Respuesta:
El término hiper-gracia se ha utilizado para describir una nueva corriente de enseñanza que enfatiza la gracia de Dios en detrimento de otras enseñanzas vitales como el arrepentimiento y la confesión de pecados. Los maestros de la hiper-gracia sostienen que todo pecado, pasado, presente y futuro, ya ha sido perdonado, por lo que no hay necesidad de que un creyente lo confiese nunca. La enseñanza de la hiper-gracia dice que, cuando Dios nos mira, solo ve a un pueblo santo y justo. La conclusión de la enseñanza de la hiper-gracia es que no estamos obligados por la enseñanza de Jesús, así como no estamos bajo la Ley; que los creyentes no son responsables de sus pecados; y que cualquiera que discrepe es un legalista farisaico. En resumen, los maestros de la hiper-gracia “convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (Judas 1:4) y coquetean con el antinomianismo.
Las palabras de Jesús a las siete iglesias en el libro de Apocalipsis contradicen fuertemente la idea de que los cristianos nunca necesitan arrepentirse. A la iglesia de Éfeso, Jesús dijo: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:4). Jesús reprueba a cinco de las siete iglesias y exige arrepentimiento de ellas. (Apocalipsis 2:4, 6, 20; 3:3, 15–19). Lejos de que los creyentes no sean responsables de sus pecados, deben responder a Jesús por su desobediencia (ver también 2 Corintios 5:10).
Los predicadores de la doctrina de la hiper-gracia desestiman el Antiguo Testamento y los Diez Mandamientos como irrelevantes para los creyentes del Nuevo Testamento. Incluso enseñan que las palabras de Jesús pronunciadas antes de su resurrección son parte del Antiguo Pacto y ya no son aplicables a los creyentes nacidos de nuevo. ¿Pero es esto cierto?
En Marcos 13:31, Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Antes de que Jesús ascendiera al cielo, prometió que el Padre enviaría al Espíritu Santo, quien “os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Si las palabras de Jesús ya no son aplicables a los creyentes, ¿por qué necesitaríamos recordarlas?
La enseñanza de la hiper-gracia es un buen ejemplo de mezcla de verdad con error. Enfatizar la belleza y el poder de la gracia de Dios es bueno, pero algunos maestros están descuidando lo que Pablo llamó “todo el consejo de Dios” (Hechos 20:27). Por ejemplo, es cierto que los cristianos han sido perdonados por Dios. Pero eso no significa que nunca tengamos que confesar nuestros pecados. Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados”. Si debemos confesar nuestros pecados a los demás, ¿por qué no tendríamos que confesarlos a Dios, ya que todo pecado es en última instancia un pecado contra Dios (Salmo 51:4)?
Además, 1 Juan 1:9 da instrucciones claras a los creyentes sobre la confesión de pecados. Comienza con la palabra si: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Esta es una declaración de causa/efecto que implica que no podemos tener el segundo sin el primero. Como hijos de Dios comprados con sangre, no continuamos confesando nuestro pecado para ser salvados del infierno. Confesamos y nos arrepentimos para restablecer una relación íntima con nuestro Padre. Somos “posicionalmente justos” pero “prácticamente pecadores”.
Para contrarrestar este argumento, los predicadores de la hiper-gracia niegan que las cartas de Juan fueran escritas para creyentes. Sin embargo, 1 Juan 2:1 comienza con esto: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. Juan está escribiendo claramente a creyentes a quienes conoce personalmente. Indica que sus amigos creyentes pueden pecar, y que, cuando lo hacen, necesitan confesarlo.
Los predicadores de la hiper-gracia también afirman que el Espíritu Santo nunca condenará a los cristianos por su pecado. Los cristianos maduros deberían reconocer esta falacia de inmediato. Todo discípulo de Cristo ha sentido la abrumadora convicción del Espíritu Santo cuando ha pecado. Jesús llama al Espíritu Santo “el Espíritu de verdad” (Juan 15:26). La verdad, por definición, no tolerará nada falso. Cuando el Espíritu de Verdad habita en un corazón creyente (1 Corintios 6:19), trae convicción sobre cualquier cosa que no sea verdad.
En resumen, mucho de lo que enseñan los predicadores de la hiper-gracia es válido. De hecho, somos salvos por gracia, no por nuestras obras (Efesios 2:8–9). Y la gracia de Dios es maravillosa, grande y libre (1 Timoteo 1:14). Sin embargo, la enseñanza hiper-gracia está fuera de proporción con el resto de las Escrituras. Cada vez que se enfatiza una doctrina en detrimento de las demás, caemos en error porque no logramos manejar con precisión la Palabra (2 Timoteo 2:15).
Jesús estaba lleno de “gracia y verdad” (Juan 1:14). Los dos están en delicado equilibrio, y cualquier inclinación hacia un lado puede dar lugar a un evangelio falso. Siempre debemos comparar cualquier enseñanza nueva con “todo el consejo de Dios” y aprender a desconsiderar cualquier cosa que se desvíe, incluso ligeramente, de la verdad (1 Juan 4:1).