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Pregunta: ¿Qué significa que la fe es la certeza de lo que se espera (Hebreos 11:1)?

Respuesta:
El escritor de Hebreos abre el capítulo 11 con una breve descripción de la fe: "Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1, NBLA). Esta afirmación no debe considerarse una definición completa de la fe. Por el contrario, el autor se centra en dos aspectos críticos de un concepto teológico mucho más amplio para presentar una famosa galería de héroes de la fe del Antiguo Testamento. La primera faceta vital de la fe es que es "la certeza de lo que se espera".

La palabra "certeza" (NBLA, RVR) en la cláusula la fe es la certeza de las cosas que se esperan, se traduce alternativamente como "realidad" (NTV) y "confianza" (NVI). En el griego original, el término transmite la idea de "un fundamento firme", "el ser real", "la existencia actual", "la naturaleza sustancial" y "una confianza firme". Una de las acepciones de la palabra se refiere a un título de propiedad o un documento legal que garantiza el derecho a poseer una propiedad.

Según Moulton y Milligan en Vocabulary of the Greek New Testament, "la fe es la certeza de las cosas que se esperan" podría traducirse como "la fe es el título de propiedad de las cosas que se esperan" (Robertson, A. T., Word Pictures in the New Testament, Nashville: Broadman Press, 1960). Otro comentario sugiere que la fe, tal como se describe en Hebreos 11:1, "aprehende la realidad: es aquello para lo que los objetos invisibles de la esperanza se hacen reales y sustanciales. La seguridad da la verdadera idea. Es el firme asidero de la fe en un hecho invisible" (Vincent, M. R., Word Studies in the New Testament, Vol. 4, Nueva York: Charles Scribner's Sons, 1887, p. 510).

La cláusula la fe es la certeza de las cosas que se esperan, describe una convicción que ya custodia -aquí y ahora- lo que esperamos y lo que Dios nos ha prometido en el futuro. Esta posesión actual de lo que se espera y se promete en el futuro es una realidad interior. Ahora mismo, en medio de una pandemia mundial, una crisis financiera y el malestar social, cuando nuestro mundo parece desmoronarse, podemos apoyarnos en las promesas sólidas e inquebrantables de la seguridad, el descanso, la paz, la provisión, la misericordia, la gracia y la salvación de Dios. Podemos confiar en Su Palabra. Podemos tener plena confianza en las promesas del Señor porque son reales y un fundamento firme para esta vida.

Esta "certeza" o "seguridad" describe nuestra respuesta interior a la naturaleza fiable e infalible de Dios. Podemos estar seguros de las promesas del Señor porque, como nos muestra el escritor de Hebreos, los héroes bíblicos de todas las generaciones han demostrado que son ciertas: "Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella. Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte" (Hebreos 11:4-5). Y la lista continúa. Por la fe, Noé construyó el arca, salvó a su familia y se convirtió en heredero de la justicia (Hebreos 11:7). Por la fe, Abraham obedeció a Dios y abandonó su tierra natal (versículos 8-10).

El escritor de Hebreos presenta un ejemplo tras otro de quienes demostraron que la fe es la certeza de lo que se espera: "Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra" (Hebreos 11:13). Desde los patriarcas hasta el rey David, pasando por campeones anónimos de la fe, los creyentes han confiado en las promesas de Dios a pesar de soportar desafíos inimaginables (versículos 17-38).

La fe, que es la certeza de lo que se espera, es también una fuerza exterior. Poseer la realidad de la esperanza proporciona a los creyentes la motivación para soportar pruebas y dificultades. El resultado es una obediencia decisiva, como la que impulsaba a los antiguos héroes de la fe a actuar conforme a su esperanza. La fe, como la certeza de las cosas que se esperan, activa a los creyentes para predicar con valentía, orar sin cesar, amar incondicionalmente, servir con compasión y trabajar incansablemente "entre tanto que el día dura" (Juan 9:4). La certeza interna de la fe mueve nuestros corazones, mientras que la realidad externa mueve montañas.

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