Pregunta: ¿Qué significa "Bendice, alma mía, al Señor" en el Salmo 103:1 (NBLA)?
Respuesta:
El Salmo 103 se abre con esta entusiasta exhortación: "Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser Su santo nombre" (versículo 1, NBLA). La misma orden de "¡Bendice, alma mía, al Señor" se repite en el versículo siguiente (Salmo103:2, NBLA), al final del salmo (versículo 22), y dos veces más en el Salmo 104, versículos 1 y 35. El Salmo 103 comienza con un individuo bendiciendo al Señor con su alma, y termina con los ángeles y toda la creación uniéndose a él (versículos 20-22).
La frase alma mía se refiere al ser total del autor, a su yo interior. La Nueva Traducción Viviente interpreta el significado de alma aquí en el Salmo 103:1 de forma más transparente: "Que todo lo que soy alabe al Señor; con todo el corazón alabaré su santo nombre". Cuando bendecimos al Señor con nuestra alma, le estamos alabando con todo nuestro corazón: con todo lo que somos y todo lo que tenemos dentro.
Además de "alma", el Léxico Strong mejorado da varios significados en español para la palabra hebrea original (nephesh), entre ellos "corazón", "yo mismo", "sí mismo", "la sustancia que respira", "ser vivo", "ser interior de una persona", "el hombre mismo".
"Bendecir" al Señor es alabarle. El autor del Salmo 103 se recuerda a sí mismo y al pueblo de Dios que recuerden siempre alabar al Señor con sincera dedicación por Su amor, bondad, compasión, perdón y salvación: "Que todo lo que soy alabe al Señor; que nunca olvide todas las cosas buenas que hace por mí. Él perdona todos mis pecados y sana todas mis enfermedades. Me redime de la muerte y me corona de amor y tiernas misericordias. Colma mi vida de cosas buenas; ¡mi juventud se renueva como la del águila!" (Salmo 103:2-5, NTV).
Bendecimos al Señor con nuestra alma cuando nos deshacemos de la apatía, la falta de atención y cualquier negatividad que pueda haberse colado en nuestras vidas. Cuando utilizamos nuestra mente para recordar todo lo que Dios ha hecho por nosotros, provocamos una respuesta apasionada de alabanza y adoración que brota de lo más profundo de nuestro ser.
Cuando el pueblo de Israel reconoció que el Señor no les había tratado según sus pecados, le alabaron con entusiasmo por su inquebrantable amor: "Dio a conocer su carácter a Moisés y sus obras al pueblo de Israel. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y está lleno de amor inagotable. No nos reprenderá todo el tiempo ni seguirá enojado para siempre. No nos castiga por todos nuestros pecados; no nos trata con la severidad que merecemos. Pues su amor inagotable hacia los que le temen es tan inmenso como la altura de los cielos sobre la tierra. Llevó nuestros pecados tan lejos de nosotros como está el oriente del occidente" (Salmo 103:7-12, NTV).
Del mismo modo, cuando expresamos de todo corazón nuestro agradecimiento por la misericordia y la gracia de Dios hacia nosotros como pecadores, bendecimos al Señor con el alma.
El Salmo 103 es profundamente evangélico y un himno predilecto de los pecadores. Exhortaciones similares a bendecir al Señor con todo nuestro ser pueden observarse en todos los Salmos: "¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío" ( Salmo 42:5; ver también Salmo 42:11; 43:5; 104:1). Desde el pueblo del antiguo Israel hasta el más humilde de los pecadores de hoy, bendecimos al Señor con el alma cuando pensamos en la bondad de Dios hacia nosotros y en su amor abundante y firme: "El Señor es como un padre con sus hijos, tierno y compasivo con los que le temen. Pues él sabe lo débiles que somos; se acuerda de que somos tan solo polvo" (Salmo 103:13-14, NTV).
Bendecimos al Señor con el alma cuando no nos guardamos nada en nuestra alabanza y adoración a Él: "Mi corazón está dispuesto, oh Dios; cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria. Despiértate, salterio y arpa; despertaré al alba. Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; a ti cantaré salmos entre las naciones. Porque más grande que los cielos es tu misericordia, y hasta los cielos tu verdad" (Salmo 108:1-4).