Pregunta: ¿Qué es el mandato de la creación / mandato cultural?
Respuesta:
Los términos mandato de la creación y mandato cultural pueden usarse en diversos contextos con significados sutilemente diferentes. Es importante definir claramente cuál de estas definiciones está en juego en cualquier discusión particular.
El término mandato de la creación se refiere a la idea de que la intención original de Dios para la creación dotó a la humanidad con suprema autoridad terrenal, junto con responsabilidades específicas. Entre estos privilegios están los derechos de usar libremente todos los animales, plantas y recursos de la tierra para el beneficio de la humanidad. El mandato de la creación se expresa de manera más directa en Génesis 1:28, "Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra." El término hebreo para "señorear" (radah) implica una soberanía absoluta del hombre sobre el resto de la tierra.
Este mandato de la creación también implica responsabilidades a las que la humanidad está obligada. Como gobernante designado por Dios, a la humanidad se le prohíbe abusar o derrochar aquellos aspectos de la Tierra que controla; ya que la creación finalmente pertenece a Dios, su mal uso sería un acto de irrespeto e irresponsabilidad. Del mismo modo, el mandato de Dios incluye la expectativa de que el hombre se "multiplique", obligando al hombre a adherir al plan de Dios sobre la sexualidad humana: la monogamia heterosexual (Génesis 1:27; 2:24; Marcos 10:5–9).
En resumen, el mandato de la creación dice que el hombre tiene la soberanía sobre el resto de la tierra, que el hombre está obligado a usar de manera responsable lo que Dios ha puesto bajo su control, y que se espera que el hombre se reproduzca de acuerdo con el diseño destinado por Dios.
El término mandato cultural es mucho más flexible, implicando un rango mayor de temas que el término mandato de la creación. Existen tres versiones principales de la idea de un mandato cultural. La primera es esencialmente la misma que el mandato de la creación. La segunda relaciona el mandato de Dios en Génesis 1:28 con la Gran Comisión de Cristo (Mateo 28:18–20), implicando la autoridad divina sobre todos los asuntos sociales y políticos. La tercera sitúa la Gran Comisión dentro del mandato de la creación, requiriendo que los asuntos políticos y sociales sean llevados forzadamente bajo control cristiano.
La primera definición de la frase mandato cultural se usa principalmente en referencia a la sexualidad y al matrimonio. Aquí, es simplemente un énfasis en el plan ordenado por Dios para la procreación y las relaciones entre hombres y mujeres.
La segunda manera en que se usa el mandato cultural es combinando el mandato de la creación y la Gran Comisión. En este sentido, el mandato cultural implica que parte de nuestra “buena administración” de la tierra incluye hacer un esfuerzo por influir en la cultura y la política hacia actitudes que reflejen la voluntad de Dios. Es decir, todo, incluyendo nuestras vidas personales e interacciones con el gobierno y la sociedad, debe considerarse como parte de nuestra responsabilidad para llevar a cabo la voluntad de Dios. Esta visión del mandato cultural reconoce que la “sumisión” implícita en Génesis 1:28 es la de la tierra al hombre, no la del hombre a otros hombres. Esta definición parece estar más acorde con la perspectiva de la Biblia sobre el gobierno y la sociedad.
El tercer uso del término mandato cultural es el más controversial, y con razón. Bajo este enfoque, la Gran Comisión es vista como una explicación adicional del mandato de la creación. En otras palabras, el hombre tiene la obligación de aplicar los conceptos cristianos formalmente y por la fuerza, a través del gobierno y la ley, entre otros medios. En este enfoque, se requiere que el gobierno imponga la adherencia a los ideales cristianos, a nivel civil, social y personal. Esta visión del mandato cultural implica que el comando de "sojuzgar" de Génesis 1:28 incluye a otros hombres, bajo la autoridad del gobierno. Aquellos que toman esta visión del mandato cultural, como los que se adhieren a la Teología de Reino Ahora, creen que las leyes y los gobiernos deberían ser explícitamente cristianos, como cuestión de necesidad.
Este tercer enfoque no se armoniza fácilmente con las Escrituras. Una razón por la cual Dios advirtió a Israel acerca de tener un rey (1 Samuel 8) fue que el gobierno humano siempre, por definición, está sujeto a las fallas humanas. Incluso en el Nuevo Testamento, se llama a los cristianos a considerar su obediencia a Dios como algo separado de, y superior a, su lealtad a los gobernantes terrenales (Hechos 5:29; Mateo 22:21).
Aunque teóricamente suena bien convertir las leyes de la Escritura en leyes civiles, encontramos que los seres humanos que deben hacer cumplir esas reglas no son infalibles. Intentar forzar a las personas a adherirse a las ideas cristianas cuando no tienen una relación personal con Cristo es inútil (1 Corintios 2:14). Peor aún, conduce a abusos y excesos que luego se atribuyen a la Biblia en lugar de a las personas fallibles. La historia hace claramente evidente la realidad de este problema.
En términos claros, afirmar que un "mandato cultural" requiere que el gobierno civil sea explícitamente cristiano va en contra de la propia enseñanza de Cristo sobre la naturaleza de Su reino, que Él dijo que "no es de este mundo" (Juan 18:36).
Las frases mandato de la creación y mandato cultural deben usarse con sentido común. De particular importancia es asegurarse de que estas ideas se utilicen en el contexto correcto y con la perspectiva bíblica adecuada. El mandato de la creación se refiere más simplemente a la autoridad del hombre sobre la tierra y su responsabilidad de seguir el diseño de Dios para la administración y la sexualidad. El mandato cultural, en su sentido más bíblico, es nuestra obligación personal de someter toda nuestra vida a la voluntad de Dios, específicamente incluyendo la forma en que interactuamos con los demás a través del gobierno y la sociedad. Como sal de la tierra (Mateo 5:13), influenciamos la cultura para bien.