Pregunta: "¿Cuál debe ser el punto de vista de un cristiano sobre los deportes/actividades deportivas?"
Respuesta:
El deporte es una parte importante de la vida de muchas personas, ya sea cuando ven eventos deportivos, cuando llevan a sus hijos a los entrenamientos o cuando participan directamente en ellos.
Los deportes y las competiciones atléticas han sido populares desde la antigüedad. La Biblia extrae varias analogías de la vida cristiana del mundo del deporte: 1 Corintios 9:26 contiene una referencia al boxeo simulado; el autor de Hebreos compara la vida cristiana con una carrera (Hebreos 12:1); y Pablo nos exhorta a "correr de tal manera que ganemos el premio" (1 Corintios 9:24).
Considerando el uso favorable que hace la Biblia de las analogías relacionadas con el deporte, no puede haber nada intrínsecamente malo en ver o participar en eventos deportivos. Seguir al equipo de fútbol favorito, jugar unas rondas de golf, asistir a un partido de voleibol o apuntarse al softball del barrio, es algo que los cristianos pueden disfrutar y de hecho así lo hacen. Los deportistas y entrenadores cristianos generalmente tienen la oportunidad de aprovechar su fama en los deportes como una plataforma para promover el evangelio.
Los cristianos que practican deportes pueden confirmar los muchos beneficios de esa participación, tales como una reducción del estrés, el control del peso, la amistad y el desarrollo de la responsabilidad, el liderazgo, la comunicación, el establecimiento de objetivos y las habilidades para resolver problemas. La resistencia y la perseverancia que requiere la competición deportiva pueden ser valiosas para construir y fortalecer el carácter.
Uno de los mayores beneficios de participar en deportes es el desarrollo del autocontrol: "Todo aquel que lucha, de todo se abstiene" (1 Corintios 9:25). En el punto de mira de la acción competitiva, la presencia del autocontrol - o la falta de él - se hace evidente para todos aquellos que lo observan. Algunos deportistas (y aficionados) manejan la dificultad en el juego con una actitud amable y equilibrada; otros sufren una rabieta de adultos. El problema no es el deporte, sino el carácter interno del deportista o del aficionado. En muchos aspectos, un evento deportivo es una ocasión para poner a prueba el carácter tanto de los ganadores como de los perdedores. Los deportistas, entrenadores y aficionados cristianos deben estar llenos del Espíritu Santo y mostrar el fruto del Espíritu, sin importar dónde estén, ya sea en la cancha, en el campo o en el vestuario.
Como en todas las áreas de la vida, debemos tener un equilibrio con respecto a nuestra participación en los deportes. Debemos establecer prioridades. Es fácil que un aficionado al deporte se exceda, dedicando demasiado tiempo, dinero y otros recursos a lo que debería ser una diversión. Es fácil que un deportista que desea triunfar dedique una cantidad desmesurada de tiempo y energía al entrenamiento, descuidando a la familia, los amigos o su caminar con Dios. La Biblia nos ayuda a aclarar nuestras prioridades: "porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera" (1 Timoteo 4:8).
El deporte es bueno y beneficioso cuando se mantiene en perspectiva. Nunca se debe permitir que los deportes desplacen el tiempo con Dios o se vuelvan más importantes que la búsqueda del reino de Dios y la justicia (Mateo 6:33). Los ídolos no deben formar parte de la vida cristiana (1 Juan 5:21). Y en todo lo que hagamos, dentro o fuera del campo, debemos hacerlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).