Respuesta:
Hacer que las cosas existan es un poder de Dios y un derecho exclusivo suyo. Cuando Dios creó el mundo, simplemente habló y apareció la luz (Génesis 1:3); se formó el cielo (versículos 7-8); surgió la tierra seca (versículo 9); brotó la vegetación (versículo 11); apareció el sol, la luna y las estrellas (versículos 14-15); se materializaron los peces y las aves (versículos 20-21); y apareció la vida animal (versículo 24). El acto de creación de Dios muestra Su poder único y poderoso de una manera que nunca se podrá duplicar.
Dios es el único que puede hacer que las cosas existan. No es algo que nosotros, como seres humanos, tengamos el poder para hacerlo. Cuando Dios trajo las plagas a Egipto, los magos paganos fueron capaces de imitar los resultados de los dos primeros milagros. Sin embargo, cuando Moisés convirtió el polvo de la tierra en mosquitos, los magos de Egipto se quedaron perplejos. No pudieron dar vida a las cosas inanimadas: "Dedo de Dios es éste", dijeron al Faraón (Éxodo 8:19).
Hay personas que creen que es posible para el hombre dar vida a las cosas. Algunos de ellos basan sus afirmaciones en una mala interpretación de ciertos pasajes de las Escrituras. Cuando sólo miramos un versículo de una breve sección de las Escrituras, sin considerar ese pasaje en su contexto adecuado, podemos cometer ese tipo de errores.
Un versículo que la gente cita a menudo cuando trata de probar que el hombre puede hacer que las cosas existan es Marcos 11:24, "Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá". En primer lugar, estas palabras de Jesús no comunican de ninguna manera la idea de crear - hacer existir algo que no existía previamente. En el versículo anterior (Marcos 11:23), Jesús da el ejemplo de mover una montaña, pero no menciona la idea de hablar para que exista una nueva montaña.
En segundo lugar, Marcos 11:24 debe tomarse en contexto con el resto de las Escrituras. Primera de Juan 5:14 dice: "Si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye". Se nos dice que nos sometamos a la voluntad de Dios en nuestras oraciones. Nunca se nos da el poder para decir que las cosas existan. En otra parte, Jesús enseñó: "buscad primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mateo 6:33). Cuando buscamos a Dios primero y alineamos nuestros pensamientos y deseos con Sus pensamientos y deseos, entonces estamos mostrando verdadera fe. Eso, a su vez, nos lleva a pedir las cosas que Dios quiere, no las que nosotros queremos. Nuestros deseos se convierten en Sus deseos, y nuestras oraciones se convierten en peticiones para cumplir Sus deseos y no los nuestros. El propósito de la oración no es hacer que las cosas existan, sino conformar nuestra voluntad a la de Dios (ver Lucas 22:42).
Otro pasaje que frecuentemente se utiliza como texto para probar que podemos hacer que las cosas existan es Romanos 4:17, que habla de "el cual (Dios) da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen". Muchos maestros de la prosperidad se aferran a la frase "llama las cosas que no son, como si fuesen" y tratan de usarla como evidencia bíblica de que nosotros podemos hacer lo mismo. Sin embargo, interpretan mal el pasaje. Pablo claramente está hablando de Dios, no del hombre, quien hace que las cosas existan. El hecho de llamar a las cosas para que existan es competencia de Dios.
Por último, otro pasaje de las Escrituras muestra claramente la incapacidad de la humanidad para dar existencia a las cosas. En Lamentaciones 3:37 se hace la pregunta retórica: "¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?". La respuesta, por supuesto, es "nadie". Ninguno de nosotros tiene el poder de hablar y hacer que las cosas sucedan por la pura fuerza de nuestra palabra. Sólo Dios tiene ese poder. Sus decretos permanecerán. Cuando Él habla, es como si estuviera hecho.