Pregunta: ¿Qué significa que los cristianos son el grato olor de Cristo (2 Corintios 2:15)?
Respuesta:
Segunda de Corintios 2:15 dice: "Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden". Para entender a qué se refería el apóstol Pablo cuando dijo que los cristianos son el "grato olor de Cristo", debemos fijarnos en los versículos que rodean inmediatamente a la expresión: "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a estos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquellos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?". (versículos 14-16).
Para el pueblo judío, la analogía del apóstol Pablo del "grato olor de Cristo" presentaría una relación inmediata. En el Antiguo Testamento, el aroma de los holocaustos se describía como "aroma agradable al Señor" (Génesis 8:20-21; Levítico 23:18; Números 28:27, NBLA). Para los gentiles, esta frase sugeriría el aroma del incienso que se quemaba como ofrenda a los dioses. Sin embargo, Pablo tenía en mente una imagen más específica.
El apóstol estaba hablando a los corintios sobre acontecimientos recientes en su ministerio de evangelización. A pesar de todas las dificultades y decepciones a las que se había enfrentado mientras viajaba de ciudad en ciudad difundiendo el evangelio, Pablo pudo reflexionar sobre la bondad de Dios con acción de gracias. A continuación, el apóstol comparó este ministerio de evangelización con los desfiles militares triunfales que eran habituales en aquella época en el mundo romano.
Su audiencia entendería fácilmente la metáfora de Pablo, ya que el apóstol y sus colaboradores se representaban como soldados victoriosos en una procesión triunfal. Durante estos desfiles militares romanos, los cautivos de guerra desfilaban por las calles mientras se llevaban guirnaldas de flores y se quemaba incienso a los dioses. Los perfumes aromáticos flotaban en el aire mientras los espectadores y los que participaban en la procesión respiraban su fragancia. Al final del desfile, muchos prisioneros serían ejecutados. Así, los aromas eran agradables y vivificantes para los vencedores, pero eran el olor de la muerte para los que habían sido derrotados.
En esta analogía, Pablo separa a la humanidad en dos grupos: los que están en el camino de la salvación y los que están en el camino de la destrucción. El aroma difundido por doquier por el ministerio de la evangelización era el conocimiento de Dios como vencedor. Los cristianos que difunden el evangelio son miembros del ejército victorioso de Dios dirigido por Jesucristo. Los creyentes son como el aroma o la fragancia esparcidos durante las procesiones de la victoria. Tanto los vencedores como los que perecen huelen el aroma; sin embargo, tiene un significado diferente para los dos grupos. Para el ejército victorioso y sus gentes, el aroma se relacionaría con la alegría del triunfo. Pero para los prisioneros de guerra, el aroma se asociaría con la derrota, la esclavitud y la muerte.
Esta brillante metáfora contrasta las respuestas cristianas y no cristianas al oír el evangelio. Para los no cristianos, los que están en el camino de la destrucción, los creyentes que predican el evangelio esparcen el olor de la muerte, por así decirlo. Para los cristianos, los que están en el camino de la salvación, producen la fragancia de la vida.
Abrumado por la extrema importancia de este ministerio de difundir el evangelio, Pablo exclamó: "Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?". La implicación es que nadie es digno. Pablo estaba asombrado de que Dios designara a seres humanos para compartir esta tarea. Más tarde, en 2 Corintios 3:5-6, Pablo afirma que nuestra capacidad descansa únicamente en Dios: "no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra, sino del espíritu; porque la letra mata, mas el espíritu vivifica".