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Pregunta: ¿Cuáles son algunas de las frases más famosas de Jesús?

Respuesta:
Cada palabra de Jesús estaba llena de sabiduría y verdad. Algunas de sus frases han entrado en el léxico del habla común debido al rico significado que llevan y al impacto que han tenido en creyentes y no creyentes por igual. Aunque cualquier compilación de las frases más famosas de Jesús es un poco subjetiva, la siguiente es nuestra lista de diez de las frases más famosas de Jesús:

"Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos" (Lucas 6:31)

Esta admonición de Jesús es familiar para personas en todo el mundo, y generalmente se conoce como "La Regla de Oro". La prescripción de Jesús para vivir con los demás es fundamental para mantener buenas relaciones, y la moral básica de la afirmación es atractiva para una amplia variedad de personas. Lo que distingue a esta afirmación de declaraciones similares de otros maestros a lo largo de la historia es el enfoque positivo del mandato de Jesús y el llamado a ser proactivos en nuestra bondad hacia otras personas.

"Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6)

Cuando Jesús predijo su propia muerte, sus discípulos estaban comprensiblemente tristes. Jesús los consoló diciéndoles que iba al cielo para preparar un lugar para todos los creyentes (Juan 14:2). Luego dijo: "Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino." (versículo 4). En confusión, Tomás cuestionó esta afirmación, y Jesús respondió diciendo a los discípulos que Él es el camino al cielo: el único camino. La afirmación de Jesús de que Él es el camino, la verdad y la vida es uno de los principios más importantes de la cristiandad. Identifica al Salvador y establece límites sobre cómo se obtiene la salvación, que es a través de la fe en la muerte y resurrección de Cristo.

"Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (Mateo 5:44)

Esta declaración, del Sermón del Monte, podría ser extraña para los judíos. En Levítico 19:18, Dios había dado la ley a los israelitas, diciendo: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor” (NBLA). Sin embargo, los judíos erróneamente dedujeron que el mandamiento de amar a otros solo era aplicable a su propio pueblo, es decir, aquellos que residían entre ellos y eran literalmente sus vecinos. En el tiempo de Jesús, el pueblo de Dios, particularmente los fariseos, se habían vuelto bastante legalistas en la manera en que prácticaban la Ley de Dios. Por eso Jesús amplió la noción de amor al prójimo para incluir a los “forasteros” y a aquellos que los perjudicaban. Las palabras de Jesús todavía se aplican hoy a los cristianos.

“Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30)

Esta famosa cita fue en respuesta a una exigencia hecha por una multitud de judíos que rodeaban a Jesús en el templo: “Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (Juan 10:24). Jesús los reprendió, ya que por medio de las obras que Él había hecho, ya había demostrado que Él era el Mesías (versículo 25). Luego habló de sus ovejas y de la relación segura que ellas tenían con su Pastor, y hizo su sorprendente afirmación de que Él es uno con el Padre. Sus oyentes entendieron exactamente a qué se refería Jesús: que Él era Dios hecho carne (versículo 33). En respuesta a la radical afirmación de Jesús, sus detractores recogieron piedras para apedrearlo por blasfemia (versículo 31). Aunque Jesús logró escapar en esa ocasión, sus enemigos más tarde utilizarían esa afirmación en su contra como motivo de su crucifixión (Juan 19:7).

“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:34)

Con estas famosas palabras, Jesús estaba advirtiendo a los creyentes contra la ansiedad. No hay necesidad de temer acerca de que se satisfagan nuestras necesidades básicas. Jesús no solo nos recordó de su gran amor y cuidado por los suyos (Mateo 6:26-30), sino que también estableció nuestras prioridades: nuestro primer deber es buscar su voluntad y su reino, y luego “todas estas cosas os serán añadidas” (versículo 33).

“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40)

En esta declaración, Jesús reitera dos mandamientos del Antiguo Testamento (encontrados en Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18). Estos dos mandamientos, enraizados en el amor, encapsulan todo el Antiguo Testamento, según Jesús. Cada una de las reglas de Dios para la vida puede rastrearse a través del amor a Dios o el amor a las personas (cf. Gálatas 5:14).

“Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39)

A lo largo de su ministerio, Jesús a menudo dirigía a las personas a hacer cosas que no eran intuitivas. El mandamiento de “dar la otra mejilla” es un ejemplo. Debido a nuestra naturaleza humana, la venganza y la rabia parecen las reacciones más naturales cuando alguien nos ofende. Pero Jesús nos pide que neguemos nuestras tendencias naturales para mostrar una actitud piadosa. En lugar de devolver el mal con más mal, se nos debe reaccionar con humildad y devolver el mal con bendiciones (cf. 1 Pedro 3:9).

"Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros" (Mateo 19:30)

Jesús nuevamente cambió la suposición y el instinto con sus palabras a los discípulos. Habló de cómo la humildad es más valorada en el reino de los cielos que las riquezas o la autoimportancia. Reiteró este concepto en Mateo 20 con la parábola de la viña (versículos 1-16).

“Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Lucas 20:25)

El Señor hizo una clara distinción entre el reino de Dios y los reinos de este mundo, sin dejar de destacar nuestra responsabilidad en ambos ámbitos. Debemos pagar el debido respeto a la autoridad y obedecer las leyes del lugar en el que vivimos, y debemos cumplir nuestro deber ante Dios. Jesús hizo esta famosa declaración en respuesta a aquellos que intentaban engañarlo para que dijera algo que lo involucrara en una controversia. Su respuesta es pura genialidad, y pura verdad.

"Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella" (Juan 8:7)

Algunos escribas y fariseos llevaron a una mujer a Jesús, a la que, según ellos, habían sorprendido en pleno acto de adulterio (Juan 8:2-4). Preguntaron a Jesús qué debía hacerse con ella. La pregunta era una trampa; ellos que habían llevado a la mujer, habían fallado en llevar al hombre, y no les importaba lo que estaba bien o mal con respecto a ella. Solo querían una excusa para acusar a Jesús de algo. El Señor, en lugar de responder de inmediato, se agachó y escribió en el suelo. Sin embargo, ellos insistieron en presionarlo, y finalmente se levantó y pronunció sus famosas palabras sobre arrojar la primera piedra. Uno por uno, los acusadores de la mujer se fueron, invadidos por la culpa. Jesús perdonó a la mujer y la envió con la instrucción de dejar su vida de adulterio.

Esta no es de ninguna manera una lista exhaustiva. No se han mencionado, por ejemplo, Juan 3:16, ni Hechos 20:35, ni las Bienaventuranzas, ni la Oración del Señor, ni muchos de los otros famosos dichos de Jesús. Cada vez que abría la boca, las personas se asombraban de su enseñanza, e incluso sus enemigos reconocían que "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" (Juan 7:46). Las palabras de Jesús son transformadoras: "Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Juan 6:63). Famosas o no en este mundo, las palabras de Jesús son eternas: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Marcos 13:31).

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