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Pregunta: ¿Qué significa que el amor es de Dios (1 Juan 4:7)?

Respuesta:
En 1 Juan 4:7-8, el apóstol Juan vuelve a uno de sus temas favoritos: el amor: "Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor" (NBLA).

Con estas palabras, Juan inicia una extensa enseñanza sobre la importancia de mostrar amor (1 Juan 4:7-21). Comienza aclarando que la capacidad del creyente para amar procede del conocimiento de Dios: "Todo el que ama es un hijo de Dios y conoce a Dios" (1 Juan 4:7, NTV).

La idea de que "el amor es de Dios" (NBLA) también se puede expresar como "el amor viene de Dios" (NTV, NVI). Juan explica que la fuente de todo amor es la naturaleza divina de Dios. El amor tiene su origen en Dios, porque Dios es amor por Su propia esencia.

La enseñanza de Juan revela por qué el amor es esencial en la vida del creyente. El amor es la prueba de fuego de una auténtica relación con Dios. Si somos realmente hijos de Dios por la fe en Jesucristo, compartimos Su naturaleza (2 Pedro 1:4). La naturaleza de Dios es amor; por lo tanto, demostraremos amor. La demostración del amor cristiano confirma la realidad de nuestra vida espiritual.

"Nadie jamás ha visto a Dios", afirma Juan, "pero si nos amamos unos a otros, Dios vive en nosotros y su amor llega a la máxima expresión en nosotros" (1 Juan 4:12, NTV). Un comentarista bíblico define la palabra amor en este pasaje como "una pasión consumidora por el bienestar de los demás, y este amor tiene su manantial en Dios" (F. F. Bruce, The Epistles of John, Eerdmans Pub., 1983). Si queremos ser como Dios, nos preocuparemos profundamente por el bienestar de los demás, porque Dios es amor. El amor no es solo lo que Dios es, sino lo que hace: "Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él" (1 Juan 4:9, NTV).

Solo los nacidos del Espíritu de Dios pueden amar en su máxima expresión, que es el sacrificio: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos" (1 Juan 3:16).

Por naturaleza, el amor humano es egoísta y condicionado. Amamos a los que nos aman. Amamos a las personas que son amables con nosotros y que nos ofrecen algún beneficio. Sin embargo, Jesús enseñó: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues...Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo" (Lucas 6:27-33).

El amor de Dios es ágape: abnegado e incondicional. El ágape ama a quienes no merecen nuestro amor, a quienes nos decepcionan, nos maltratan, nos rechazan e incluso nos odian. Y el ágape solo es posible cuando nace de Dios en nuestros corazones. El amor ágape es de Dios, iniciado por Dios: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Juan quiere que nos amemos unos a otros con ágape porque así es como ama Dios. Jesús nos ordenó: "Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:12-13). Dios ilustró cómo es el amor verdadero, dando, sirviendo, amando y muriendo por nosotros. Él estableció un estándar muy alto sobre cómo debemos amar a los demás, especialmente a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

Dios decidió revelar Su amor al mundo a través de la forma en que amamos a los demás. "Ámense unos a otros", ordenó Jesús. "Como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros. El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos" (Juan 13: 34-35, NTV). El amor de Dios se hace evidente cuando nos amamos unos a otros. El mundo ve el amor de Dios expresado a través de la forma en que vivimos nuestras vidas y amamos a los demás.

"El amor es de Dios" significa que el amor que mostramos a los demás emana de Él, la fuente. Los creyentes pueden amar con el corazón de Dios "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5). Dios es el generador, la fuente y el manantial de nuestro amor por los demás. El amor que demostramos refleja el amor que Dios nos tiene porque fluye de Su corazón al nuestro y de ahí a los demás.

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