Pregunta: ¿Qué significa que "la benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento" (Romanos 2:4)?
Respuesta:
En Romanos 2:3-4, el apóstol Pablo se dirige a un auditorio judío (ver Romanos 2:17), advirtiéndole contra la hipocresía y el prejuicio. Indica que con su forma de condenar a los gentiles por los pecados que ellos también cometían, menospreciaban la paciencia, la tolerancia y la bondad de Dios que ellos mismos habían recibido: "¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?".
"La benignidad de Dios" se refiere simplemente a Su bondad. En el griego original, el término traducido como "benignidad" o "bondad" (NBLA, NTV, NVI) significa "la cualidad de ser afectuoso, considerado, humano, gentil y comprensivo". A menudo Pablo hablaba de la extraordinaria bondad del Señor hacia nosotros y de cómo la benignidad de Dios debería motivarnos a ser amables con los demás (Romanos 11:22; Efesios 2:7; Tito 3:4).
El rey David vio cómo el pueblo de Dios celebraba desde hacía tiempo Su "abundante bondad" (Salmo 145:7; cf. Éxodo 18:9; Isaías 63:7; Salmo 27:13). A causa de Su bondad, Dios hizo un pacto eterno con Israel, diciendo: "no me volveré atrás de hacerles bien" (Jeremías 32:40). Dios bendijo a Israel con ricos recursos físicos y espirituales. Les dio una "buena tierra" que manaba leche y miel (Deuteronomio 8:7; ver también Éxodo 3:8, 17; 33:3; Números 13:27; Deuteronomio 26:9) donde prometió pastorearles, protegerles y cuidarles (Salmo 23; 28:9; 121:3-5). En Su bondad, Dios estableció la ley para que, mediante la obediencia, "prosperasen siempre y se mantuviesen con vida" (Deuteronomio 6:24).
Dios estableció el tabernáculo (y más tarde el templo) para que Su pueblo tuviera un recordatorio tangible de Su presencia (Éxodo 25:8; 33:9-10; 40:34-35). Les dio un sistema de adoración y el sacerdocio para expiar sus pecados (Levítico 9:7). Todas estas bendiciones del Antiguo Testamento apuntaban al Hijo de Dios, el Mesías, a quien enviaría como Salvador de Israel: la demostración definitiva de la benignidad y bondad de Dios (Hechos 10:38; Hebreos 9:11; 2 Corintios 9:15). Aunque Israel rechazó al Mesías y lo crucificó, Dios siguió dándoles todas las oportunidades de salvarse, derramando Su gracia y retrasando Su juicio (Juan 1:16-17).
No es el miedo al juicio o al castigo lo que lleva a la gente a arrepentirse de sus pecados y salvarse, sino la bondad de Dios y "la increíble riqueza de la gracia y la bondad que nos tuvo, como se ve en todo lo que ha hecho por nosotros" (Efesios 2:7, NTV). Dios no es un dictador sin corazón, sino un Dios misericordioso, perdonador y amoroso (Salmo 25:6; Daniel 9:9; Efesios 2:4; Santiago 5:11; 1 Pedro 1:3). Es paciente con los pecadores que merecen ser juzgados porque "quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad" (1 Timoteo 2:4, NTV; véase también Isaías 30:18; Ezequiel 18:23, 32; 33:11; 2 Pedro 3:9).
Los hijos de Dios -los que conocen y han experimentado la bondad de Dios- no deben olvidar nunca mostrar Su bondad y misericordia a los demás. Jesús dijo: "No juzguen a los demás, y no serán juzgados" (Mateo 7:1, NTV; ver también Romanos 14:13; 1 Corintios 4:5; Santiago 5:9). Jesús no estaba sugiriendo que ignoráramos la inmoralidad de los demás (ver Mateo 18:15-18; Hebreos 3:13). Tanto Jesús como Pablo hablaban contra la tendencia farisaica e hipócrita de señalar con el dedo a otra persona sin darnos cuenta de que tres dedos nos señalan a nosotros.
Los creyentes pueden evaluar el carácter y las acciones de los demás y reconocer el pecado. Pero siempre que nos enfrentemos al pecado de otra persona, debemos recordar que la bondad de Dios guía a las personas hacia el arrepentimiento. Al intentar corregir, sanar y restaurar, debemos mantener una actitud de amor, amabilidad y humildad, vigilando cuidadosamente nuestro propio estado espiritual (Salmo 141:5; 1 Corintios 4:21; Hebreos 12:13; Gálatas 6:1-2; 2 Timoteo 2:25; Santiago 5:19-20).