Pregunta: ¿Por qué se nos dice que "vuestra palabra sea siempre con gracia, sazonada con sal" (Colosenses 4:6)?
Respuesta:
Nuestras palabras y la forma en que las comunicamos son importantes. En Colosenses 4:6 se les dice a los creyentes: "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal". Como creyentes, nuestras palabras deben reflejar a los demás la verdad del Evangelio. Deben revelar cómo este evangelio ha transformado nuestras vidas. Nuestras palabras deben impactar nuestras conversaciones para mejor, al traer un "sabor" diferente a nuestras relaciones, edificar a otros, compartir y defender el evangelio.
Las palabras que pronunciamos reflejan lo que hay en nuestro corazón, "porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Lucas 6:45). Cuando confiamos en Cristo para el perdón de nuestros pecados, somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Nuestras vidas se transforman; hemos sido salvos de nuestros pecados y llevados de la muerte a la vida (Efesios 2:6). El Espíritu Santo vive en nosotros (Romanos 8:11). Por estas razones, las palabras de los creyentes siempre deben estar "sazonadas con sal".
Jesús llamó a los creyentes a ser la sal de la tierra (Mateo 5:13). La sal es un mineral importante; conserva los alimentos, realza su sabor, alivia y cura, y es necesaria para la vida: equilibra los fluidos en la sangre y es vital para la función nerviosa y muscular. La metáfora de la sal de la tierra se aplica tanto a la forma de hablar de los creyentes como a su forma de vivir, como indica Pablo: "Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno" (Colosenses 4:5-6). El contenido y el tono de nuestras palabras deben influir positivamente en los que nos rodean, especialmente en los no creyentes.
Las palabras de un creyente deben estar sazonadas con sal para que "sepáis cómo debéis responder a cada uno" (Colosenses 4:6). Compartir el Evangelio incluye conocerlo, compartirlo con precisión y hacerlo con una actitud humilde y amable, de una manera agradable. Los creyentes están llamados a estar "siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). Tener una mala y desagradable actitud no conviene al evangelio de Cristo; los motivos y actitudes desagradables no producen palabras "sazonadas con sal".
Aunque no toda conversación debe ser específicamente acerca de Dios, toda conversación debe ser sazonada con sal. Siempre debemos estar dispuestos a responder a las preguntas de los demás sobre nuestra fe, y nuestras palabras siempre deben reflejar a Cristo, aportando un "sabor" diferente a lo que de otro modo podría ser una conversación desagradable. Lo que un cristiano dice y cómo lo dice debería añadir valor a una conversación, igual que la sal lo hace con la comida.
La cantidad justa de sal en la comida realza el sabor y transforma la comida. Nuestras palabras pueden ser sazonadas con sal, hablando la verdad en amor (Efesios 4:15) y siendo amables en toda circunstancia. Como dice Proverbios 16:24: "Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos". Así como la sal tiene propiedades curativas, nuestras palabras deben traer sanidad y bondad, animando a sus oyentes y llevándolos a Aquel que es vital para la vida.
Jesús dijo: "Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros" (Marcos 9:50b). Lo que decimos y cómo lo decimos debe estar siempre sazonado con la sal de la gracia y la paz. Para dar una respuesta sazonada, debemos presentar lo que decimos y cómo lo decimos de un modo que refleje a Cristo. Que todos consideremos en oración nuestros corazones antes de abrir la boca y reflejemos lo que dice el salmista en el Salmo 19:14 (NBLA): "Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de Ti, Oh Señor, roca mía y Redentor mío".