Pregunta: ¿Es "conócete a ti mismo" un concepto bíblico?
Respuesta:
"Conócete a ti mismo" es un dicho que se encuentra en numerosas religiones, visiones del mundo y filosofías de autoayuda, cada una de las cuales ha adaptado el significado de la frase para ajustarlo a su perspectiva única. El uso generalizado de la frase en diversas culturas y contextos hace que mucha gente se pregunte si refleja las enseñanzas teológicas y morales de la Biblia.
El dicho "conócete a ti mismo" se originó en la antigua Grecia, aunque se desconoce quién lo inventó. Según los historiadores griegos y romanos, los artesanos tallaron la frase en la piedra del templo de Apolo, situado en Delfos, en Grecia Central. Aunque el templo lleva siglos en ruinas y la gente ya no cree en los dioses griegos, el dicho ha perdurado.
El templo de Apolo era un lugar habitual al que acudían los griegos cuando querían respuestas a preguntas sobre la vida, especialmente sobre el futuro. Los visitantes creían que la residente del templo, una profetisa llamada Pitia, canalizaba al dios griego Apolo. Durante siglos, consultar a los hombres y mujeres que desempeñaban el papel de Oráculo de Delfos fue una forma popular de adivinación pagana.
La gente que viajaba al templo buscaba sobre todo una visión sobrenatural que pensaban que el oráculo podía darles. Sin embargo, el mensaje "conócete a ti mismo" implicaba que reflexionar sobre sus propios pensamientos y sentimientos era también una parte clave de su visita. El dicho animaba a la gente a pensar profundamente en sus cualidades internas: sus fortalezas y debilidades, así como sus esperanzas, temores y motivos. Se creía que tal autorreflexión podía ofrecer una valiosa comprensión de sus propias vidas.
La Biblia llama a los cristianos a comprenderse a sí mismos de forma coherente con las enseñanzas de inspiración divina. Por ejemplo, David dice a la gente que escudriñe sus corazones (Salmo 4:4); Jeremías anima a la gente a "examinar" su dirección en la vida (Lamentaciones 3:40); Hageo invita a la gente a pensar detenidamente en sus prioridades (Hageo 1:7); y Pablo instruye a los creyentes a "examinarse" a sí mismos para ver si su fe es genuina (2 Corintios 13:5), y la autoexaminación es especialmente importante antes de participar en la Cena del Señor (1 Corintios 11:28). Aunque la Biblia fomenta la autorreflexión, el enfoque cristiano difiere significativamente del de los sistemas de creencias no cristianos en su proceso y finalidad.
Una cosmovisión bíblica de "conócete a ti mismo" empieza por comprender que Dios creó a todas las personas a Su imagen (Génesis 1:26-27). También es fundamental para conocerse a sí mismo el reconocimiento de que todas las personas nacen separadas de Dios a causa del pecado (Romanos 3:23). Si no creemos que Dios nos creó a Su imagen, o si rechazamos la naturaleza y el alcance del pecado, no podemos conocernos verdaderamente a nosotros mismos.
Además, es vital para la autocomprensión de un cristiano saber lo que dice la Biblia sobre quiénes son los creyentes en Jesucristo. Por ejemplo, el Nuevo Testamento enseña que los creyentes son hijos de Dios (Juan 1:12; Efesios 1:3-8); en Cristo, son escogidos, aceptados, perdonados y redimidos. La autorreflexión centrada en los aspectos de la identidad de una persona en Cristo es esencial para que un creyente siga realmente el dictado de "conócete a ti mismo".
Los cristianos deben hacer que el propósito de su autorreflexión sea la conformidad con las justas normas de Dios, tal como las revela la Biblia. El resultado del examen interior puede conducir a la corrección, como cuando Job se dio cuenta de su propio pecado (Job 13:23); o a la inspiración, como cuando el salmista se entregó a las Escrituras (Salmo 119:59-60). Todas las aplicaciones internas y externas deben tener como objetivo la santificación, como crecer en santidad y mostrar los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-25), con el fin de ser semejantes a Cristo.
En resumen, los cristianos pueden "conocerse a sí mismos" aprendiendo lo que la Biblia dice de ellos. Ese conocimiento debe ir seguido de la sumisión a la convicción del Espíritu Santo de esas verdades en sus mentes y corazones, con el objetivo de parecerse más a Jesús.