el grupo de personas que se mencionan en la Biblia. La Biblia no describe a los filisteos como incultos, sino como enemigos del pueblo de Dios, los israelitas. A lo largo de los años, la palabra en español filisteo ha desarrollado el sentido de "persona culturalmente deficiente" o "enemigo del intelectualismo".

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