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Pregunta: ¿Quiénes son los hijos de desobediencia (Efesios 2:2)?

Respuesta:
En Efesios 2:1-2, el apóstol Pablo recuerda a los creyentes que estábamos desesperados e indefensos sin Cristo: "Cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia".

Para comprender plenamente el significado de la frase hijos de desobediencia, también debemos fijarnos en el significado de la frase príncipe de la potestad del aire. El "príncipe" no es otro que Satanás, el principal adversario de Dios. El dominio de Satanás sobre la "potestad del aire" indica que su influencia se extiende a los ámbitos físico y espiritual. Al igual que el aire rodea e impregna todo lo que hay en la tierra, la influencia de Satanás afecta a todos los aspectos de la existencia humana, lo que nos recuerda la continua batalla espiritual entre nosotros y las fuerzas demoníacas (ver Efesios 6:12).

La frase hijos de la desobediencia es paralela a otras expresiones bíblicas. Lucas 16:8 habla de los "hijos de este siglo" en contraste con los "hijos de luz", destacando la división entre los que abrazan la luz de la verdad de Dios y los que "no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas" (Juan 3:20). Los hijos e hijas de desobediencia, entonces, son aquellos que han elegido suprimir injustamente la verdad de Dios (Romanos 1:18). No se trata de un pecado ocasional, sino de un rechazo voluntario de la autoridad soberana de Dios en sus vidas, que los coloca bajo el dominio tiránico de Satanás.

Cuando éramos hijos e hijas de desobediencia, "éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" y estábamos sujetos a la condenación de Dios (Efesios 2:3; cf. Salmo 51:5). Sin embargo, Dios nos rescató del dominio de las tinieblas y nos llevó a Su luz admirable (1 Pedro 2:9). Al hacerlo, nos ha llevado "de la muerte a la vida... como instrumentos de justicia" (Romanos 6:13, NVI).

Así pues, aunque Efesios 2:2 muestra un retrato sombrío de la humanidad caída, ¡hay esperanza! En Efesios 2:4-10, Pablo contrasta el estado sin esperanza de los incrédulos con la increíble gracia y misericordia de Dios. En Cristo, pasamos de ser hijos e hijas de desobediencia a estar sentados "en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros" (Efesios 2:6-7).

Aunque no lo merecíamos, Dios decidió salvarnos: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). La gracia de Dios no solo nos libró de la pena y el poder del pecado, sino que también "nos dio vida juntamente con Cristo" (versículo 5). En Él, hemos nacido de nuevo (Juan 1:12-13; 3:3, 5), convirtiéndonos en una nueva creación (2 Corintios 5:17).

Esta transformación radical no es un cambio estético o cosmético. Por el contrario, es una renovación completa del corazón y la mente. Éramos hijos e hijas de desobediencia. Ahora, somos hijos e hijas de Dios (2 Corintios 6:18) y "participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Pedro 1:4).

En la sociedad romana, la adopción era un proceso legal por el que el niño adoptado adquiría todos los derechos y privilegios de un hijo natural. Del mismo modo, mediante la fe en Cristo, somos adoptados en la familia de Dios, convirtiéndonos en "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Romanos 8:17). Por lo tanto, estamos llamados a andar en buenas obras, reflejando la santidad de Dios en nuestras vidas (1 Pedro 1:16).

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