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Pregunta: "¿Quiénes son los escogidos de Dios?"

Respuesta:
En pocas palabras, los "escogidos de Dios" son aquellos a quienes Dios ha predestinado para salvación. Se les denomina "escogidos" porque esa palabra denota "determinar de antemano", "ordenar", "decidir antes de tiempo". Cada cuatro años en los EE.UU., "elegimos" a un presidente, es decir, elegimos quién servirá en ese cargo. Lo mismo sucede con Dios y los que serán salvos; Dios escoge a los que serán salvos. Estos son los escogidos de Dios.

Así las cosas, el concepto de que Dios elige a los que se salvarán (predestinación) no es polémico. Es una verdad bíblica (Juan 6:44, Romanos 8:28-30, Efesios 1:4-5). Lo que es controversial es cómo y de qué manera Dios escoge a aquellos que serán salvos. A lo largo de la historia de la iglesia, ha habido dos puntos de vista principales sobre la doctrina de la elección. Un punto de vista, que llamaremos el punto de vista presciente o de presciencia, enseña que Dios, a través de Su omnisciencia, conoce a aquellos que con el tiempo elegirán por su propia voluntad poner su fe y confianza en Jesucristo para su salvación. A partir de esta presciencia divina, Dios elige a estas personas "antes de la fundación del mundo" (Efesios 1:4).

El segundo punto de vista principal es el agustiniano, que básicamente enseña que Dios no sólo elige divinamente a aquellos que tendrán fe en Jesucristo, sino que además también concede divinamente a estos individuos la fe para creer en Cristo. En otras palabras, la elección de Dios para la salvación no se basa en una presciencia de la fe de un individuo, sino que se basa en la gracia libre y soberana de Dios Todopoderoso.

En definitiva, la diferencia radica en lo siguiente: ¿quién tiene la última palabra en la salvación: Dios o el hombre? En el primer punto de vista (el punto de vista presciente), el hombre tiene el control; su libre albedrío es soberano y se convierte en el factor determinante en la elección de Dios. Dios puede ofrecer el camino de la salvación a través de Jesucristo, pero el hombre debe elegir a Cristo por sí mismo para que la salvación sea real. En última instancia, este punto de vista reduce el concepto bíblico de la soberanía de Dios. Este punto de vista pone la provisión de salvación del Creador a merced de la criatura; si Dios quiere gente en el cielo, tiene que esperar que el hombre elija libremente Su camino de salvación. De hecho, el punto de vista presciente de la elección no es en absoluto un punto de vista de la elección, porque Dios no está realmente eligiendo, sólo está confirmando. En última instancia, es el hombre quien elige.

En el punto de vista agustiniano, Dios tiene el control; Él es quien, por Su propia voluntad soberana, elige libremente a aquellos a quienes salvará. Él no sólo elige a los que va a salvar, sino que realmente los salva. En vez de simplemente hacer posible la salvación, Dios elige a aquellos a quienes salvará y luego los salva. Este punto de vista coloca a Dios en el lugar que le corresponde como Creador y Soberano.

El punto de vista agustiniano no está exento de problemas. Los críticos han afirmado que este punto de vista le quita al hombre su libre albedrío. Si Dios elige a los que se salvarán, entonces ¿qué diferencia hay para que el hombre crea? ¿Para qué predicar el Evangelio? Además, si Dios elige según Su voluntad soberana, ¿cómo podemos ser responsables de nuestras acciones? Todas estas son preguntas buenas y legítimas que necesitan respuesta. Un buen pasaje para responder a estas preguntas es Romanos 9, que es el pasaje más profundo sobre la soberanía de Dios en la elección.

El contexto del pasaje procede de Romanos 8, que termina con un gran momento de exaltación: "Por lo cual estoy seguro de que [nada]...ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38-39). Esto lleva a Pablo a considerar cómo podría responder un judío a esa afirmación. Aunque Jesús vino a los hijos perdidos de Israel y aunque la iglesia primitiva era mayoritariamente judía, el Evangelio se extendía entre los gentiles mucho más deprisa que entre los judíos. De hecho, la mayoría de los judíos veían el evangelio como una piedra de tropiezo (1 Corintios 1:23) y rechazaban a Jesús. Esto llevaría al judío promedio a preguntarse si el plan de elección de Dios ha fracasado, ya que la mayoría de los judíos rechazan el mensaje del evangelio.

En todo Romanos 9, Pablo demuestra sistemáticamente que la elección soberana de Dios ha estado en vigor desde el principio. Comienza con una afirmación crucial: "porque no todos los que descienden de Israel son israelitas" (Romanos 9:6). Esto significa que no todas las personas del Israel étnico (es decir, los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob) pertenecen al verdadero Israel (los elegidos de Dios). Repasando la historia de Israel, Pablo muestra que Dios eligió a Isaac sobre Ismael y a Jacob sobre Esaú. Por si acaso alguien pensara que Dios eligió a estas personas basándose en la fe o en las buenas obras que harían en el futuro, Pablo añade: "(pues no habían [Jacob and Esaú] aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama)" (Romanos 9:11).

En este momento, uno podría tener la tentación de acusar a Dios de obrar injustamente. Pablo se anticipa a esta acusación en el v. 14, afirmando claramente que Dios de ninguna manera es injusto. "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca" (Romanos 9:15). Dios es soberano sobre Su creación. Es libre de elegir a quienes quiera elegir, y también tiene libertad para ignorar a quienes quiera ignorar. La criatura no tiene derecho a acusar al Creador de ser injusto. La simple idea de que la criatura pueda juzgar al Creador es absurda para Pablo, y también debería serlo para todo cristiano. El resto de Romanos 9 confirma este argumento.

Efesios 1:5 nos dice que Dios nos predestinó "para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,". Según este versículo, la base de que seamos predestinados no es algo que hagamos o vayamos a hacer, sino que se basa únicamente en Dios. Esta predeterminación se basa en Su soberanía, carácter inmutable (Malaquías 3:6), presciencia (Romanos 8:29, 11:2), amor (Efesios 1:4-5), y plan y agrado (Efesios 1:5). El deseo de Dios es que todos se salven y lleguen al arrepentimiento (1 Timoteo 2:4, 2 Pedro 3:9). Él ofrece la salvación a todos (Tito 2:11) y se ha manifestado a todos para que todos estén sin excusa (Romanos 1:19-20).

Tanto la predestinación como la responsabilidad personal son verdaderas: Dios tiene todo el control, y la humanidad toma decisiones y es totalmente responsable de ellas. La Biblia no las presenta como verdades irreconciliables (como hacen a veces las tradiciones teológicas). Si Dios eligió a los que conocía de antemano, sabemos que Él conoce Su creación antes de que exista y que determina cosas importantes de Su creación. Si Dios es lo suficientemente grande como para ser el Creador de todo, entonces Él no está perplejo por la mutua existencia de Su soberanía y la voluntad humana, la elección y la responsabilidad.

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