Pregunta: ¿De qué manera están relacionados los ídolos con los demonios (Deuteronomio 32:16-17)?
Respuesta:
Deuteronomio 32:16-17 dice: "Le despertaron a celos con los dioses ajenos; Lo provocaron a ira con abominaciones. Sacrificaron a los demonios, y no a Dios; a dioses que no habían conocido, a nuevos dioses venidos de cerca, que no habían temido vuestros padres". Este pasaje asocia a los dioses paganos con "demonios" y advierte al pueblo de Dios que no se involucre en la idolatría.
El texto hebreo usa aquí lo que se llama paralelismo sinónimo, en el que dos o más frases comunican la misma idea usando diferentes palabras. En este caso, los paralelismos incluyen "dioses ajenos" y "demonios". Gramaticalmente, los demonios y los dioses ajenos son lo mismo. El texto conecta claramente la adoración pagana con los espíritus malignos. Los dioses falsos contrastan con el Dios verdadero, la "Roca" en los versículos 15 y 17.
Levítico 17:7 agrega otra conexión importante: "Y nunca más sacrificarán sus sacrificios a los demonios, tras de los cuales han fornicado". Aquí, estos demonios son otros dioses adorados por las culturas vecinas. Una vez más, se compara a los demonios con los dioses paganos en este pasaje.
No es ninguna coincidencia que la actividad demoníaca esté relacionada con religiones que tienen una multitud de dioses y diosas. El deseo de tener contacto sobrenatural con el "mundo espiritual" a menudo hace que las personas se enfoquen en el poder sobrenatural, dejando de lado el poder que Dios ofrece a través de una relación con Jesucristo y Su Espíritu Santo. El diablo quiere que lo adoren (Mateo 4:9), y los demonios enseñan falsas doctrinas para engañar (1 Timoteo 4:1). Aquellos que adoran a los dioses falsos, consciente o inconscientemente, están prometiendo su lealtad a los espíritus malignos que desean ocupar el lugar que le corresponde a Dios en nuestros corazones.
Para el cristiano, un ídolo es "nada" (1 Corintios 8:4). Es decir, los demonios y su engaño no tienen poder sobre nosotros. Cualquier poder que tengan es insignificante en comparación con el poder de Cristo (ver Marcos 5:7–8).