Pregunta: "¿Qué dice la Biblia sobre la ingratitud/desagradecimiento?"
Respuesta:
La Biblia habla mucho del agradecimiento, y también de la falta de él. Dios nos conoce y nos diseñó de tal manera que podamos prosperar si somos humildes, íntegros y agradecidos. No podemos tener comunión con Él cuando somos arrogantes, deshonestos y desagradecidos, ni tampoco podemos experimentar lo que significa ser creados a la imagen de Dios (Génesis 1:27; Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5). Por eso, Dios incluyó en Su Palabra repetidos mandatos sobre el agradecimiento, que nos recuerdan que un corazón agradecido es un corazón feliz (1 Tesalonicenses 5:18; Colosenses 3:15; Salmo 105:1).
El pecado del desagradecimiento tiene graves consecuencias. Romanos 1:18-32 hace una descripción detallada de la caída de una persona o una sociedad. Junto con la idolatría, la homosexualidad y todo tipo de rebelión, está la ingratitud. El versículo 21 dice: "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias". Esto nos dice que Dios toma en serio el agradecimiento y el desagradecimiento. Siempre que una persona o una cultura sea agradecida con Dios, mantendrá una sensibilidad a Su presencia. El agradecimiento hacia Dios requiere, como mínimo, creer en él, y el desagradecimiento falla en nuestra responsabilidad de reconocerlo (Proverbios 3:5-6; Salmo 100:4). Cuando rechazamos ser agradecidos o expresar gratitud, nos volvemos duros de corazón y orgullosos. Damos por sentado todo lo que Dios nos ha dado y nos convertimos en nuestros propios dioses.
La sanidad de Jesús a los diez leprosos es un claro ejemplo de lo mucho que Dios valora el agradecimiento (Lucas 17:12-19). Jesús sanó a los diez hombres, pero sólo uno volvió para darle las gracias (versículo 15). La Biblia específicamente registra que el leproso agradecido no era ni siquiera judío. Era un samaritano, lo que nos enseña que no sólo los judíos pueden llegar al corazón de Dios. El Señor se fija en los que son agradecidos, independientemente de su posición social y política o de su nivel de espiritualidad. Sus preguntas: "¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?" (versículo 17) muestran Su decepción ante la ingratitud de la mayoría.
Segunda Timoteo 3:2 describe cómo será la gente en los últimos tiempos, y una de las características es la ingratitud. Cuando el orgullo y el ego se ponen de moda, el corazón humano no tiene a nadie a quien agradecer. Nos sentimos satisfechos de nuestra propia supremacía y creemos que todo lo que tenemos es una justa recompensa por nuestro esfuerzo. Sería bueno hacer caso a las preguntas retóricas de Pablo: "¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1 Corintios 4:7).
El problema de no ser agradecidos con Dios no es la causa del mal, sino el resultado de él. Una vez que endurecemos nuestro corazón a tal punto que ya no vemos a Dios como la fuente de nuestros dones, no hay nada que esté fuera de los límites. Nos volvemos una ley para nosotros mismos. Una de las razones por las que la Biblia se muestra tan firme contra el desagradecimiento y la ingratitud es que Dios sabe que el resultado final de esa arrogancia es una mente depravada (Romanos 1:24). Cuando reconocemos que todo lo que somos y lo que tenemos es un regalo de Dios (Santiago 1:17), evitamos la idolatría y el orgullo.