Respuesta:
La circuncisión era la señal de un pacto que Dios hizo con Abraham y sus descendientes (Génesis 17:9-14; Hechos 7:8). La ley mosaica repitió el requisito de que todos los niños varones fueran circuncidados (Levítico 12:2-3). Así que todo niño israelita, así como cualquier hombre que quisiera formar parte del pueblo hebreo, era circuncidado (Éxodo 12:48). Ya que Jesús era un judío que vivía bajo la ley, habría sido circuncidado al octavo día como todos los niños hebreos varones.
Lucas 2:21 registra el hecho de que Jesús fue circuncidado: "Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido". Más adelante, en el mismo capítulo, Lucas resalta que José y María siguieron todos los requisitos judíos, haciendo "todo lo prescrito en la ley del Señor" con respecto a su hijo recién nacido (versículo 39). Al seguir la ley, José y María sin duda circuncidaron a Jesús. No hacerlo hubiera sido una clara violación de la ley.
Jesús habló en las sinagogas y enseñó en los atrios del templo en Jerusalén (Lucas 4:16; 19:47). Si no hubiera sido circuncidado, a Jesús lo habrían excluido de esas actividades. No se le hubiera permitido entrar a esos lugares.
Más adelante, en Su ministerio, Jesús dijo: "Yo hago siempre lo que le agrada" (Juan 8:29). Jesús no hubiera podido agradar completamente a Dios si no se circuncidaba, porque la desobediencia a la ley no puede complacer al Dador de la ley. Uno de los propósitos de la venida de Jesús a la tierra fue cumplir la ley (Mateo 5:17-18). Él, como hombre, vivió en perfecta obediencia a todo lo que Dios había establecido para la humanidad. Al hacerlo, Su vida fue sin mancha ni defecto y completamente aceptable para Dios. Solo como el sacrificio perfecto, Jesús pudo ofrecer expiación por el pecado (Levítico 4:32; Hebreos 9:14; 1 Pedro 1:19).
Sabemos que Jesús fue circuncidado porque, en aquel tiempo, Dios lo exigía. La ley se cumplió. La circuncisión no es un requisito para la iglesia y no tiene nada que ver con nuestra condición ante Dios (Gálatas 2:16).
