Pregunta: ¿Qué significa que éramos por naturaleza hijos de ira (Efesios 2:3)?
Respuesta:
Pablo nos llama a todos "hijos de ira" en Efesios 2:3 porque, antes de conocer a Cristo, todos estábamos bajo el juicio de Dios. Debido al pecado original de Adán y a la forma en que seguimos pecando unos contra otros y contra Dios, todos merecíamos la ira de Dios. Dios es justo, y la respuesta justa a nuestros pecados es la condena. Afortunadamente, Dios también es misericordioso, y no nos dejó en nuestra lamentable condición. Jesucristo murió en la cruz para pagar por nuestros pecados, de modo que cualquiera que acepte Su don de gracia nunca tendrá que pagar la paga del pecado, que es la muerte (Romanos 6:23a). Volveremos a tratar este tema, pero antes exploremos la intrigante afirmación de Pablo de que "éramos por naturaleza hijos de ira" (Efesios 2:3).
En Efesios 2:1-3, Pablo relata el desesperado estado de sus lectores antes de su salvación. Todos estábamos, independientemente de nuestra creencia, raza, nacionalidad, riqueza o estatus, "muertos en [nuestros] delitos y pecados" (Efesios 2:1). Tras este sombrío diagnóstico de la condición humana, Pablo escribe: "Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás" (Efesios 2:3). Algunos eruditos creen que el "nosotros" de este pasaje es una referencia al pueblo de Pablo, los judíos, en contraste con sus lectores gentiles. Otros creen que simplemente se incluía a sí mismo y a sus colaboradores o compañeros de fe. De cualquier modo, las palabras "todos" y "lo mismo que los demás" dejan claro el punto principal de Pablo: todo cristiano fue una vez "hijo de ira".
En la cultura de Pablo, referirse a alguien como "hijo de" algo en un sentido metafórico significaba que ese algo en particular caracterizaba por completo a esa persona. La cosa de la que una persona era "hijo" la definía a ella y a su destino. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, David proclama literalmente que alguien es "hijo de la muerte"; en otras palabras, David proclama que esa persona está destinada a la muerte: merecía morir (2 Samuel 12:5). Otro ejemplo aparece cuando Pablo insta a los cristianos a vivir como "hijos de la luz", o como personas caracterizadas por su asociación con la verdad y la santidad de Cristo (Efesios 5:8). Como incrédulos, éramos "hijos de ira"; lo que nos caracterizaba era la ira de Dios. Nuestro destino era la separación de Dios, y lo merecíamos. La frase por naturaleza en Efesios 2:3 subraya el lamentable estado en que nos encontrábamos desde nuestro nacimiento.
Gracias a Dios, ¡no nos dejó en un estado desesperado! Intervino y nos salvó, rescatándonos del gran problema que habíamos creado. Jesús murió en la cruz, cargando con nuestros pecados, y después resucitó, venciendo a la muerte. Todo el que acuda a Él se salvará (Romanos 10:9-13). Gracias al don de Dios, ya no somos hijos de ira, sino hijos de Dios, adoptados en Su familia y a los que se ha dado la vida eterna con Él (Gálatas 3:26-29; 1 Juan 3:1-3). En Su gracia, "no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 5:9).
Pablo se maravilla ante la magnitud de lo que Dios ha hecho por nosotros, antiguos hijos de ira: "Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús" (Efesios 2:4-7).
¿Conoces a Jesucristo? No hay razón para que permanezcas en el lugar desesperado descrito en Efesios 2:1-3, cuando las bendiciones de Efesios 2:4-10 te están esperando. Dios te invita a venir a Él y aceptar Su don gratuito de la gracia a través de la fe en Su Hijo. ¡Ven a Él hoy!