Pregunta: "¿Qué significa que hasta los demonios creen (Santiago 2:19)?"
Respuesta:
Santiago 2:14 comienza una discusión sobre la fe sin obras e incluye un punto muy claro de Santiago de que aun los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19). La "fe" de los demonios es inútil, aunque tiemblen ante lo que saben que es verdad. Las personas que dicen "creer" en Dios sin mostrar ninguna evidencia de fe tienen un nivel de "creencia" similar al de los demonios.
Santiago ilustra la importancia de las obras para mostrar misericordia (Santiago 2:13) preguntando hipotéticamente de qué sirve tener fe sin obras y cuestionando retóricamente si esa fe puede liberar a una persona (Santiago 2:14). Si la fe no va acompañada de obras, no puede librar a una persona de su necesidad, como en el caso de un hermano o hermana que necesita alimento (Santiago 2:15). Si el que tiene fe no satisface la necesidad, las personas necesitadas siguen necesitadas (Santiago 2:16). Esa fe está muerta por sí misma: no sirve para liberar a alguien de una necesidad (Santiago 2:17).
Santiago nos plantea otra hipótesis en Santiago 2:18: alguien podría sugerir que las personas demuestran su fe de diferentes maneras (unas con obras y otras sin ellas). Santiago rebate esa hipótesis, recordando a sus lectores que la fe sin obras no sirve de nada (Santiago 2:20). Antes de hacer esa afirmación de la inutilidad de la fe sin obras, Santiago se dirige a la persona hipotética de su ejemplo (evidente por el uso que hace del pronombre singular, aunque cuando se dirige a sus lectores utiliza el plural). Santiago desafía a los que creen que Dios es uno: hasta los demonios creen eso, y tiemblan (Santiago 2:19). Los demonios no cambian su comportamiento —no satisfacen las necesidades ni tienen misericordia de los demás —a pesar de saber quién es Dios.
Al afirmar que incluso los demonios creen ciertas cosas sobre Dios, Santiago da a entender que quien tiene fe pero no la demuestra con sus obras no es, en sentido práctico, más útil que esos demonios. La fe no libra a los demás de la necesidad, sino las obras (Santiago 2:16). La fe de alguien no ofrece misericordia, sino las obras (Santiago 2:13). Además, Santiago recuerda a sus lectores, a quienes ya ha identificado como hermanos que tienen fe en Jesucristo (Santiago 2:1), que Abraham fue justificado por sus obras cuando ofreció a Isaac como sacrificio (Santiago 2:21) y que, cuando Abraham llevó a cabo esa acción, se cumplió la Escritura que decía que Abraham había sido justificado por creer en Dios (Santiago 2:23, citando Génesis 15:6).
Santiago es muy consciente de que Abraham había sido justificado por la fe (en Génesis 15:6) más de una década antes de que ofreciera a Isaac (en Génesis 22). Dios había declarado justo a Abraham mucho antes de ese acto de sacrificio, y Pablo afirma que Abraham fue justificado por su fe (Romanos 3:28-5:1) y no por las obras. Así pues, Santiago está hablando claramente de un tipo diferente de justificación; cuando se refiere al hecho de que los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19), Santiago no está hablando de justificación ante Dios (o de que Dios declare justa a la persona). Por el contrario, Santiago está hablando de una justicia evidente o útil que la gente puede ver, una justicia que muestra misericordia (Santiago 2:13) y satisface las necesidades (Santiago 2:16). Santiago habla de la justificación ante la gente, sugiriendo que no se puede mostrar fe (a la gente) sin buenas obras (Santiago 2:18).
Santiago añade que sería insensato pensar que se puede demostrar la fe sin obras (Santiago 2:20). Si Santiago se refiere a la justificación por Dios más que a la justificación ante la gente, entonces él y Pablo están directamente en conflicto (comparar Santiago 2:24 y Romanos 3:28). En el contexto de Pablo se está considerando cómo se llega a ser justo ante Dios (Romanos 3:28), y Santiago analiza cómo se pone esto en práctica. Mostramos nuestra fe a los demás mostrando misericordia (Santiago 2:13) y satisfaciendo las necesidades (Santiago 2:16).
Los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19), pero no muestran misericordia a la gente ni satisfacen sus necesidades: su conocimiento de Dios no conlleva un cambio de conducta. Santiago espera más de los que son hermanos y han creído en Jesucristo (Santiago 2:1).