Pregunta: ¿Qué significa que el Señor "Asentó mis pies sobre una roca" (Salmos 40:2, NBLA)?
Respuesta:
El Salmo 40 comienza con un canto de agradecimiento y se transforma en un clamor por ayuda. David declara su confianza en Dios para liberarlo de su angustia, tal como el Señor lo ha hecho en el pasado: "Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos".
La situación de David había sido tan terrible y peligrosa que él la describe como un "pozo de destrucción", "la fosa fatal" (NVI), o "el foso de desesperación" (NTV). Estaba tan atascado en el "lodo cenagoso", que él solo era incapaz de liberarse. Pero cuando clamó al Señor para pedir ayuda, Dios intervino, rescatando a David. Sacó a David de ese desolado pozo de arenas movedizas y asentó sus pies sobre una roca.
En contraste con el lodo y el fango resbaladizos e ineludibles, una roca es terreno sólido, firme e inamovible. Con sus pies asentados sobre una roca, David se encontraba en un lugar seguro y estable. En el Salmo 18:2-3 (NBLA), David describe al Señor mismo como "mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el poder de mi salvación, mi altura inexpugnable. Invoco al Señor, que es digno de ser alabado, y soy salvo de mis enemigos".
Las imágenes de David en el Salmo 40:2 son una imagen de nuestra salvación en Jesucristo, quien es la "Piedra Angular", el "fundamento seguro" y la "Roca de Salvación" para todos los que ponen su fe y confianza en Él (Isaías 28:16-17; Salmo 118:21-23; Hechos 4:11; 1 Pedro 2:4-8). Antes de la salvación, somos como David en la fosa, atados por el pecado en una prisión de desesperación y abocados a la muerte y la destrucción en el infierno (Isaías 61:1; Gálatas 3:22-23; Juan 8:34). Pero después de la salvación, somos como David con sus pies asentados sobre una roca. Podemos declarar con David: "Me levantaste de la tumba, oh Señor; me libraste de caer en la fosa de la muerte" (Salmo 30:3, NTV).
La Biblia describe la vida pecaminosa como una pendiente resbaladiza que conduce al desastre y, finalmente, a la muerte. Atrapados en el fango espiritual, vivimos "en este mundo sin Dios y sin esperanza" (Efesios 2:12, NTV). No podemos liberarnos del pozo del pecado (Romanos 3:10-18; 6:23; Efesios 2:8-9). Afortunadamente, Dios, en Su gran amor y misericordia, decidió bajar al fangoso pozo negro "cuando aún éramos pecadores" y enviar a Su Hijo a morir por nosotros (Romanos 5:8; ver también Juan 3:16).
Cuando invocamos el nombre del Señor, Jesús nos salva (Romanos 10:13; Hechos 2:21). Él libera "a los cautivos en libertad, soltando a los que están en calabozos oscuros" (Isaías 42:7, NTV; ver también Isaías 61:1; Gálatas 5:1; Efesios 4:8). Nos libera de nuestro pasado fangoso y lleno de pecado y nos transforma en nuevas y resplandecientes creaciones en Jesucristo (2 Corintios 5:17). Su vida se convierte en el sólido cimiento sobre el que edificamos nuestras nuevas vidas (Mateo 7:24-29; 16:13-20). Él "hace firmes los pasos del que en él se deleita" (Salmo 37:23) y "guarda los pies de Sus santos" (1 Samuel 2:9, NBLA).
Cuando Dios asienta nuestros pies sobre la roca de Jesucristo, nos promete: "Cuando camines, no te detendrán; cuando corras, no tropezarás" (Proverbios 4:12, NTV). Nuestras vidas y nuestro futuro están seguros en Él (Romanos 10:11; 1 Pedro 2:6). Dios, nuestro Padre, se apodera de nosotros por toda la eternidad, manteniéndonos a salvo y seguros en Sus manos (Juan 10:28-29).