Respuesta:
El Antiguo Pacto era un acuerdo condicional o bilateral que Dios hizo con los Israelitas. El Antiguo Pacto estaba en vigor durante la dispensación de la Ley. Es "viejo" en comparación con el Nuevo Pacto, prometido por el profeta Jeremías (Jeremías 31:31, 33) y hecho efectivo por la muerte del Señor Jesús (Lucas 22:20). En el Antiguo Pacto, se requería que los Israelitas obedecieran a Dios y cumplieran la Ley, y a cambio Él los protegía y bendecía (Deuteronomio 30:15-18; 1 Samuel 12:14-15). En el Nuevo Pacto, las cosas cambian y Dios se convierte en la fuente proactiva e incondicional de salvación y bendición. En el Nuevo Pacto, "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8).
El autor de Hebreos detalla algunas de las diferencias entre el Antiguo Pacto y el Nuevo. El Antiguo Pacto requería repetidos sacrificios diarios de animales como un recordatorio del pecado del pueblo. Pero "porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados" (Hebreos 10:4). Bajo el Nuevo Pacto, "somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre" (versículo 10), terminando la necesidad de sacrificios animales. "Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado" (versículo 18).
Bajo el Antiguo Pacto, solo el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo donde moraba la presencia de Dios, y eso solo una vez al año. Pero bajo el Nuevo Pacto, Jesús es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 10:21), "así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo" (versículo 19), y podemos "acercarnos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe" (versículo 22).
El Antiguo Pacto era un conjunto de regulaciones externas que se aplicaban hasta la llegada del nuevo orden (Hebreos 9:10). Tras la muerte y resurrección de Jesús, las regulaciones externas dieron paso a un cambio interno de corazón (ver Gálatas 6:15). El Antiguo Pacto se cumplió en Cristo (Mateo 5:17). "Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas" (Hebreos 10:1). "Pero el cuerpo es de Cristo" (Colosenses 2:17). El Nuevo Pacto implica un ministerio superior (de Cristo), está "basado en mejores promesas", y es, de hecho, "superior al antiguo [pacto]" (Hebreos 8:6).
Incluso mientras el Antiguo Pacto estaba vigente, Dios había planeado el Nuevo Pacto. Los dos trabajan juntos para mostrar a la gente su necesidad de Dios y luego cumplir esa necesidad. El Antiguo Pacto requería que las personas complacieran a Dios, pero nadie puede medir la perfección, y el Antiguo Pacto resultó en una serie de fracasos. "Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Romanos 3:20). El Antiguo Pacto estableció nuestra culpa ante Dios y nuestra necesidad de un Salvador. El Antiguo Pacto nunca tuvo la intención de salvarnos; de hecho, "el antiguo pacto escrito termina en muerte; pero, de acuerdo con el nuevo pacto, el Espíritu da vida" (2 Corintios 3:6, NTV).
En el Antiguo Pacto, Dios también estableció que la forma de expiar los pecados es a través del derramamiento de sangre (Hebreos 9:22). Es por eso que durante la Última Cena, la noche de su arresto, Jesús pasó la copa a los discípulos y les dijo: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama" (Lucas 22:20). Cuando Jesús fue crucificado, su sangre proporcionó el perdón de los pecados de todo el mundo, la base del Nuevo Pacto. "Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer" (Hebreos 8:13). Ahora, la salvación es un regalo gratuito para cualquiera que crea en Cristo y confíe en que su sangre quita su culpa ante Dios (Juan 3:16–17).
Un propósito del Antiguo Pacto era hacer absolutamente claro que ningún hombre es justo ante Dios y que nadie puede salvarse a sí mismo (Romanos 3:10-11, 20). Antes de que viniera el Nuevo Pacto, estábamos "confinados bajo la ley" (Gálatas 3:23). El pueblo de Dios estaba atrapado en el Antiguo Pacto, dependiendo de un sistema de sacrificios que anticipaba la venida de Cristo y la justificación por fe (versículo 24). "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo... nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley" (Gálatas 4:4-5). Cuando el Hijo de Dios murió en la cruz, Dios "anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz" (Colosenses 2:14).
El propósito final del Antiguo Pacto era señalar hacia Cristo: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo" (Galatas 3:24-25). Una verdad que no se debe pasar por alto es que ya no estamos bajo el Antiguo Pacto. Muchos falsos maestros de hoy en día llaman a la gente a mantener la Ley, o al menos parte de ella, como un medio para ser justos ante Dios. Los cristianos deben mantenerse firmes en la gracia que Dios nos ha dado y rechazar tal legalismo. "Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús" (versículo 26).