Pregunta: ¿Cómo deben responder los cristianos a la cultura de la censura?
Respuesta:
La cultura de la censura es la actitud social moderna según la cual los discursos o comportamientos controvertidos deben castigarse mediante la vergüenza pública, el silenciamiento, el boicot, el despido, la quiebra, la deploración, etc. El resultado es que se "anula" la influencia, presencia y/o reputación del infractor.
Es correcto que los denunciantes revelen la corrupción y la ilegalidad o que las mujeres maltratadas den la cara, se enfrenten a su agresor y se aseguren de que debe rendir cuentas. Sin embargo, la cultura de la censura va mucho más allá, estableciendo nuevas normas para tomar represalias contra el discurso, el comportamiento o incluso el pensamiento que se ha prejuzgado como "ofensivo" o incluso simplemente controvertido. En la cultura de la censura, las personas pueden ser condenadas al ostracismo, su reputación manchada y sus carreras arruinadas, aunque no hayan infringido ninguna ley ni se hayan comportado de forma maliciosa.
La cultura de la censura es el resultado de otras dos cosas igualmente peligrosas: la corrección política y el postmodernismo. La corrección política es el intento de minimizar la ofensa social e institucional mediante la vigilancia del discurso (y por tanto del pensamiento), forzando el uso de ciertas palabras y prohibiendo otras. El postmodernismo sostiene que todas las afirmaciones de verdad son subjetivas. La verdad se convierte en una cuestión de preferencia, y la "tolerancia" se promueve como valor supremo. Sin embargo, cuanto más "tolerante" se vuelve una cultura, más intolerante es con quien percibe como intolerante. Las personas consideradas "intolerantes" o potencialmente ofensivas han de ser silenciadas, y el resultado es la cultura de la censura.
La cultura de la censura está asociada a varios problemas que pueden abordarse bíblicamente:
1) La cultura de la censura es precipitada. Hay poca preocupación por el debido proceso, y en su lugar hay indignación inmediata y juicios precipitados. La controversia se alimenta de información parcial, a menudo sesgada. La Biblia ordena: "Fíjate en el sendero de tus pies" (Proverbios 4:26, NBLA), y debemos vivir "en este mundo sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:12, NBLA). El pensamiento irracional y la mentalidad populista no tienen cabida en la vida del cristiano.
2) La cultura de la censura es rencorosa. El desprecio despiadado que emana de la gente que censura es muchas veces escandalosamente repugnante. Seleccionar a una persona para "censurarla" parece equivaler a declararla digna de odio, y con ello viene el permiso para calumniarla. En contraste con la promoción de la malicia de la cultura de la censura, Jesús nos ordena "amen a sus enemigos; hagan bien a los que los aborrecen; bendigan a los que los maldicen; oren por los que los insultan" (Lucas 6:27-28, NBLA). Nuestras conversaciones deben ser "cordiales y agradables" (Colosenses 4:6, NTV). El discurso vicioso, obsceno o lleno de odio no tiene cabida en la vida del cristiano.
3) La cultura de la censura juzga. Los autoproclamados ejecutores del discurso "aceptable" han hecho todo lo posible por buscar material por el que anular a otros. Hay gente que ha perdido su trabajo por artículos escritos hace tres décadas, chistes contados en la juventud, literatura clásica leída en voz alta y editoriales opositores publicados. No hay lugar para el inconformismo, ni para la libertad de expresión. Si se juzgara a la policía lingüística por su propio y riguroso criterio, ¿cuántos de ellos seguirían sin ser expulsados? Las Escrituras advierten contra el juicio hipócrita y farisaico (Mateo 7:1). La hipocresía o el espíritu crítico e hipercrítico no tienen cabida en la vida del cristiano.
4) La cultura de la censura no perdona. En la cultura de la censura no se perdonan los casos pasados de palabras o acciones inapropiadas o hirientes, por muy antiguos que sean. Una vez que se censura a una persona, no hay forma de devolverla a las buenas costumbres de la sociedad: no hay gracia. No hay posibilidad de redención. La rehabilitación y la restauración no son el objetivo, como tampoco lo es aprender de los propios errores. El objetivo es manchar, difamar y calumniar. La Biblia apunta al arrepentimiento y nos ordena perdonarnos unos a otros: "Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros" (Colosenses 3:13, NTV). Una actitud sin perdón ni amor no tiene cabida en la vida del cristiano.
En medio de la cultura de la censura, debemos utilizar nuestras palabras con sabiduría. Los creyentes deben seguir "la justicia, la piedad, la fe, el amor, la perseverancia y la amabilidad" (1 Timoteo 6:11, NBLA). Debemos hablar "la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo" (Efesios 4:15, NTV). Y debemos seguir rechazando el odio y amando a los demás, incluso a nuestros enemigos (1 Juan 4:7; Mateo 5:43-48).
La cultura de la censura considera que las personas con las que una pluralidad de personas no está de acuerdo son seres irrecuperables y dignos de rencor. La cultura cristiana no ve a nadie como irrecuperable. El arrepentimiento y el cambio son siempre posibles, y el perdón está disponible. La cultura cristiana no ve a nadie como objeto de rencor. El amor de Dios siempre está disponible. No hay causas perdidas.