Pregunta: ¿Qué valor tiene dejar que el extraño te alabe (Proverbios 27:2)?
Respuesta:
En Proverbios 27:2, el Rey Salomón ofrece sabiduría para tratar los problemas del orgullo y la jactancia humanos:
"Alábete el extraño, y no tu boca;
El ajeno, y no los labios tuyos".
Salomón aconseja, "Alábete el extraño", porque es mucho mejor ser aplaudido por otra persona que cantar nuestras propias alabanzas. En Proverbios 25:27, la sabiduría informa: "Comer mucha miel no es bueno, Ni buscar la propia gloria es gloria". Solo las personas arrogantes e inseguras sienten la necesidad de tocar su propia trompeta. Si nuestros logros tienen mérito, los demás se darán cuenta, y debemos dejar que sean ellos los que admiren o elogien.
Proverbios 25:6-7 también advierte contra la autopromoción: "No te alabes delante del rey, Ni estés en el lugar de los grandes; Porque mejor es que se te diga: Sube acá, Y no que seas humillado delante del príncipe". Una persona humilde deja que los demás le ofrezcan reconocimiento y promoción, mientras que una persona presumida se expone a ser humillada y reprendida.
Jesús comparó la lección de Proverbios 25:6-7 en Lucas 14:7-11, concluyendo con esta aplicación general para toda la vida: "Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido" (versículo 11). En Su Sermón del Monte, el Señor enseñó esta paradoja del reino: "Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad" (Mateo 5:5). Cuando renunciamos a nuestro deseo de ocupar un lugar de honor y grandeza, ganamos el mundo entero (Mateo 19:30; 20:16; Marcos 10:31; Lucas 9:46-48).
Los fariseos querían constantemente que los demás reconocieran su superioridad y excelencia. Juan 12:43 dice de ellos: "Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios". Estas personas eran demasiado egocéntricas y santurronas para ver que su fe era vacía y sin valor. Jesús les preguntó: "¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?" (Juan 5:44).
El apóstol Pablo enseñó: "Cuando la gente se alaba a sí misma, ese elogio no sirve de mucho. Lo importante es que los elogios provengan del Señor" (2 Corintios 10:18, NTV). Jesús mismo dijo: "Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios" (Juan 8:54).
En lugar de jactarse de sí mismo y de sus logros, Pablo se jactaba de sus debilidades para que a través de ellas se manifestara el poder de Cristo (2 Corintios 12:5, 9-10). "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo" (Gálatas 6:14). En Jeremías 9:23-24, el Señor dijo: "Así dice el Señor: "No se gloríe el sabio de su sabiduría, Ni se gloríe el poderoso de su poder, Ni el rico se gloríe de su riqueza; Pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que me entiende y me conoce, Pues Yo soy el Señor que hago misericordia, Derecho y justicia en la tierra, Porque en estas cosas me complazco", declara el Señor" (NBLA).
Pablo hizo eco de Jeremías cuando consideró todo lo que había ganado "como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección" (Filipenses 3:7-10).
La Biblia advierte repetidamente contra la jactancia (1 Samuel 2:3; Salmo 75:4) e instruye a los creyentes a "El que se gloría, gloríese en el Señor" (1 Corintios 1:31; ver también 2 Corintios 10:17). "En el Señor se gloriará mi alma; Lo oirán los humildes y se regocijarán", declaró David en Salmo 34:2 (NBLA).
Pablo explicó: "No es buena vuestra jactancia" (1 Corintios 5:6). En Romanos 1:30, Pablo la identificó como pecaminosa. Santiago llamó a tal jactancia arrogante, "mala" (Santiago 4:16). Así que, por esta razón, lo más sensato es "dejar que otro hombre te alabe" en lugar de aplaudirte a ti mismo.